Octavio Rodríguez Araujo
Sin brújula y sin timonel

A Carlos Payán, por sus tobillos... mordisqueados por un pequeño ratón

En las instancias del poder, tanto económico como político, es decir entre quienes conforman la derecha que cuenta en el país, se dan cada vez menos acuerdos sobre cómo mantener el estado de cosas. Mientras un dirigente empresarial de Nuevo León propone matar a los zapatistas para terminar con el conflicto, otros empresarios sugieren la conveniencia de continuar con los diálogos y llegar a negociaciones entre el EZLN y el gobierno. En paralelo, el grupo Pulsar, con raíces también en Nuevo León, se plantea realizar inversiones en Chiapas para ayudar a resolver, a su manera y en su beneficio, rezagos económicos en ese estado.

Por el lado del gobierno las contradicciones no son menores. Mientras hay priístas que demandan el reconocimiento de los acuerdos de San Andrés, por parte del Ejecutivo, hay otros que proponen salirse por la tangente y derivar el asunto al Congreso de la Unión, como modestamente pronostiqué en estas páginas. En el seno del PAN las contradicciones no son menores: unos están en favor de que el Ejército nacional se mantenga en Chiapas, y otros, como Luis H. Alvarez, proponen que las fuerzas armadas estacionadas en ese estado deben ser reubicadas.

El affaire Monreal ha destapado, más que casos previos y semejantes, las contradicciones en el seno del PRI y del movimiento obrero organizado y dependiente de este partido: los dirigentes de la CROC en Puebla han llegado a declarar que bien podrían dejar las filas de su partido si continúa la política del dedazo, en clara alusión a las formas en que fueron destapados, por gente ligada a la CTM, los candidatos a gobernadores de Sinaloa y de Zacatecas; y no pocos políticos influyentes en ese partido han hablado de comprarse paraguas para protegerse del lodo que llueve en el PRI y han manifestado su desconcierto --más que por la nominación de Olvera-- por los intentos de desacreditar a Monreal después de haberle otorgado calificativos normalmente reservados para los priístas más distinguidos. (Vale decir que Monreal no ha sido un priísta muy acreditado y en su (ex) partido rompió varias reglas de juego por su desenfrenado interés en ser gobernador de su estado.)

En otros términos, la derecha del país, a diferencia de otras épocas en que parecía saber cómo conservar el statu quo --pese a las obvias diferencias que siempre ha tenido entre sí--, ahora está confundida, entre otras razones porque no hay timonel y, por si no fuera suficiente, porque los defensores del antiguo régimen coinciden cada vez menos con los tecnócratas que, como lo han demostrado hasta la saciedad, no saben qué hacer con el poder que heredaron de quienes ahora tratan de excluir.

La situación es preocupante, y no porque la derecha haya perdido la brújula y el timonel (esto podría ser motivo de alegrías), sino por tres principales razones:

1) porque los tecnócratas no han sabido gobernar y han llevado el país al desastre, 2) porque en el río revuelto por el que navega el país, los más duros, los mejor organizados y con socios más poderosos pueden resultar los triunfadores, y 3) porque las fuerzas progresistas y los millones de pobres de México carecen de propuestas alternativas concretas y de líderes suficientemente definidos y viables a quienes seguir en la pista hacia el 2000.