Rolo Diez
El violento oficio de escritor

En el último mes La Jornada se ha ocupado en dos oportunidades de Rodolfo Walsh. La primera en la columna Purasangre, a propósito del libro ¿Quién mató a Rosendo?, y después por las declaraciones del criminal, ahora ex marino, Alfredo Astiz, quien habló sobre el desigual enfrentamiento en que cayó --herido o muerto, hay versiones distintas-- el escritor. Declaraciones que después Astiz negó, minimizó o remitió a la cómoda impunidad de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida.

Comentamos ahora El violento oficio de escribir, publicado por Planeta en la colección Espejo de la Argentina, libro que recoge la obra periodística producida por Walsh entre 1953 y 1977, desde sus primeras colaboraciones en la revista Leoplán hasta la ``Carta abierta de un escritor a la Junta Militar''.

La obra encuentra su título en esta frase del autor: ``En 1964 decidí que, de todos mis oficios terrestres, el violento oficio de escritor era el que más me convenía''. Y en ella se incluyen casi todos los textos conocidos de Walsh. Si bien de los publicados como libros (Operación masacre, ¿Quién mató a Rosendo? y Caso Satanowsky) aparecen capítulos aislados.

Operación masacre, crónica novelada del fusilamiento de obreros peronistas en los basurales de José León Suárez el 9 de junio de 1956, fue originalmente publicada en forma de notas entre enero y marzo de 1957, nueve años antes que A sangre fría (Truman Capote, 1966) y 11 años antes que Los ejércitos de la noche (Norman Mailer, 1968). ``Yo quería ganar el Pulitzer'', recordó Walsh años más tarde. No figuró en las listas pero encontró su camino más personal --``lo que llamo periodismo aunque no es periodismo''--, una huella que caminarían muchos en la frontera donde realidad y ficción se contaminan para mejor alimentarse.

Cuando se habla de non fiction o de nuevo periodismo para referirse a un modo de incorporar encuestas de la realidad en textos de ficción, o bien apoyar reportajes con técnicas literarias, y de, en fin, tumbar barreras, aproximar y combinar literatura y periodismo, es frecuente mencionar a Hunter Thompson, Tom Wolfe, Ken Kesey y otras plumas estadunidenses, tan frecuente como omitir la deuda que el ``género'' tiene con Rodolfo Walsh.

La cronología de los escritos de Walsh muestra la maduración del escritor y el hombre. Al principio hay cierta simpatía hacia la llamada ``revolución libertadora'' que derrocó a Perón, presente en la nota 2-0-12 no vuelve, de 1955, que relata la muerte en combate del capitán Estivariz, de la aviación naval. Un año después Walsh denuncia los fusilamientos en José León Suárez. Viene el salto a Cuba en 1959 y la organización junto a Jorge Masetti de la agencia Prensa Latina, época en que Walsh, aficionado a la criptografía, descifra un mensaje en clave y descubre un plan para invadir Cuba gestado por agentes estadunidenses asentados en Guatemala. Faena que ``demostró'' a la CIA la presencia de la inteligencia soviética en la isla. Después, su paso por la revista Panorama (1966), por el periódico sindical CGT (de la disidente CGT de los argentinos) y por el Semanario Villero, su incorporación a la lucha armada en las organizaciones FAP (1970) y Montoneros (1973), su trabajo en el diario Noticias, la creación de Ancla (Agencia Clandestina de Noticias) y de la Cadena Informativa (1976, intentos periodísticos alternativos frente al golpe militar), y su estremecedora carta a la junta de comandantes.

Escritor vigoroso y original, tan lejos del descuido de la palabra como de parecerse a ``Esos chicos que hacen bien los deberes'', según sarcasmo de Borges a propósito de prosas pulidas y vacías, ``Walsh no podía escribir de otra manera que como lo hizo siempre, extraordinariamente bien'', dice Rogelio García Lupo en el prólogo y añade: ``Escribió con una franqueza que en su época causaba tanto estupor como ahora, al releerlo''.

Junto a Paco Urondo y Haroldo Conti --también con otros menos notorios-- Walsh integra la trilogía de grandes escritores asesinados por la dictadura militar. El poeta Juan Gelman los recordó de esta manera: ``Francisco Urondo, Rodolfo Walsh participaron en la lucha armada, y Haroldo Conti la apoyó, cuando eran hombres maduros, pasados los 40, con hijos, mujeres, una obra importante detrás. No lo hicieron atacados por alguna erisipela `revolucionaria'; sabían perfectamente lo que arriesgaban, la vida y, lo peor, todos los alrededores amados de esa vida. Los empujaba el ansia de poner fin a la indignidad, después de medio siglo de indignidad en la Argentina (...) Así también lo que escribieron, fiel a la sangre y por ello mismo a la letra. Si no, ¿de dónde nacen las palabras?''

Con la ``exactitud y rapidez'' que pedía a los periodistas, Walsh trabajó algunos de los mejores textos que se han escrito en Argentina. Atado a una época violenta, sumó sus actos y palabras al lado más honesto. En realidad, hay pocos maestros, y la palabra parece bastardeada por el uso. Lo que Walsh hizo fue practicar decentemente el violento oficio que le tocó, que era también el que más le convenía.