Fernando Benítez
El apetito del monstruo
El rezago que en materia de agua potable y luz padecemos en la ciudad de México, nos amenaza de nuevo. Recientemente se informó de un posible desabasto de agua potable y de distribución de energía eléctrica en la urbe.
Vivimos en la era de las ciudades-dinosaurios. La humanidad necesitó 30 siglos para llegar a la primera ciudad de un millón de habitantes, y menos de un siglo para llegar a la de diez millones.
Los países ricos han podido dominar la masificación en sus ciudades, aunque sin lograr eliminar sus ghettos, la violencia o la rutina, subproductos de la masificación. En cambio, la masificación para las naciones pobres, como México, constituye una catástrofe.
Sin duda, el Distrito Federal representa la pieza más fuerte y más débil de nuestra República. Una parte de su agua viene del estado de México y de sitios más apartados; su energía eléctrica llega de presas muy lejanas y de plantas térmicas situadas afuera; su gas, sus gasolinas y combustibles, del sureste. Su comida, de todos los estados de la República, de Norteamérica, Canadá o de Europa.
El monstruo tiene hambre y cuesta mucho trabajo alimentarlo.
Los problemas de la ciudad de México --y del país en general-- son difíciles de resolver, no porque se carezca de la técnica suficiente ni de los conocimientos precisos, sino porque son problemas de pobreza y marginación.
Debemos insistir, una vez más, en la necesidad de emprender una auténtica descentralización política, económica y social de la capital. De no hacerse así, cada vez será más difícil satisfacer las crecientes necesidades de sus habitantes.