Carlos F. Chamorro
Barricada: crónica para el entierro (oficial)/I

Palo Alto, California Desde la distancia, la agonía y el cierre de Barricada me producen sentimientos encontrados. Un proyecto político y periodístico al que dediqué catorce años de mi vida y del que salí ca- tapultado por los designios del autoritarismo y el sectarismo político, deja una huella imborrable. Por eso, cuando leo la noticia que de Barricada hoy sólo quedan unos terrenos y un edificio en venta al mejor postor no puedo dejar de pensar en lo que pudo haber sido y no fue. Porque fue inmensa la oportunidad histórica que se perdió, y quizás sólo ahora que Barricada se cierra para siempre, se apreciará en toda su dimensión la doble mutilación que ocurrió a finales de 1994.

Perdió el FSLN con su intolerancia, al liquidar una de las instituciones más creíbles para restablecer sus ya contradictorias credenciales democráticas; y también perdió el país, al arrebatársele un periódico que empezaba a ser verdaderamente nacional, causando una vacante que aminoró sensiblemente el ritmo de modernización de la prensa.

Cuando en 1990 los periodistas del entonces órgano oficial del FSLN nos propusimos relanzar Barricada como un periódico autónomo y eminentemente profesional, después de la derrota electoral del Frente Sandinista, estábamos conscientes de que era una cuestión de vida o muerte. La despartidización de la prensa nacional --no sólo de Barricada-- era un imperativo profesional, político y económico, para hacer del periodismo un actor de primer orden en las nuevas condiciones políticas del proceso democrático. Sin embargo, los márgenes de acción al interior del FSLN eran precarios, y muchos calificaron de quijotesca esta aventura que desde el principio contó con la oposición de Daniel Ortega,

Finalmente, después de una compleja negociación política se alcanzó el acuerdo de desoficializar Barricada. La autonomía periodística sería administrada por un Consejo Editorial, y Barricada dejaría de ser el híbrido que fue en los ochenta, una mezcla de instrumento político de propaganda y un diario extremadamente predecible, para dar lugar a un nuevo contrato con el lector.

Nacería así un periódico exclusivamente comprometido con la veracidad informativa, con independencia de sus propias preferencias políticas o ideológicas. Mientras, al sandinismo le ofrecía un foro para su propia reconversión política.

A pesar del escepticismo inicial con que los cambios de Barricada fueron recibidos, el experimento empezó a dar resultados insospechados. Con el soporte de un staff periodístico de la mejor calidad en el país, Barricada estableció un estándar de periodismo profesional a la altura de Centroamérica. La fórmula: investigación periodística-foro de debate público-agenda social-periodismo de servicio, produjo gradualmente una institución con voz propia.

La labor de fiscalización de los poderes públicos y privados, y el rol crítico en torno a la transformación del sandinismo, convirtió a Barricada en un destacado medio de influencia entre los liderazgos del país, y eventualmente en un eficaz medio de venta de publicidad.

La primavera de Bararricada duró casi cuatro años y terminó en octubre de 1994. El conflicto que explotó en 1998 representa apenas el entierro oficial después de una larga muerte anunciada. En reiteradas ocasiones, advertí que de producirse en Barricada una reversión al pasado, el principal perdedor sería el sandinismo, al sacrificar un interlocutor con creciente influencia política en la sociedad y sobre todo más allá de las fronteras del FSLN. Peor aún, se pondría en riesgo la viabilidad económica de una empresa que estaba luchando por sostenerse en medio de un ajuste económico sin amortiguamiento para la industria periodística.