Durante la ceremonia conmemorativa del 69 aniversario del PRI, el presidente Ernesto Zedillo hizo una serie de señalamientos que, de llevarse cabalmente a la práctica, podrían constituir la base de la necesaria y muchas veces aplazada reforma democrática de ese instituto político y del establecimiento, en el país, de un marco más equitativo, plural y transparente con miras a las elecciones federales del 2000.
Los reconocimientos del Ejecutivo acerca de que la realización de elecciones limpias, justas y sin conflictos al margen de la ley o del voto popular resultan muy pertinentes y podrían contribuir a la generación del clima de diálogo y entendimiento político necesario para consolidar el cambio democrático que demanda, con todo derecho, la sociedad.
Por otra parte, el rechazo del Presidente, en su calidad de primer priísta del país, a las antiguas prácticas autoritarias y corporativistas que han caracterizado a su partido --y que han sido algunos de los principales obstáculos para el establecimiento de un régimen democrático en el país-- y sus llamados a reformar y hacer congruente al PRI con la nuevas circunstancias políticas de México constituyen una toma de posición que debe aprovecharse para impulsar un cambio democrático en ese partido. Si se tiene en cuenta que la falta de democracia que ha padecido México durante décadas tuvo su origen en el carácter corporativo y autoritario que han caracterizado al PRI y al sistema político del cual el partido oficial es uno de sus pilares e instrumentos fundamentales, la realización de una cabal reforma democrática en el priísmo, además de ser una medida necesaria para mantener su competitividad electoral y su credibilidad ante una ciudadanía cada vez más consciente y exigente, sería un factor favorable para el desarrollo político del país.
Debe reconocerse que el PRI posee una base social amplia y organizada. Sin embargo, los militantes priístas no han tenido vías suficientes para acceder a la toma de decisiones, asumir puestos en los órganos de dirección de su partido y ocupar candidaturas a cargos de elección popular. Como lo han demostrado las recientes renuncias y desacuerdos en el PRI, la ampliación de las oportunidades de participación de la militancia es una condición indispensable tanto para mantener su unidad y su capacidad de convocatoria como para aspirar a los triunfos electorales. Los priístas deben asumir que los ciudadanos ya no están dispuestos a aceptar prácticas antidemocráticas ni la manipulación o vulneración del sufragio popular. Si el PRI no practica la democracia en sus procesos internos será muy difícil que pueda validar ante la sociedad su convicción y sus intenciones democráticas para el país, y no tendrá oportunidades de triunfar legítimamente en los procesos electorales por venir.