``El maestro de la supervivencia ha muerto''. Con esta frase, Stefan Breuer resumió en el Berliner Zeitung del 18 de febrero el tránsito final de Ernst Jünger. Que el escritor alemán haya vivido 102 años de intensa lucidez es un milagro biológico, pero más asombroso aún es que viviese como si no deseara otra cosa que morir pronto. En su temerario código de vida, buscó formas extremas de desafiar su estrella. En 1913, a los 18 años, se alistó en la legión extranjera, participó en dos guerras mundiales, tuvo el coraje de oponerse a los nazis a los que sirvió como oficial, pasó por la hambruna de la posguerra y, por si fuera poco, fue un viajero frecuente en el LSD. En su libro Dos veces Halley, sobre el retorno del cometa en 1985, cuenta que su padre reunió a la familia en 1910 para ver el resplandor que cruzaba el cielo y calculó que sólo el más pequeño de sus hijos lo vería de nuevo. Nadie podía suponer que a los 90 años Ernst Jünger sería capaz de acampar y beber una botella de vino para celebrar por segunda vez el fuego del Halley. Más allá de la resistencia que lo define como testigo impar del siglo, Jünger fue autor de dos soberbias utopías narrativas, Heliópolis y Eumeswil, y de ensayos imprescindibles sobre el nihilismo, Nietzsche, la astrología, el papel cultural de la guerra y los destinos peculiares que advirtió en las figuras del ``anarca'' y el ``trabajador''. El iconoclasta de Heidelberg, salió de cada guerra mundial con una novela maestra: Tempestades de acero es un agudo registro del primer combate industrial de la humanidad, y En los acantilados de mármol puede leerse como la mejor metáfora contra el autoritarismo. El estilo literario de Jünger es un reflejo de su creencia en la ``aristocracia del espíritu''. El preciosismo y los alardes culteranos de su prosa han sido descartados por algunos críticos como kitsch de sangre azul por la crítica alemana. Por otra parte, su soberano desprecio por la democracia y sus jornadas de oficial nazi, lo convirtieron en un blanco continuo de la izquierda alemana. En Radiaciones, sus diarios de la ocupación alemana, narra con la distanciada frialdad de un entomólogo un fusilamiento que se cumplió bajo sus órdenes. Resulta difícil simpatizar con la faceta militarista del escritor del mismo modo en que resulta imposible no simpatizar con su profunda devoción por la cultura del enemigo. Gracias al oficial Jünger, Francia salvó incontables cuadros y manuscritos, y no es una casualidad que hoy en día sea mucho más leído en francés que en alemán. Si bien es cierto, como señaló Thomas Mann, que Jünger se sentó a la mesa de los asesinos, también lo es que trató de envenenarles la cena. Además de la demoledora parábola sobre el imperio de la muerte que significa En los acantilados de mármol, Jünger escribió condenas explícitas del nazismo y no fue ajeno a la autocrítica. A pesar de la elevada opinión que tenía de sus propios juicios (descrita en forma indeleble por Bruce Chatwin en ``Un artista en la guerra''), el memorialista de Pasados los setenta supo ponerse en tela de juicio y ser el más severo de sus sinodales. Figura tan intensa y contradictoria como la época que le tocó en suerte, Jünger ha contado con notables intérpretes en México, entre ellos Juan García Ponce, Pablo Soler Frost y Javier García-Galiano. Ediciones Heliópolis tomó su nombre de una de las novelas capitales de Jünger (quien a su vez aludía a la Ciudad del Sol de Campanella) y le dedicó un libro singular: Ernst Jünger: tres siglos. Homenaje en sus cien años de vida. A la manera de Goethe, Jünger buscó en la naturaleza claves para su heroísmo individual. Leerse en el intricado tejido del cosmos fue su pasión de fabulador y naturalista. Testigo de los decursos astrales y las intrincadas sendas de los insectos, encontró en el sol la mejor forma de medir la arrogancia y el atrevimiento de su aventura: ``El hombre no debe ser amigo del sol, debe ser sol. Lo es; el error está en que desconoce su lugar, su patria y, por tanto, su derecho''.
|
El repertorio de Dioscórides trae la noticia. Hela aquí en la versión de don Andrés Laguna (1555): "El Smylace, llamado de los latinos Taxo, es un árbol semejante al Abeto, ansí en la grandeza como en las hojas. Nace en Italia y en la Francia Narbonense, vezina de España. Los paxarillos que comen el fructo del que crece en Italia se buelven negros; y a los hombres toma fluxo de vientre. El Taxo Narbonense tiene tanta vehementia, que offende gravemente a los que a su sombra duermen, o assientan: y aun muchas veces los mata. Quise aquí recitar su historia, para que se guarde cada uno dél." Cuando topé con esta nota al pie en la autobiografía de Gerolamo Cardano (Alianza Universidad, 685), me detuve y la leí dos veces, no por el contenido de la noticia, sino por el delicioso sabor arcaico del castellano en que está contada. ¿Dónde está el secreto de esta frescura verbal? El idioma se siente prístino, afilado y lleno de inventiva. No hay retorcimiento: las palabras se oyen tan limpias que parecen usadas por primera vez. El consejo de Verlaine: "procura que tus palabras no casen perfectamente unas con otras", está aplicado en esta prosa. No es lo mismo decir "enferman", "lastiman" o "intoxican" que "offenden gravemente a los que a su sombra duermen". Ahora oigamos unos remedios contra el insomnio. Los receta Cardano, médico renacentista: "(primero) ayunaba reduciendo los alimentos a la mitad o menos, (luego) utilizaba pocas medicinas fuera del ungüento de álamo, sebo de oso o aceite de ninfas de abeja que me untaba en diecisiete sitios del cuerpo: los muslos, los pies, las plantas, la nuca, los codos, las muñecas, las sienes, la garganta, el corazón, el hígado y el labio superior". Estos remedios guardan también el vigorizante sabor de lo arcaico, atenuado por la resurrección y vigencia actuales de la llamada medicina alternativa. Si recetamos a un crédulo que se unte sebo de oso en la garganta para dormir bien, y el producto está a su alcance, se lo aplicará. Pero Cardano no era un curandero: fue médico, profesor en la universidad y el primero en describir el tifus. Y fue también célebre matemático. Algo debió razonar, pero la estructura de su discurso se ha perdido: ¿por qué, por ejemplo, se unta en las diecisiete partes señaladas y no en otras como, digamos, la frente? No sabemos. Al escapar la estructura del pensamiento, se manifiesta la inventiva de Cardano, y pasamos con suavidad de la medicina a la poesía. Puede haber, en efecto, una poética de la herbolaria. Ahora veamos algo que, aunque es muy arcaico, tiene menos sabor que el que debería corresponderle. De joven, Cardano fue sexualmente impotente. La explicación que nos ofrece de tan dolorosa limitación está en su horóscopo: "a consecuencia (de cierta disposición astrológica), era posible que yo naciera monstruo. Ahora bien, como el punto de la conjunción precedente fue el grado vigesimonoveno de Virgo, debí ser monstruoso. Pero el Sol, los dos planetas perjudiciales (Marte y Saturno) y Venus y Mercurio estaban en signos humanos: de ahí que yo no dejara de tener forma humana. No obstante, como Júpiter estaba en ascendente junto con Venus, que dominaba todo mi horóscopo, no pasé sin cierto daño de mis genitales, de modo que desde los 21 años a los 31 no puede realizar el coito y muy a menudo lamenté mi suerte, envidioso de la de cualquier otro que no fuera yo". ¿Es posible que el doctor Cardano haya escrito esta explicación sin siquiera sonreír un poco? Pero volvamos a la adormidera. La idea tiene paraonicas posibilidades. El paradoxógrafo griego Antígono habla de un palacio venenoso: "cuando en Atenas era arconte basileo Epéneto, en la 36 Olimpiada, en la que Aritamante el Laconio venció en el estadio, en Pálico de Sicilia se construyó un edificio en el que cualquiera que entra, si se recuesta, muere, en cambio si pasea a su alrededor, no le pasa nada". Esta magia puede refinarse añadiendo que el edificio, como el hígado de los ratones o el Estrecho de Italia, crece y decrece con las fases de la Luna. La imagen de un palacio multiplicando sin ruido sus salas como amiba de piedra bajo el influjo de la pálida luz de la Luna, tiene su chiste: ¿qué extrañas y periódicas doncellas aparecen ahí cuando crece y a dónde van cuando la Luna se oculta? En esta sociedad de inmueble y organismo hay un cuento no escrito todavía, pero ya con el sabor de lo arcaico. "En Frigia hay bueyes que mueven a voluntad los cuernos, no hay eunucos calvos y todos los ginecólogos, por razones que no alcanzamos, tienen los brazos velludos", y con esto, que dice Isígono que afirmó Polemón, terminamos.
La barda digital
El mundo ya no está dividido entre este y oeste y, de creerles a ciertos tecnoprofetas, pronto ya no lo estará tampoco entre norte y sur. La nueva cortina de acero o muro de la tortilla será la barda digital. En un futuro donde el comercio se hará de clic en clic, en que las transacciones se pagarán con dinero electrónico, en el cual la información -técnica, financiera, cultural y política- circulará principalmente en forma de bits y los conflictos armados serán infoguerras (podríamos añadir que hasta el sexo será virtual), quienes no estén en línea (o encuentren siempre el número de su servidor ocupado) van a sentirse profundamente marginados y vulnerables. La suerte de los individuos y las naciones dependerá de qué lado de la barda digital se encuentren. No hay duda que pocos memes (ideas contagiosas que se propagan como epidemias y que la gente repite sin cuestionar) se extienden por el planeta como éste. Pero a fuerza de repetirla, esta idea ha terminado por infectar la realidad. Como escriben Geremie R. Barmé y Sang Ye en Wired (junio 1997), en China el tradicional saludo Ni chifanle ma (¿Ya comiste?), está siendo cambiado por Ni shangwagle ma (¿Estás conectado?).
Tecnoapartheid
Internet está de moda (y por supuesto que esta moda se siente mucho más en los medios desconectados que en línea), y a pesar de que es una vía que sirve para unir a la gente, ``liberar la información'' y democratizar el conocimiento, en realidad está creando un tecnoapartheid. Podemos ver ya cómo el nuevo orden digital mundial se está volviendo una continuación, por la vía de los bits, del viejo nuevo orden mundial. Como escribe Arthur Kroker en su libro Data Trash, the Theory of the Virtual Class : ``[la cultura finisecular] no es una cultura conectada, sino una cultura virtual que ha hecho cortocircuito: compulsivamente obsesionada con la tecnología digital como fuente de salvación de la realidad de una cultura solitaria y una desconexión radical de la vida cotidiana, y determinada a excluir del debate público cualquier perspectiva que no sea una porra por el advenimiento de la sociedad tecnológica totalmente realizada''.
Conectados vs. parias
Si el mapa del mundo tras la segunda guerra mundial se dividía en dos esferas de influencia, el de la actualidad lo está en rangos de acceso a Internet: total (casi toda Europa, Inglaterra, Alemania y Albania); libre, pero algunos contenidos son regulados (EUA, Inglaterra, Alemania y Albania); permitido sólo a dependencias del gobierno y universidades (China, Arabia Saudita, Irán y Cuba); prohibido y castigado con penas muy severas (Myanmar-Birmania), e inexistente (Libia, Irak, Madagascar, Camboya, Bangladesh, Siria y otros enemigos del Tío Sam). Esta nueva cibertopografía es volátil, cambia de manera impredecible (Estados con libre acceso adoptan de la noche a la mañana restricciones severas, y otros liquidan sorpresivamente regulaciones). De cualquier forma, hay quienes se las arreglan para acceder a la red desde cualquier punto del planeta (con tal de que esté físicamente conectado) ya que en general las restricciones más severas a menudo son por default, no por diseño. Pero esta nueva distribución del mundo podrá traducirse en una geografía política donde los desconectados serán los parias de la humanidad, ya sean involuntarios (debido a su extrema pobreza) o voluntarios y por lo tanto enemigos de la ``comunidad internacional'' (eufemismo que se refiere a los países que aceptan la hegemonía planetaria estadunidense). Kroker escribe: ``Por medio de la información es como la clase virtual nos valoriza, de hecho nos monetariza. Como la teoría monetaria, con sus visiones de control económico por la aplicación violenta de regulaciones estatales al cuerpo social, alternativamente constriñendo y relajando los mecanismos de crédito, el banco informativo puede ser cibernéticamente dirigido en direcciones deflacionarias e inflacionarias.''
Universalidad de la censura
Comúnmente, la prensa estadunidense reporta las atrocidades cometidas en contra de los cibernautas en diversas partes del mundo. Por ejemplo, en Vietnam y China recientemente fueron cerrados todos los cibercafés. Ambos países intentan llevar a cabo la utopía de censurar Internet. Lo más nauseabundo en estos casos es que los últimos bastiones del socialismo han hecho muy claro que el acceso a la red no es para las masas. El gobierno de Hanoi advierte que serán penalizados quienes ``reporten información falsa, difamen el prestigio de organizaciones, insulten a héroes nacionales y grandes hombres, o inciten a la superstición o los vicios sociales''. En caso de violar estas normas, usuarios, autores de páginas y proveedores de servicio corren el riesgo de que se les impongan graves multas, perder la libertad y que todo su equipo sea confiscado. Lo curioso es que algunos estados de la Unión Americana aplican criterios semejantes: en Kansas, la ley prohíbe hacer ``comentarios indecentes'' en línea; en Connecticut es un acto criminal enviar correo electrónico obsceno, vulgar u ofensivo.
Naief Yehya
|