Pablo Salazar Mendiguchía *
Chiapas: fragilidad social, intolerancia y desprecio
``Ahora hay división entre ellos y han quebrado la concordia como una vara contra sus rodillas. El maligno atiza a los unos contra los otros. Unos quieren seguir, como hasta ahora, a la sombra de la casa grande. Otros ya no quieren tener patrón.''
(Rosario Castellanos, Balún Canán)
Chiapas reclama con urgencia que se construya una paz justa, digna y duradera.
Después de cuatro años de negociaciones entre el EZLN y el gobierno federal, y a pesar de haber alcanzado la firma de los acuerdos de San Andrés sobre derechos y cultura indígena, la situación social y política que vive Chiapas es de absoluta regresión.
El diálogo se encuentra en un total marasmo político y ante el riesgo de que no se cumpla lo ya pactado. Las posiciones de las partes, en lugar de acercarse, día a día se alejan. Las tensiones sociales, en vez de disminuir, se acrecientan. Todo ello hace que la actual coyuntura sea de una terrible y peligrosa fragilidad. En esas condiciones, nadie puede hoy garantizar que no se repita otro Acteal.
Para reducir al máximo los márgenes de riesgo, es imperativo que se impulse una estrategia que combine al menos dos líneas de acción. En primer lugar, poner en práctica una genuina voluntad de diálogo que ofrezca una solución justa y digna a los reclamos sociales que dieron origen al conflicto. Y en segundo lugar, impulsar un verdadero cambio de rumbo en la política de y hacia Chiapas, que busque generar acciones de gobierno que hagan posible, por la vía del consenso, recuperar la conducción institucional de los procesos políticos y sociales de la entidad.
Sólo así se puede cerrar paso a las acciones de violencia en el estado. Pero si por el contrario, en una lógica que en nada ayuda al proceso de pacificación en el que se supone estamos todos empeñados, se opta por echar más leña al fuego, se puede abrir el camino a una espiral de violencia sin fin.
Y es que al discurso antiintelectual contra los ``chiapanecólogos'' promovido interesadamente desde sectores conservadores, que busca descalificar a los mexicanos no chiapanecos que desde las letras, la academia o el periodismo opinan a favor de los reclamos indígenas (como si Chiapas sólo fuera para los chiapanecos) ahora se suma una nueva andanada antiextranjera.
Desatar esta campaña xenofóbica justo días antes de la llegada de una nutrida delegación de observadores internacionales, no sólo significa apelar a una de las actitudes humanas más retrógradas, sino que, en lo que a Chiapas se refiere, es destapar una verdadera caja de Pandora.
Este comportamiento no es nuevo. Nos hace refrescar la memoria y recordar Balún Canán, novela de Rosario Castellanos (1957), en la que César, el dueño de la finca de nombre ``Chactajal'', se queja de que los indios ``exigen el salario mínimo, se niegan a dar el baldío (trabajo sin remuneración) como era la costumbre, abandonan la finca sin pedir permiso'' encontrando la explicación de esta actitud no en la búsqueda de los indios de nuevas perspectivas, sino en la intervención de extraños, porque según él todo esta muy ``claro, ahí (están) sonsacándolos los dueños de las monterías, extranjeros a los que no les interesa más que la prosperidad de su negocio y que (enganchan) a los indios para llevárselos de peones a las madererías o de recolectores en los cafetales de la costa''.
Estas conductas xenofóbicas, las de ahora y las del Comitán de los treinta, están acompañadas de actitudes despreciativas y racistas de los indígenas a los que se les considera seres sin importancia y que no saben lo que quieren.
Suficientes muestras nos han dado los indígenas de Chiapas en el pasado, lejano y reciente, y en el presente, de su capacidad decisoria, organizativa, propositiva (diálogos de San Andrés) y de resistencia para que se siga insistiendo en que su lucha no es auténtica, que son fácilmente manipulables y que sus organizaciones son tripuladas por extranjeros.
¿Cuáles son los logros que creen que obtienen quienes impulsan esta campaña? ¿Deveras creen que por esa vía van a evitar que se deteriore aún más la imagen internacional de México? ¿Qué no se dan cuenta que a la de por sí complicada situación de Chiapas le añaden un nuevo ingrediente y muy explosivo? ¿Se han imaginado siquiera lo que puede pasar si algún extranjero sufre una agresión como producto de esta campaña chovinista de linchamiento?
La guerra ha causado ya suficientes e irreparables daños en las comunidades indígenas y en muchas poblaciones de Chiapas, para que en aras de una estrategia que busca descalificar la actividad que realiza en México un sector de la llamada diplomacia ciudadana, se despliegue una campaña xenofóbica (de imprevisibles consecuencias) que profundice aún más la discordia en la ya de por sí enfrentada sociedad chiapaneca.
En todo caso ¿qué es lo que se quiere esconder?, ¿qué es lo que no se quiere que se vea? ¿No sería mejor crear las mejores condiciones para la negociación, sentarse a dialogar y atender las causas que dieron origen al conflicto, como establece la ley del 11 de marzo, y de este modo no dar ningún motivo que nos haga sujetos de observación internacional?
Lo que requiere Chiapas con urgencia es una estrategia que busque restañar las heridas y no que las abra aún más. Acteal es una advertencia que no puede ser impunemente olvidada.
* Pablo Salazar Mendiguchía es senador priísta y miembro de la Cocopa.
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