La Jornada Semanal, 1 de marzo de 1998
Hace unos meses, mi hijo se detuvo de pronto ante una pintura-escudo colgada en las Galerías Uffizi y me dijo: ``pero papá, qué bárbaro, cómo se le ven las escamas a estas serpientes; hasta parece la fotografía de unas de verdad''. Hoy, hace unos momentos, acabo de ingresar a la galería virtual del Museo Caravaggio
http://www.geocities.com/SoHo/3165/entrata.htm
y, caray, ante la misma Cabeza de Medusa del comentario infantil allí reproducida no pude menos que pensar: pero qué barbaro, en esta fotografía del cuadro las escamas de las serpientes parecen en verdad las de la pintura.
Las diferencias entre unos y otros museos virtuales, como entre los reales, son muchas y se encuentran distribuidas en varios puntos. Por un lado, se encuentran en la calidad, amplitud y originalidad de las informaciones consideradas. Por otro, en el mayor o menor gusto y riesgo en la selección de los materiales, gráficos o escritos, de las muestras permanentes y esporádicas. También tiene mucho que ver la cuota de generosidad aplicada a la hora de mostrar los fondos al navegante y, desde luego, cosa fundamental, la coherencia en el diseño del sitio. Por lo general, los museos reales que cuentan con ofertas de corte virtual son obviamente más bien tacaños a la hora de prestar sus obras a los ojos del navegante en línea.
Los museos sólo virtuales, como el Webmuseum o el dedicado en lengua italiana a Miguel Ángel Merici (Caravaggio), resultan casi siempre los más adecuados para gozar del arte por intermedio de la red. El último sitio mencionado, colgado en un servidor gratuito para el armado de los sitios, Geocities, es de la autoría de Guiseppe Vergara (1964), quien sin ningún fin de lucro lo mantiene vivo y en crecimiento desde Trieste. En el mejor y más puro espíritu inicial de Internet, Vergara lo ha concebido y lo está concretando ``por simple pasión hacia el Caravaggio''.
Dentro del terreno de los museos esencialmente virtuales, construidos a partir de materiales gráficos y textos ajenos, me gustaría centrarme en dos aspectos básicos, uno de los cuales ya deslicé al principio de este artículo. Si bien los contenidos del Webmuseum son en verdad atractivos, pues este sitio comienza a ser ya de hecho la enciclopedia más completa sobre arte de la red, el diseño de interiores resulta ya inadecuado al contrastarlo con los de otros espacios similares. La portada del Caravaggio, por poner un caso, a diferencia del Web, muestra con toda nitidez, de forma sintética y en una sola pantalla, sus contenidos. En ella, dispuestos alrededor de un retrato a lápiz del pintor que habla muy bien de su carácter y del de muchos de sus personajes, hay entradas a la vida de este artista milanés y a la historia que lo rodeó, así como a la galería virtual, los espacios de búsquedas, vinculaciones, novedades y créditos del sitio. Subdividida a su vez en otras dos pantallas, la portada irá paso a paso seccionando los apartados para facilitar la navegación. La galería virtual, por ejemplo, da acceso al museo pinacoteca, que es en realidad la reunión dentro del hiperespacio de pinturas con muy diversa historia y procedencia, contenidas en museos italianos, como las galerías Uffizi y Borghese, la de Arte Antiguo de Roma, los Museos del Capitolio, la Pinacoteca Vaticana o la Ambrosiana de Milán. El apartado siguiente, titulado ``Obras en el exterior'', atraerá al espacio virtual algunos oléos conservados en museos de Inglaterra, Irlanda, España, los Estados Unidos, etcétera. Y un apartado más exhibirá una selección de pinturas realizadas para iglesias. Este es el caso de La vocación de San Mateo y San Mateo y el ángel, obras que guarda San Luis de los Franceses muy cerca de la plaza Navona; o de las que Sergio Pitol vería en Juegos florales como un fresco y que son en realidad los óleos Conversión de San Pablo y Crucifixión de San Pedro, colgados en una capilla de la iglesia de Santa María del Popolo, en la plaza del mismo nombre.
Estas cuatro pinturas de gran formato me servirán ahora para mencionar la otra característica común a algunos de los museos virtuales. Y es que si bien los mismos no tienen la posibilidad de propiciar la emoción intransferible que da el contacto directo con las obras, al menos en ellos se ha buscado reproducir en pequeña escala el deslumbramiento visual que éstas producen. Para lograr el artificio se ha contado con la tecnología que permite alcanzar una cuidadosa digitalización y, dentro de los límites que protejen los derechos de autor, la más alta calidad de presentación; pero también, en casos como los mencionados, ha requerido de la sensibilidad y cultura necesarias para hacerlo.
Aunque quede excluida la sensación de orden atmosférico y proporcional que se manifiesta dentro de la iglesia de San Luis de los Franceses, poder observar sobre la pantalla y con lujo de detalles la luminosidad extraordinaria de La vocación de San Mateo es ya toda una aventura. Como lo es el enfrentamiento con los cuerpos sombreados, los pliegues de la vestimenta provocados por la torsión del cuerpo infantil o el suave contraste colorístico del conjunto de seres que se derrumban ante el martirio del santo en San Mateo y el ángel.