En muchos escritos he llamado al PRI ``partido del régimen político'', por lo que no coincido con quienes lo califican de partido de Estado. Quienes lo llaman de este modo confunden --creo-- Estado con su forma, y esta confusión plantea problemas para interpretar la actual crisis del PRI. Lo que está en crisis es la forma de Estado (el régimen político), no el Estado. La crisis del PRI, como yo la veo, es resultado de la crisis del régimen político que le dio vida y movimiento.
Esquemáticamente este régimen (equivalente a forma de Estado y, por lo mismo, distinto del Estado) ha tenido el siguiente desarrollo: primero fue bonapartista puesto que, entre otras características, ninguna de las clases sociales en México estaba en condiciones de asumir el poder para sí. Luego, todavía arrastrando algunos elementos del bonapartismo, entre éstos el populismo posrevolucionario, fue crecientemente influido por la burguesía en la medida en que ésta tenía más fuerza. Cuando la burguesía (especialmente la transnacional y sus socios mexicanos) tuvo fuerza suficiente, no sólo para influir sino para determinar las características del régimen por la vía de los gobiernos de tecnócratas, el viejo régimen entró en una crisis de la que no parece que vaya a salir en poco tiempo, si sale.
El régimen creó su partido, el partido del régimen, como le llamara acertadamente Lázaro Cárdenas siendo presidente del antiguo PNR. Fue asimismo un partido gobiernista (que no del gobierno), como también le llamara Portes Gil, porque su papel era apoyar al gobierno-en-turno en representación del régimen político (que, como se sabe, es un concepto más amplio que el de gobierno), a cambio de que el gobierno-en-turno lo mantuviera en por lo menos dos sentidos: con los recursos públicos y con expectativas de posiciones remuneradas para sus miembros (tanto en puestos de elección como en los de designación en la administración pública).
Por lo tanto, al entrar en crisis el régimen, su partido tenía que entrar también en crisis, y no sólo por una relación de causa-efecto (que eventualmente yo no suscribiría), sino sobre todo por depender del gobierno-en-turno. Al no ser éste, en los últimos años, funcional al viejo régimen, el PRI, con todos sus aparatos creados para servir a una cierta forma de Estado (es decir a un régimen), resultó disfuncional para los gobiernos tecnocráticos. Si bien éstos quisieron cambiarlo (Salinas, su liberalismo social y ``un partido de ciudadanos''), no lo lograron porque su estructura y su base militante no se corresponden con el nuevo régimen que han intentado construir los tecnócratas y los amos a los que sirven (los mercados, les llaman).
Esto explicaría las fugas que ha tenido el partido en sus últimos años, así como también su descenso en la votación. Pero también explicaría que dentro del PRI se den casos, evidentes, de políticos que están enfrentando tanto a la dirección de su partido (puesto que no es resultado del sentir de los priístas sino de una designación del Presidente de la República), como al mismísimo titular del Ejecutivo federal, con miras al 2000.
El PRI ha cumplido 69 años y probablemente cumpla algunos años más. Pero no nos confundamos, el PRI de ahora está en crisis porque el régimen que lo parió está en crisis, y el gobierno de Zedillo no podrá reconstruirlo mientras en el seno del PRI (y en el interior del PRD) subsistan tanto los que quieren revivir los peores momentos y los defectos del viejo régimen (los dinosaurios, como les llaman) como los mejores momentos y cualidades del viejo régimen, que algunas ventajas tuvieron --comparadas con lo que ahora está ocurriendo en el país.