José Cueli
Los rostros de la desesperanza

Para Carlos Payán y Hermann Bellinghausen

La fotografía de la primera plana de nuestro periódico --del día de ayer-- es el lenguaje de la desesperanza de los indígenas chiapanecos. Es el grito lejano que viene de un mundo desconocido para la mayoría de los mexicanos y que al mismo tiempo está al alcance de todos. Es la imagen que nos sobrecoge y proyecta un mundo de sombras sobre el desierto interior.

La imagen del México exangüe tiene, sobre su elocuencia propia, un valor representativo. Me impresiona amargamente porque sabemos que el mismo día, y a la misma hora, mil, 100 mil, un millón, millones de retratos instantáneos habrían sorprendido de la misma manera en todo el ámbito nacional la misma escena, la cual se resume en esta única palabra: desesperanza; pero desesperanza mexicana actual que es inercia que suena a marasmo final.

Esa mujer abatida, ha recibido ya el primer soplo álgido de la muerte transida de estupor que transmite a su hija. Pasa por ella la vida como la sombra de un hambre de muerte. Hambre que siente como anestesia piadosa a su sufrimiento. Anestesia que cubre la rabia de siglos y es llamarada espiritual que puede surgir de las cenizas de sus muertos.

La espléndida fotografía de Frida Hartz dice mucho y nos deja con el pulso tembloroso y un nudo en la garganta por la angustia y, a fuerza de mirarla, revela la revolución indígena en marcha en la que cada imagen de una persona es apenas una sílaba y todas juntas tal vez una frase sin sentido. El no sentido de nuestra vida mexicana que da un salto al vacío encima de la nada al perder los hilos de los que creíamos estar sostenidos.

Retrato de una madre y una hija que son la marca de la desesperanza. Reflejos de la agonía de un pueblo de cuyas lágrimas se forma el estallido social. Un día de estos --quizá ya-- estas lágrimas llevarán e incendiarán la atmósfera contaminada de muerte que todos respiramos. Porque de estos espíritus desesperanzados, que se cubren el rencor con la anestesia del hambre que permanece gravitando sobre nosotros, surgen estas nubes tempestuosas que no saben, no pueden y menos quieren perdonar ni negociar acuerdos que no entienden y saben que son contra ellos.

Retratos que hablan de la realidad del hambre. Gracias a la cual el pueblo se somete y se deja (dejaba) llevar y aplastar por el poder público y privado que, al fin, el hambre anestesia y cubre la muerte violenta de aquellos que aún protestan. Hambre que no es sólo de pan, lo es, a su vez, de ideales de justicia, de gobierno, en toda la ancha faz de México, bajo la triste realidad de los niños, mujeres y hombres desnutridos; las carreteras polvorientas y tugurios malolientes que encuentren lo humano.

Quizá mirando la fotografía de esta madre y su hija, y adivinando en los rasgos de sus caras el conocido estupor que producen las cosas que son imposibles y sin embargo están ocurriendo, comenzará la crítica, se repasará la conducta propia y ajena, y podremos decir que estamos fracasando.