José del Val
Negociar sin negociador

Nuestra negociación de Chiapas se hunde cada día más en el fango de la incomprensión, la soberbia y el griterío.

Los que debían negociar no negocian y un tumulto creciente de grupos, de comisiones y espontáneos, entorpecen y confunden con sus interpretaciones, juicios y opiniones y se ubican entre los que deben negociar, obligando a los que deberían negociar a tener que negociar primero con este circo creciente de voluntarios coadyuvantes.

Bajo la oscura sombra que provoca esta caótica negociación se desarrollan los más terribles ajustes de cuentas y las acciones de grupos que intentan quedar mejor posicionados antes del fin de las negociaciones o que quieren eliminar lo que consideran obstáculos para sus intereses.

La matanza de Acteal tiene responsables materiales, intelectuales y por omisión indudablemente, pero tal tragedia sólo fue posible porque estaba presente el clima social que estimulaba un hecho de esta naturaleza.

La claridad de objetivos y métodos, y la seriedad de las acciones con que los actores reconocidos intervienen en esta negociación, nos permitirán evaluar si están dadas las condiciones técnicas necesarias para avanzar en las negociaciones.

Ante la ausencia de negociador, la función de los ``coadyuvantes'' se empantana; veamos el caso de la Cocopa.

Sé que rozar a la Cocopa con el pétalo de una rosa puede ser razón de linchamiento moral, flamígeras acusaciones y fulminantes encasillamientos, pero si no avanzamos en la reflexión crítica y fraterna de sus acciones y de sus declaraciones, no creo que podamos empezar a crear el clima político indispensable para avanzar en las negociaciones.

La estructura peculiar de la negociación en Chiapas tiene como su defecto principal la inexistencia de la figura de negociador; con ligereza se le denomina negociador al representante gubernamental en la negociación, no lo es; es sólo el representante gubernamental.

En esta negociación aparecen dos partes: el Ejército Zapatista de Liberación Nacional y el gobierno, y aparecen también dos instancias de coadyuvancia, una de la sociedad civil, la Conai, y otra del Legislativo, la Cocopa, pero reitero: no existe la figura del negociador.

Este vacío lo intentó ocupar la anterior Cocopa, se desplazó de sus funciones establecidas de coadyuvancia y se metió de lleno a la elaboración de su famosa ``prococopuesta''.

Por razones que nos deberán explicar algún día cuando la presentaron públicamente al Ejecutivo, la dispararon como ``ultimátum'': o ésta o nada.

Al margen de que fuera la versión que el EZLN había aceptado, aun considerándola por debajo de los Acuerdos. Aun suponiendo que era la versión que bajo la mesa, los negociadores del gobierno habían susurrado aceptarían, el hecho es que públicamente se presentó la propuesta como la última y ya.

Debemos reconocer sin cortapisas que lo firmado fueron los bastante ambiguos Acuerdos de Larráinzar y que su conversión en propuesta legislativa no implicaba su aceptación automática y requería de negociaciones más finas y previsiblemente más complejas.

La anterior Cocopa perdió el vigor negociador y tiró la toalla.

Asumir ser negociador entre partes implica un compromiso indeclinable que no puede ser abandonado frívola e irresponsablemente. Una negociación es un asunto serio y complejo que implica abstraerse de una posición específica, la práctica de una estricta discreción y la búsqueda afanosa del encuentro entre razones divergentes, en una circunstancia político militar específica y cambiante, la cual con frecuencia implica que beneplácitos previos sean cambiados por los agentes en el transcurso de la negociación.

Nuestra anterior Cocopa desfalleció, puso un ultimátum al gobierno, se fue a vivir al limbo, simuló que seguía existiendo y se dedicó a lavar las culpas de su incompetencia en declaraciones a los periódicos hasta su sustitución.

Indudablemente esta irresponsable e incomprensible actitud de la anterior Cocopa fue uno de los factores ``coadyuvantes'' en el deterioro del clima social de esta negociación y de sus consecuencias.

Hoy tenemos nueva Cocopa, ¿qué función va a jugar?, ¿va a coadyuvar, va a negociar o va a ocupar las páginas de los periódicos y los micrófonos con diarias declaraciones flamígeras y acusaciones que inciden indudablemente en el deterioro del clima social propicio a una negociación?

Y la pregunta clave: ¿qué más debe suceder para aceptar y construir la figura de negociador en esta negociación?