ASTILLERO Ť Julio Hernández López
El jueves de la semana pasada, al bajar del avión que le había llevado a Mérida por segunda ocasión en tan sólo 34 días, el presidente Ernesto Zedillo traspuso las reglas de la recepción protocolaria y mostró, de una manera más directa, el afecto que siente por Víctor Cervera Pacheco, al abrazarle en señal de afecto, y así caminar (como grandes amigos) rumbo a los vehículos terrestres que les llevarían a una gira en la que se anunciaría, con todas sus letras, la alianza política de ambos personajes.
Esa inusual muestra pública de confianza y camaradería (de la que publicó una fotografía el Diario de Yucatán) fue la primera de una serie de evidencias del gusto genuino con que el presidente Zedillo se movió en aquellas tierras peninsulares.
Según las crónicas periodísticas disponibles, el Presidente disfrutó con apetito las diversas muestras de la gastronomía local, tomó una cerveza que no quiso disfrazar de sidral, y pidió (por interpósita persona, según la versión) que los músicos le tocaran dos piezas de su preferencia, Farolito y Chacha. Además, durante sus discursos se refirió con abundancia a su anfitrión. Hubo 16 menciones a Víctor Cervera Pacheco por su nombre, en un discurso presidencial, varias de ellas calificándolo de ``mi muy apreciable amigo''.
El saldo de tal visita del Presidente, como ya se dijo aquí en anterior columna, fue altamente positivo para el anfitrión: le eximió del riesgo de ser enjuiciado políticamente, pues con el anuncio de su alianza hasta el 2000, el doctor Zedillo comprometió el voto de los diputados y senadores priístas para impedir siquiera la sujeción a proceso del gobernador, y, por otra parte, a unos días del destape de candidatos priístas para las elecciones locales de mayo próximo, le dio un respaldo pleno al estilo agresivo, asfixiante y dictatorial con el que dicho personaje, Cervera Pacheco, ha enfrentado a la oposición para mantener el predominio priísta.
Víctimas principales de ese estilo opresivo lo han sido sobre todo los panistas, que constituyen virtualmente la única oposición verdadera en esa entidad. El cerverismo ha manejado una variedad nada original de formas de presión, que han pasado por la agresión física y verbal para directivos y representantes populares panistas y por el manejo difamatorio y persecutorio de cuanto asunto civil, penal o de la vida cotidiana sirva para mostrar a los panistas los costos de oponerse a las arbitrariedades del patrón yucateco.
Aun así, los panistas han logrado consolidar una fuerza electoral importante, sobre todo en la capital, Mérida, donde han tenido y tienen la presidencia municipal, diputaciones locales y una federal. Pero, incansable, Cervera Pacheco ha hecho, día tras día, todo cuanto ha podido para obstruir el trabajo de esos políticos que le son adversos y, al mismo tiempo, para favorecer al PRI, mediante un arcaico uso de los recursos públicos, explotando la miseria de las mayorías y condicionando obras y servicios a compromisos electorales en favor del tricolor.
En ese histórico bipartidismo que se ha mantenido en Yucatán, ha aparecido ahora una débil esperanza perredista de modificación de las tendencias electorales, con el ex gobernador Francisco Luna Kan, actual diputado federal perredista, como aspirante a la presidencia municipal de Mérida. Luna Kan es un político de conducta seria y sin excesos, que gobernó su tierra sin grandes sobresaltos y que en su momento impuso un veto doloroso a Cervera Pacheco para impedir que llegara, al menos en esa ocasión, al palacio de gobierno.
La simple presencia de Luna Kan en el escenario ha provocado la ira del Santo Patrono de Yucatán, el dueño de la vida política y de los capitales extranjeros, el líder campesino ahora enriquecido lo suficiente como para combinar los poderes políticos y económicos de la región.
Tal ira fue, sin duda, el motor real de los incidentes en los que un grupo disidente impidió la realización de un foro de análisis en el que iban a participar José Agustín Ortiz Pinchetti, Lorenzo Meyer y Arnaldo Córdova, y que terminó en enfrentamientos a golpes y lanzamiento de bolsas con pintura y huevos, dos de éstos estrellados en el cuerpo de Andrés Manuel López Obrador.
El mensaje enviado es clarísimo: es una advertencia a los perredistas de que el cerverismo no los dejará avanzar, y que se incentivarán las disidencias reales o inventadas para entrampar a ese partido y a sus candidatos. Es el mensaje soberbio enviado por el gran cacique fortalecido por los abrazos, las palabras y las alianzas presidenciales.
No conviene, sin embargo, dejar de lado la evidencia de que el aparato perredista está crujiendo en varios estados, no sólo a causa de odios convertidos en provocaciones, como en Mérida sino, además, porque este partido se ha nutrido en varios lugares de personajes de turbios antecedentes y de poca respetabilidad política.
En varios estados, los gobernadores han usado las estructuras perredistas para contar con una oposición manejable y acomodable a sus intereses particulares. Entretenidos a veces más en las pugnas internas por la distribución de las prerrogativas económicas, y por el cumplimiento de proyectos recibidos por encargo, esos perredismos estatales no han sido atendidos a fondo por la cúpula nacional, a veces más atenta a la creación de alianzas pragmáticas y a la búsqueda de avances electorales que al cuidado de sus principios ideológicos y de sus objetivos fundacionales.
Otro añadido preocupante en el espectro del PRD es la creciente incorporación de personajes históricamente beneficiados por el poder tradicional, ejecutores implacables de instrucciones superiores (con frecuencia en agravio de militantes de izquierda que hoy militan en el PRD), priístas de corazón y de convicción persistentes, aunque formalmente renuncien al tricolor, que hoy aspiran a ser convertidos en abanderados del perredismo sólo por razones de gélido pragmatismo electoral (el muy famoso ``se recibe cascajo'' caricaturizado por Magú).
Esa invasión de personajes polémicos ha instalado en el perredismo la semilla de la desconfianza interna y de la desazón, elementos ambos generadores a su vez de las condiciones adecuadas para las inconformidades, las disidencias y las renuncias.
En todo el país hay cerveras dispuestos a golpear los intentos opositores de avance, pero también es importante revisar con cuidado la nómina de los aspirantes a candidatos, y de los directivos de varios estados y municipios, que en esencia se asemejan a esos mismos cerveras externos.
Astillas: Conmueven los esfuerzos del gobierno chiapaneco por darle legitimidad a su presunto plan de paz. En un escenario absolutamente priizado, con acarreo y escenarios multitudinarios, se ha presentado un proyecto que no tiene mayor futuro que el de darle una plataforma argumental a la decisión de Roberto Albores Guillén de que, a partir del próximo 14, ``no le temblará la mano para aplicar la ley''... José Murat recibió al fin la oportunidad de ser candidato a gobernador de su estado. La miseria extrema, los brotes guerrilleros y la estela de corrupciones recientes son temas para cuyo enfrentamiento se requiere de una alta sensibilidad política... El gobierno mexicano tiene particular temor de que los problemas chiapanecos lleguen a dañar el proceso de aprobación del tratado comercial con la Unión Europea. Por ello parece increíble que se haya enviado tan grave mensaje a los franceses con la deportación del sacerdote Michel Henri Jean Chanteau...
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