Olga Harmony
Centenario de Brecht

El martes 10 de febrero se cumplieron cien años del nacimiento de Eugene Bertolt Brecht en Augburgo, Alemania. Se trata de una de las grandes personalidades teatrales de nuestro siglo, óptima conjunción de dramaturgo, director y teórico, en cuya obra culminarán muchas tradiciones del drama alemán y que al mismo tiempo abre muchos espacios para búsquedas posteriores. Si bien comparte con Piscator la concepción de teatro dialéctico, sus influencias pueden rastrearse hasta muy lejos, por lo menos al siglo XVIII, con La dramaturgia de Hamburgo, de Lessing, cuya teoría de ``imitar con un propósito'', es decir, reinventar la realidad para proponer ciertos contenidos, sienta las bases del teatro didáctico; su aportación más conocida, la del efecto de distanciamiento, ya se encuentra de manera embrionaria en el escrito acerca del uso del coro con que Schiller prologa La novia de Mesina. Los grandes expresionistas, el teatro oriental, el cinematógrafo, el cabaret y hasta el box, se entrecruzan en los caminos de este poderoso creador --cuya intencionalidad corrió del anarquismo al espartaquismo al marxismo-- que los utiliza a todos conjugándolos en una obra original y de gran importancia.

Su idea del teatro épico se contrapone a lo que él llama ``aristotélico'', aunque el nombre mismo --y la idea consiguiente-- se basan también en la Poética de Aristóteles. Brecht propone un drama en el que no existan una clara progresión dramática ni un conflicto. Al modo de la epopeya, no se pretende una unidad de acción, sino que pueden acumularse incidentes de manera discontinua, porque los personajes se supeditan a la historia que se quiere narrar y son mostrados como entes inmersos en su realidad social que, para el dramaturgo es el de la explotación y el nacimiento --con las posibles complicidades de la gente común, como intentó mostrar en Madre Coraje-- del nazismo que posteriormente lo persiguiera.

Aunque Brecht cayó en el común error de dar como aristotélicas las unidades de tiempo y lugar que los neoclásicos le atribuyeran, es la noción de progresión dramática, de trama y clímax la que combate. De igual manera, a la idea de catarsis contrapone su famoso efecto ``V'' o de distanciamiento: el espectador, para Brecht, no debe ser arrastrado por la compasión y el terror, sino ha de estar alerta, inteligentemente alerta, a lo que se le narra; para ello, en los momentos que podrían ser de alto grado emocional coloca un letrero o una canción, para que el público reaccione, caiga en la cuenta de que está en un teatro presenciando una representación y reflexione en lugar de proyectarse sentimentalmente.

La teoría dramatúrgica se complementa con una teoría de la escenificación también dialéctica. En grandes espacios, iluminados con una clara luz blanca (que posiblemente tomó de los cuadriláteros boxísticos que frecuentaba), unos cuantos muebles y objetos, de texturas absolutamente naturales, que cumplen el papel de símbolos externos --al igual que el cuidadosísimo vestuario-- y que ubican la narración en tiempo y lugar sin dejar de hacer ver que se está en un escenario.

Las actuaciones de la escuela brechtiana también tienen una determinada gestualidad --en gran medida tomada del teatro chino-- poco realista, que den las contradicciones del personaje. Este carácter más allá de lo natural, este tono que es otra dimensión de lo épico, y que codifica de otra manera lo real, se mantiene de algún modo en el actual Berliner Ensemble, a través de los Modelos que su creador implementó. Pero no es la mayor influencia brechtiana al arte teatral de nuestra época.

Entre los grandes innovadores del teatro en nuestro siglo, es sin duda Bertolt Brecht el que logró mayor integración entre su teoría y su práctica (hay que recordar que Artaud no logró ver concretadas sus teorías acerca del Teatro de la crueldad), por lo que la apertura de los cánones tradicionales que ofrece han abierto cauces a otras formas de hacer teatro, como lo es el teatro testimonial que tuvo su auge hace unas décadas y cuyo mayor exponente entre nosotros es Vicente Leñero y, en menor medida, Víctor Hugo Rascón Banda. Luisa Josefina Hernández se basó en las ideas brechtianas para incluir el teatro didáctico en su teoría de los géneros y ella misma es autora de obras didácticas que siguen de cerca su ejemplo. Y si bien otros autores y directores han aprovechado la técnica del distanciamiento en varias escenificaciones, es sin duda la ruptura teórica y programática con la composición aristotélica que propone el hombre de teatro total que fue Brecht, la que alienta hasta la fecha nuevas experiencias en los autores de todo el mundo.