Los recientes incendios en varios estados, incluidos varios en las orillas de la ciudad de México, han sido calificados como los peores en diez años. Se ha advertido que la situación puede empeorar durante marzo.
Esta no es sino una consecuencia más de la sequía que abarca a buena parte del país y está relacionada, a su vez, con el fenómeno meteorológico conocido como El Niño. Si bien este fenómeno se repite después de varios años y se conoce desde hace mucho, la intensidad del actual es excepcional. Inundaciones en unas regiones --incluso algunas semidesérticas--, sequías en otras --incluyendo áreas amazónicas-- y, en general, cambios climáticos, son típicos de este fenómeno.
La sequía tiene, en nuestro caso, un efecto adicional: menos agua en las presas de las plantas hidroeléctricas. Esto, a su vez, implica menos capacidad de generar electricidad. En otra situación, con una reserva mínimamente aceptable, esto no hubiera sido problema. Pero ahora no es ése el caso.
Durante varios años se dejaron de iniciar nuevos proyectos de generación de electricidad. Cuando se reanudaron, y como normalmente se tardan varios años, había un hueco, de años también, entre la entrada de las plantas iniciadas antes, que concluyeron en 1996, y las que entrarían después, casi todas a partir del año 2000. Así, el año pasado no entró ninguna nueva planta a generar, y el mismo cuadro se veía para 1998 y, salvo una planta cerca de la frontera con Estados Unidos, también en 1999.
A mediados del año pasado se modificó el reglamento respectivo y se introdujo la noción de ``emergencia'' que pueda poner en riesgo la prestación del servicio eléctrico en un nivel nacional o regional. Al amparo de esta noción y de una reglamentación simplificada, está planteado que entren a operar, a fines de este año, cinco plantas de emergencia en diferentes lugares del país.
Sin embargo, con la sequía, esas plantas pueden no llegar a tiempo. De por sí en diciembre pasado, parece ser que por una falla en una unidad generadora, la falta de capacidad de reserva dio lugar a apagones en algunas partes de la capital del país. La baja en la capacidad generadora de las plantas hidroeléctricas por la escasez de lluvias en una buena parte del país puede causar un efecto similar, pero durante un mayor lapso de tiempo: la reparación de una unidad dañada requiere mucho menos tiempo que volver a llenar varias presas de las hidroeléctricas.
Lo anterior nos muestra la necesidad de una planeación racional en el sistema eléctrico y, en general, en el sector energético. La Ley de Planeación así lo establece. Pero los programas de energía, primero, no se cumplen en una serie de objetivos trazados; y segundo, en varios son demasiado generales.