La Jornada Semanal, 1 de marzo de 1998



MEDIOS


SINTOMAS DE PARALISIS


Ernesto Priani Saiso



El episodio que desde hace algunas semanas tiene como protagonista a Televisión Azteca, recuerda muchos otros ocurridos durante la era de Jacobo en Televisa. Podría decirse que los ejecutivos de noticias de la televisora del Ajusco decidieron iniciar un viaje al pasado, al hacer propias y difundir las ideas de una corriente política en el gobierno, y de paso, enfrentarse a otras corrientes políticas, como la que domina en el Distrito Federal y que se expresa en diarios como La Jornada, pero sobre todo, al conjunto de los televidentes que no comparten su diagnóstico -por cierto, grotesco y simplista- de lo que ocurre en Chiapas.

El tema aquí, más allá de la coyuntura en que se desenvuelven estos hechos, es el de hasta dónde la posición de una empresa de información debe reflejarse en el trabajo periodístico que realiza. Porque como institución cualquier diario, cadena de radio o de televisión, puede tener una postura frente a los acontecimientos nacionales, de acuerdo a los intereses particulares de los dueños y ejecutivos de la empresa; de hecho, es sano que la tenga y la manifieste. Sin embargo, qué tanto debe ésta influir en el ejercicio diario del periodismo, qué tanto debe marcar la línea de reporteros, locutores o conductores.

Está claro que Sergio Sarmiento, director de Fuerza Informativa Azteca, no está de acuerdo con la presencia de observadores internacionales en Chiapas. Así lo ha manifestado tanto en Hechos como en el periódico Reforma. Hasta ahí, uno podría, cuando más, polemizar con él, a excepción, claro, de los momentos en que utiliza fuentes anónimas para decir que alguien dijo algo, porque eso es más bien chisme.

Su opinión, pues, como la de cualquier otro, sobre un aspecto de la realidad del país, forma parte del panorama de perspectivas sobre la situación en que vivimos. Pero, ¿ocurre lo mismo cuando el conductor de Hechos muestra suspicacia sobre el papel de los observadores; cuando Lolita de la Vega, a bordo de un helicóptero, sólo ve extranjeros amenazándola en tierra; cuando, en fin, los reporteros de Fuerza Informativa se ahorran el trabajo de recabar las reacciones de los grupos de observación, y cuando el productor del noticiario no es equitativo con el espacio que les otorga? A este nivel, la parcialidad de una opinión simplemente adquiere el rango de mentira.

Es difícil sostener, en estos días que corren, que se pueda aspirar a la perfecta objetividad periodística. Pero si esto no es posible en términos absolutos, sí lo es en términos relativos. Como en cualquier otra actividad humana, el periodismo -sea impreso, radial o televisivo- tiene una serie de métodos que, en la medida en que se respeten, garantizan que el lector o el auditorio tengan los suficientes elementos para tomar por sí mismos la decisión de cuál es la realidad de los acontecimientos. El punto de inflexión está en dónde se ubica el juicio para establecer la importancia y el impacto real de un hecho -y que no es el reportero, el editor o el conductor o el director de un medio de información, sino el receptor de esa información: la sociedad, el público. La importancia de la investigación periodística radica justamente en que es a través de ella como se obtienen los elementos que deben integrar una noticia y que no se limitan a las declaraciones del día, los hechos inmediatos, sino que incluyen el contexto, el impacto posible en otras áreas, la secuencia de los acontecimientos.

Pero en el caso que nos ocupa, está claro que se sustituyó el esfuerzo de investigación -como el que hizo, por ejemplo, Ricardo Rocha en Detrás de la Noticia sobre la matanza de Acteal- por el sesgo, necesariamente parcial, de una empresa.

No es, por supuesto, la primera vez que Televisión Azteca adopta este tipo de conducta. Más bien, ha sido una constante que se ha ido acentuando y que en muy poco tiempo ha mermado una de las ventajas comparativas que tenía frente a los noticiarios de Televisa: su legitimidad informativa.

Hace un año era muy extraño ver cartas en los diarios en contra del trabajo informativo de TV Azteca. Tampoco era objeto de calificativos tan frecuentes. De hecho, en la competencia por el raiting llegó a ser ampliamente competitiva frente a 24 Horas, por ejemplo. Hoy las cosas comienzan a verse de otro color.

El descenso del raiting, por ejemplo, en cerca de nueve puntos, es el más poderoso indicativo de que algo no está marchando todo lo bien que se pensaba. Por supuesto, influye el hecho de que las telenovelas que anteceden al noticiero de la noche -como señaló en una entrevista a Milenio Sergio Sarmiento- no han levantado como se esperaba y eso ha reducido el público sintonizado a la hora de iniciar el segmento informativo. Pero no puede atribuirse sólo a esto el que se pierda auditorio, más bien transparenta el escaso ánimo para levantarlo con los elementos de un verdadero programa informativo.

En cualquier caso, está claro que un noticiero sobreideologizado pierde reflejos, porque todo debe ser sometido a la decisión de quienes establecen el sesgo. Así le ocurrió a TV Azteca con la matanza de Acteal; y eso, la pérdida de la oportunidad, es lo peor que puede ocurrirle si aspira a mantenerse como negocio. En última instancia, la decisión es de ellos, que son quienes pierden audiencia y dinero.