Por años los científicos se han preguntado si la conducta en general y la sexual en particular están predeterminadas genéticamente o son producto del entorno y, por lo tanto, un fenómeno plástico y variable.
El hecho de cuestionarse si la naturaleza de la homosexualidad tiene un origen biológico o genético siempre ha causado polémica, y hasta hace muy poco tiempo no había sido posible contestar esta pregunta experimentalmente. En la actualidad los avances en fisiología, genética y biología molecular nos abren nuevas perspectivas experimentales. Ejemplos de este tipo de investigaciones en humanos y roedores se mencionaron en la sección de ciencia, en La Jornada del 16 de febrero de 1997.
La relevancia de los estudios en mamíferos es incuestionable, ya que aportan información sobre cómo funciona nuestro cerebro y cómo interactúa con el entorno; sin embargo, la complejidad intrínseca de esos sistemas hace que sea muy difícil sacar conclusiones sobre la relación organismo-medio ambiente en la determinación de la conducta sexual. Una forma de evitar las dificultades de estudiar a un organismo tan complejo como un ratón o un humano es hacer preguntas similares en sistemas más simples, los cuales en general son más fácilmente manipulables.
Uno de esos modelos clásicos es la mosca de la fruta (Drosophila melanogaster). Ese pequeño organismo tiene muchas ventajas experimentales: es barata, una generación dura 15 días, su genética está muy estudiada y tiene un comportamiento sexual estereotipado, es decir, su cortejo es reproducible y bien definido.
Cuando una mosca macho quiere aparearse con una hembra primero la persigue hasta que la convence de que le haga caso, luego se orienta hacia ella y le canta una canción de amor con vibraciones de sus alas; si la hembra lo acepta se deja tocar (con la patita), y si todo sigue bien el macho lame los genitales de la hembra, después la monta y simula una copulación, pero no la consuma, y por último copulan.
En poblaciones normales de moscas todos esos pasos son muy reproducibles: siempre hacen lo mismo y se tardan el mismo tiempo en realizarlo; ello ha permitido hacer un análisis cuantitativo del comportamiento sexual. Por ejemplo, se puede ver qué tan bien cantan las moscas usando un micrófono y un osciloscopio para ver la frecuencia, ritmo y amplitud de las ondas de la canción.
El hecho de que la actividad sexual de las moscas sea tan reproducible ha permitido buscar mutantes que no hagan bien alguno o algunos de los pasos del cortejo. Por ejemplo, se pueden buscar moscas que canten una canción aberrante o cortejen moscas de su mismo sexo. Un ejemplo de esas mutaciones se ha llamado fruitless, que significa ``sin fruto''. Esta mutación sólo afecta a los machos que la llevan y su efecto es convertirlos en homosexuales. Los machos mutantes en fruitless sólo cortejan a otros machos y no hacen caso de las hembras. Se persiguen y se cantan entre ellos, y si se mezclan en una botella machos mutantes y hembras los machos ignoran a las hembras y hacen cadenas o filas donde son a la vez cortejadores y cortejados. Muy interesantemente, las hembras mutantes aparentemente no son afectadas en ningún aspecto de su sexualidad o fisiología. El gene fruitless fue clonado recientemente en el laboratorio del doctor Bruce Baker, en Stanford, utilizando una estrategia mixta de biología molecular y genética, haciendo así a fruitless el primer gene identificado a nivel molecular que se correlaciona directamente con un cambio en una característica específica del comportamiento.
Fruitless es un ``gene maestro'' de control, el cual que es regulado por los genes que determinan el sexo de la mosca. Al parecer, fruitless sólo es activo en las moscas macho y controla el desarrollo de algunas zonas del cerebro estructuralmente distintas entre hembras y machos; es decir, si fruitless está ausente, el cerebro del macho no se desarrolla correctamente, por lo que no es capaz de decidir quién es una pareja sexual, causando así una ``preferencia'' por otras moscas macho. No se sabe aún qué nivel de este proceso de decisión está afectado. El análisis molecular de fruitless ha permitido determinar que pertenece a una familia de genes involucrada en el desarrollo del sistema nervioso central, no sólo de moscas, sino también de ratones y humanos.
Si bien es muy claro que fruitless afecta la conducta sexual de los machos, también existen evidencias de que no es el único factor: la interacción con el medio ambiente y el aprendizaje también influyen. Un ejemplo de esas influencias sobre la conducta se puede ver cuando uno mezcla machos mutantes en fruitless con machos jóvenes normales en ausencia de hembras, los machos normales aprenden el comportamiento homosexual. Esos resultados demuestran que si bien existe una predisposición genética, ésta no es absoluta ni siquiera en organismos tan simples como la mosca de la fruta; en mamíferos la naturaleza multifactorial de las preferencias sexuales hace que sea aún más difícil de predecir el efecto de una mutación de ese tipo. Ello significa que, aunque existan mutaciones en genes que predispongan o hagan más probable un cierto comportamiento sexual, es el balance de la interacción de esos genes con el medio ambiente lo que finalmente define la tendencia sexual.
Esos hechos nos plantean más preguntas que respuestas, algunas de ellas son: ¿se pueden comparar los sistemas nerviosos y su desarrollo entre las moscas, los ratones y los humanos? ¿Qué genes son importantes en el desarrollo del sistema nervioso? ¿Cómo cambios en la estructura del cerebro afectan la manera en que las moscas y los humanos ven el mundo? ¿Qué tan predeterminados estamos genéticamente y qué tanto nos afecta el medio ambiente? Si esas mutaciones existen en la naturaleza, ¿cómo definimos un gene normal de uno mutante? ¿Qué es normal?
Todas esas preguntas siguen abiertas y van a pasar muchos años antes de que puedan considerarse resueltas, y conforme se vayan contestando seguro que aparecerán interrogantes nuevas. Es esencial que la sociedad entienda que es bueno que exista diversidad, tanto a nivel genético como ideológico, y al hacer uso de esa información aumente nuestra libertad y bienestar, reduciendo al mínimo la segregación, el abuso y las injusticias.