Juan José Saldaña
Las humanidades de la ciencia y la tecnología

La problemática actual de México incluye graves asuntos de naturaleza científica y tecnológica. Entre otros: el aire que se respira, los alimentos que se ingieren y la salud de la población; la informática y sus múltiples efectos en la vida cotidiana, tanto de individuos como de organizaciones públicas y privadas; la eventualidad de la clonación de seres humanos en territorio mexicano; los residuos tóxicos que genera la sociedad industrial y la ausencia de un control democrático sobre su manejo; la formación acelerada de los recursos humanos en ciencia y tecnología necesarios para el desarrollo; la investigación aplicada que necesitan las empresas para poder competir en los mercados y crear los empleos que en número creciente demandan los mexicanos.

Esos asuntos están en íntima relación con la calidad de vida y la problemática educativa, económica, política y ética de la sociedad mexicana finisecular, y por lo tanto forman parte de sus preocupaciones actuales y futuras. Por ello, debe reconocerse que la nuestra es ya una sociedad tecnológica y que lo será cada vez más en el siglo que se avecina. Ahora bien, ¿está siendo preparada nuestra juventud estudiosa, y por ende la sociedad del futuro, para hacer frente con posibilidades de éxito a esos desafíos?

Dejando de lado lo relativo a las políticas de ciencia, tecnología y educación, que desde luego distan aún de lo que se requiere, puede afirmarse que el software que haría funcionar el dispositivo puesto en marcha por la sociedad para atender la problemática antes señalada está aún por construirse. Se trata de aspectos salientes de la modernización en curso que son poco atendidos por el mundo académico, las instituciones educativas, las empresas, los medios de difusión y, en general, por todos aquellos sectores responsables de la conducción del país hacia nuevos estados de bienestar y prosperidad. Me refiero a las humanidades de la ciencia y la tecnología, elemento fundamental para que el cambio tenga lugar con plena conciencia de la sociedad y para que sea manejable por sus propios actores. Esto es, una redefinición de las humanidades que las pone en concordancia con nuestra época, marcada por la dominación de la ciencia y la tecnología, y las vuelve susceptibles de incidir en el desarrollo del país.

Al término de la Segunda Guerra Mundial, los países de Europa Occidental comenzaron una reconstrucción modernizadora que los llevó a realizar una fundamental reforma universitaria y a superar la jornada de atraso que -según el decir de Gastón Bachelard- tenían las humanidades respecto de la ciencia. En la actualidad, los también llamados estudios sobre ciencia, tecnología y sociedad son impulsados por la Unión Europea en todas las universidades, y en varios países como Gran Bretaña y España se produjo una transformación en la enseñanza de las humanidades clásicas también en el nivel preuniversitario, al sustituírseles por el estudio de la historia de la ciencia y la tecnología.

En Estados Unidos, desde hace varias décadas, se introdujo una reforma similar en las universidades a partir de la iniciativa de James B. Conant, el célebre rector de la Universidad de Harvard, y en la actualidad con el apoyo de la National Science Foundation las humanidades de la ciencia y la tecnología forman parte de la currícula académica de los estudiantes de todas las áreas del conocimiento. La UNESCO, por su parte, ha recomendado la introducción en la enseñanza universitaria de los estudios de historia, sociología y política de la ciencia y la tecnología, así como la realización de investigaciones sobre esos temas referidos a las situaciones locales de cada nación y de carácter comparativo entre varios países.

En México tenemos una situación dual al respecto. Por una parte, al igual que acontecía en Europa y otros lugares hacia los años 50, en el país se introdujeron los estudios de filosofía de la ciencia, pero no así lo referente a otros aspectos humanísticos de la ciencia y la tecnología ni lo relativo a la investigación sobre ambas disciplinas en la historia y el contexto mexicanos. Ha sido en las pasadas dos décadas cuando esto último empezó a realizarse mediante unos cuantos cursos y seminarios universitarios, realizados principalmente en las facultades de Filosofía y Letras y de Ciencias de la UNAM. Y aunque en la primera institución ya se cuenta con cerca de medio centenar de estudiantes que han realizado sus tesis sobre temas de historia de la ciencia mexicana, en general las humanidades de la ciencia y la tecnología aún no se han institucionalizado ni tienen un impacto sobre la formación de los profesionales que egresan de la universidad ni, menos aún, fuera de ella en ámbitos como el empresarial, el de los medios de difusión o el de los funcionarios públicos del sector.

Por otra parte, en México principalmente, pero también en otros países latinoamericanos, desde los años 80 se ha desarrollado una perspectiva conceptual nueva en la que la ciencia surge como un proceso social comprensible aun fuera del molde europeo-americano. A través de un importante esfuerzo de investigación empírica pudo descubrirse la riqueza, variedad y significación social de la ciencia que se ha cultivado en el país, lo cual es un resultado no exento de implicaciones teóricas esenciales como consecuencia de haber dirigido el estudio de la ciencia y la tecnología a regiones geográficas y culturales definidas. En efecto, lo anterior vino a significar un enriquecimiento de la visión estándar de la ciencia al permitir la comprensión de la ciencia local, lo cual resultaba imposible en la visión tradicional, y así ha sido reconocido. Esto, además, posee consecuencias pedagógicas importantes pues nos lleva a entender cómo se han hecho viables la ciencia y la tecnología en los diferentes países; cómo se han constituido la cultura científica y las comunidades, el ethos y el estilo científico que son siempre particulares; cómo las escuelas de pensamiento, los mecanismos sociales de valoración del trabajo científico, las instituciones de docencia e investigación, las políticas de fomento, las metodologías de enseñanza y otros aspectos de gran importancia que, además de permitirnos entender cómo ha sido el desarrollo científico-técnico del país, echan luz sobre las opciones del presente. A tal punto ha sido significativa esta perspectiva del análisis humanístico de la ciencia y la tecnología que toma en cuenta al contexto, que por primera vez en un siglo la realización del próximo 21 Congreso Mundial de Historia de la Ciencia ha sido concedida a México, para celebrarse en el año 2001.

Lo anterior permite apreciar que las humanidades de la ciencia y la tecnología han echado raíces en México, y ahora procede su institucionalización para estar en condiciones de participar en la elaboración de una nueva pedagogía, integral y flexible, en el país, así como en el diseño de modelos de desarrollo de ambas disciplinas que incluyan al contexto social local como uno de sus componentes.