La Jornada Semanal, 1 de marzo de 1998
Cuadernos de La Gaceta y está desde hace mucho agotada. José Emilio Pacheco ha seguido trabajando en este poema y espera publicar en 1998 su enésima versión. Adelantamos algunos pasajes, por vez primera traducidos con la rima que forma parte indesligable de estos textos. En los Cuartetos de 1989 la sextina que forma el segundo movimiento de The Dry Savages fue puesta en verso libre. Ahora se ha logrado mantener el esquema original de Eliot, en el que cada verso rima con el que ocupa su lugar en la siguiente estrofa.
Ajo y zafiros en la greda
Traban el eje de la rueda.
Canta la
sangre en su alambrada,
Bajo la cicatriz, guerra olvidada.Lo
que danza a lo largo de la arteria
Y la circulación de la
materia
Vagan en la deriva de la estrella.
Sube el verano hasta
dejar su huella
Entre ese árbol que la luz aloja
En la móvil
silueta de la hoja.
Y se escucha en la tierra humedecida
al
jabalí y al perro, proseguida
También su eterna lucha, aunque sus
rastros
Se concilian arriba entre los astros.
¿Qué hace noviembre en la estación postrera
Con el disturbio de la
primavera
Y las criaturas del calor de estío,
La flor que cede
bajo el paso impío,
Malvarrosa que apunta a lo excesivo
(Su
color rojo muere en gris cautivo)
Rosas tardías con temprana
nieve?
Entre los astros a rodar se atreve
El trueno que simula
un carro armado
En la guerra de estrellas constelado.
Al sol
combate sin piedad Escorpión,
Sol y luna se van. Por esta
acción
Lloran cometas y el meteoro vuela.
En fuego acabará este
mundo en vela.
Cazan los cielos, cazan las llanuras,
Forman un
remolino en las alturas.
Guerra perpetua que arderá en el
cielo
Hasta que cubra este planeta el hielo.
El cirujano herido hunde el acero
e interroga la parte
destemplada.
Laten bajo su mano ensangrentada
La compasión y el
arte verdadero
Con que escruta la fiebre en el tablero.
Nuestra única salud es la enfermedad,
Si acato a la enfermera
agonizante
Que no intenta agradar: es su constante
Afán el
recordar: la humanidad
Empeora y desde allí sigue adelante.
Nuestro hospital está en la tierra entera.
Lo legó el arruinado
millonario.
En él, si bien nos va, se nos espera
Morir por el
cuidado extraordinario
Del Padre que protege dondequiera.
Sube el frío del pie hasta la rodilla.
Canta la fiebre en su mental
alambre.
Para tener calor me enfrío a la orilla
Del
purgatorio. El fuego es hielo y hambre;
Rosa es la llama; el humo,
zarza, astilla.
Sólo bebemos sangre, y por lo tanto,
Carne sangrienta es la única
comida.
A pesar de ello hacemos nuestra vida
De suponernos carne
sin espanto
Y a este viernes llamamos Viernes Santo.
¿Dónde termina aquello, ese mudo gemido,
La extinción silenciosa de
la flor otoñal
Que al arrojar sus pétalos queda
inmovilizada?
¿Hay fin para los restos que flotan naufragados
Y
el hueso que en la playa musita la irrezable
Plegaria a ti elevada,
terrible anunciación?
No hay fin y todo es suma: sólo hay el desmedido
Resultado de horas
y días sin final.
La emoción reflexiona, distante,
ensimismada,
En los años vividos entre los destrozados
Restos de
lo que se creyó firme y confiable
Y por ello más apto a la
renunciación.
Llega la última suma, el desvaído
Orgullo que resiente su declive
fatal,
La devoción lejana que parece borrada
Como un barco que
hace agua por los cuatro costados.
O escuchar en silencio tañer la
irremediable
Campana que te invoca, última anunciación.
¿En dónde encontrarán al fin olvido
Los que bogan al fondo de la
niebla letal?
Inconcebible un tiempo sin la mar encrespada,
O un
océano ya limpio de objetos oxidados,
O un futuro no expuesto, como
el irretornable
Pasado sin destino, a la desolación.
Piensa en los que desaguan ese barco roído
Y despliegan las velas
contra el viento brutal,
Entre bancos de arena que no está
erosionada;
Que cobran su salario en muelles devastados
Y en el alba no zarpan hacia el viaje incosteable
Para una pesca
inútil que no vale su acción.
No tiene fin, no acaba ese mudo gemido.
Tampoco el marchitarse
encuentra su final,
El dolor que no duele y se resuelve en
nada,
El mar a la deriva, los restos destrozados,
La imploración
del hueso a su deidad, la muerte; sólo
la impronunciable
Plegaria a
ti elevada, única anunciación.
En la manga de un viejo la ceniza apagada
Es cuanto sobrevive de la
rosa quemada.
Polvo que en aire flota suspendido
Marca el lugar
en que una historia ha sido.
El polvo que respiras fue
mansión:
Las maderas, los muros y el ratón.
Ha muerto la
esperanza: este desaire
Es la muerte del aire.
Hay inundación y sequía
Sobre los ojos y en la boca fría.
Agua
muerta y muerta arena
Luchan por victoria plena.
El suelo seco y
destripado
Muestra el esfuerzo aniquilado.
La sorda risa de su
boca aterra.
Es la muerte de la tierra.
Agua y fuego ocupan el sitial
De la ciudad, la hierba, el
matorral.
Agua y fuego se han burlado
Del sacrificio
denegado.
Agua y fuego pudrirán
Los cimientos, se hundirán
El
santuario, el coro luego.
Es la muerte de agua y fuego.
Señoras, a las cuales mi interés atendía,*
Señoras, a las cuales mis intentos parecíanles
ridículos,
Señoras, que me juzgan algo vociferante,
Y cuando sus mercedes con su paso de lujo
si ustedes consideran
mis méritos pequeños,
debilitados, alambicados,
rimbombantes,
insípidos, fantásticos,
monótonos y tontos y
estreñidos,
impotentes galimatías,
afectados, quizás
imitaciones,
por el amor de Dios píquense el culo.
horriblemente incautos y torpemente
insípidos
pretenciosos, ineptos y meticulosos,
desabridos como
el centro de un pan crudo,
tropezados versículos
versiculosos,
menguados a menudo, frecuentemente
crasos,
intentos de emociones vueltos isiculosos,
por el amor de
Dios píquense el culo.
actorzuelo gracioso
haciendo escándalo
para que grite la gente ``qué tieso este
farsante''-
un niño bobo con juguetes nuevos,
con leones de
madera tan carnívoros, cañones tan fumíferos,
máquinas vaporíferas
-esto se va a acabar;
-cuanta inocencia- ``lo único que quiere es
hacernos temblar''-
por el amor de Dios píquense el culo.
recorran las teorías
regadas por el pasto,
mis buenas intenciones mándenlas para el
rastro,
y, después, por amor de Dios píquense el culo.
``El triunfo de Bullshit'' está tomado del libro Inventions of the
March Hare, que reúne una serie de poemas inéditos de T.S. Eliot,
minuciosamente editados por Christopher Ricks y publicados el año
pasado por Faber and Faber. Escritos entre 1909 y 1917, los textos
formaban parte de un cuaderno manuscrito que Eliot creía perdido,
aunque en realidad se lo había regalado en 1922 a John Queen, el
abogado estadunidense que lo ayudó a publicar su primer libro. El
cuaderno, señala Ricks, ``está en la Berg Collection de la New York
Public Library. Fue comprado por la bibliotecaÊen 1958, junto con el
manuscrito de La tierra baldía, que también se daba por
perdido, pero esto no se hizo público sino hasta el 25 de octubre de
1968, tres años después de la muerte de Eliot''.
* En una versión anterior del poema, este
primer verso dice: ``Críticos, a los cuales he esperado
pacientemente.''