El pasado 3 de febrero terminó la reunión del Foro Económico Mundial realizada en la localidad suiza de Davos, después de seis días que incluyeron 300 reuniones y conferencias alrededor de un tema central: ``Las prioridades para el siglo XXI''.
Participaron más de 2 mil personas representando, entre otros, a las mil multinacionales más importantes del mundo y a las fuerzas del mercado financiero global, entre ellas, las corporaciones financieras privadas.
Trescientas empresas transnacionales que acaparan el 26 por ciento del PIB mundial, el 20 por ciento de la población más rica que controla el 83 por ciento de los ingresos mundiales totales, los 358 billonarios que en 1994 acumulaban 761 mil 900 millones de dólares --el equivalente al ingreso per cápita anual del 45 por ciento de la población en el mundo--, representados en Suiza en un debate sobre el futuro de los 6 mil millones de habitantes de este planeta; todos ellos enfatizando la necesidad de cambiar la ``excesiva regulación'' que imponen los Estados nacionales a la inversión extranjera, y la importancia de valorar los ``nuevos mercados emergentes latinoamericanos por tener el mayor potencial para atraer inversión''.
Afirmaciones múltiples sobre las bondades de la desregulación y del ``libre comercio'' y la libre inversión, y una discusión que arribó --al decir de un conocido comentarista de radio en México, presente en el foro--, a la conclusión sobre las siete graves amenazas que enfrenta el próximo siglo: desempleo, recurrencia de crisis financieras a nivel mundial, epidemias, hambre, corrupción y delincuencia, drogadicción y destrucción del medio ambiente.
Conscientes de tales amenazas, se dieron también en Suiza expresiones de la llamada sociedad civil, tratando de incidir en los espacios de poder donde se deciden los destinos de muchos. Se trata de esa sociedad civil que propone soluciones distintas a los problemas o amenazas que enfrenta la humanidad en este fin de siglo; la que cuestiona las políticas de ajuste estructural impuestas por las instituciones de Bretton Woods; la que propone acuerdos de libre comercio que incluyan garantías sociales que aseguren mayor bienestar para la gente; la que viene presentando la larga lista de fracasos de las políticas neoliberales, tanto en los países del norte como del sur, planteando alternativas de solución al grave endeudamiento de los países pobres, o políticas industriales que promuevan el empleo.
Algunas de las manifestaciones concretas de esta sociedad civil presentes en Davos, fueron:
La comités europeos ``Viva Zapata'', que se movilizaron contra la creciente militarización en Chiapas y demandaron del gobierno mexicano --presente en el Foro-- el respeto a los derechos indígenas y el cumplimiento de los acuerdos de San Andrés.
Asimismo, estuvieron en el foro numerosas organizaciones sindicales locales e internacionales que han promovido la inclusión de una cláusula social en el estatuto de la Organización Mundial de Comercio (OMC), demandando la creación de mecanismos de control a la especulación financiera responsable de la crisis actual en Asia, y la adopción de un código de conducta internacional por parte de las corporaciones, que incluya derechos laborales y sociales. También plantearon su desconfianza ante el Fondo Monetario Internacional, al que acusaron de agravar la situación de los pobres con la imposición de sus políticas de ajuste, y se manifestaron en contra del proceso de globalización financiera y del Acuerdo Multilateral de Inversiones que tiende a formalizarla.
Finalmente, más de 200 organizaciones sociales de 60 países llamaron a realizar una campaña internacional con acciones locales denunciando ``el papel de grupos informales de las multinacionales como el Foro Económico Mundial'', y a divulgar la Declaración contra los globalizadores de la miseria --que, por cierto, muy pocos medios difundieron--, donde señalan: ``Nos oponemos a la centralización acelerada del poder económico y político producida por la globalización, y su desplazamiento gradual hacia instituciones que no son democráticas y que no rinden cuentas a nadie, como la OMCÉ''.
Son las voces de una sociedad civil que reconoce los graves problemas que amenazan al mundo y que está convencida de que el modelo económico que impone la mayoría de los gobiernos del norte y del sur, lleva a profundizar la pobreza y no a resolverla.
¿Tiene esta sociedad alguna posibilidad de ser escuchada hoy por los poderes del mundo? Lo más seguro es que no. Sin embargo, la alianza que se construye entre hombres y mujeres de todo el orbe y sus organizaciones políticas y sociales decididas a cambiar las cosas, tarde o temprano será la que imponga el ¡Ya basta! a los abusos del poder.