Luis Linares Zapata
Descobijes del 98

Como un ventarrón se precipitó sobre los desprevenidos ciudadanos la disputa por el poder que se dará en el presente año de las diez gubernaturas y cuyos resultados matizarán la del 2000. No bien se acaba de digerir la cuestión chiapaneca con sus irresolutas matanzas a cuestas cuando, con la displicencia y sagacidad que le dan los avatares de la experiencia en la ``grilla'' y la política, el gobernador Bartlett solicita los reflectores de la atención pública y provoca el destemplado reclamo panista. De paso, y como si sólo fuera un accidente adicional, descobija los entretelones del oscuro acuerdo gobierno federal-PAN, afianza su personal liderazgo ya inocultable dentro de las huestes priístas y, por si fuera poco, empuja sus posibilidades de llegar a ser un factor, si no es que él mismo sea el candidato, en la sucesión presidencial en puerta.

Para esto último tendrá que pasar por encima del cuestionado liderazgo ``nato'' de Zedillo como una fórmula que le asigna la decadente tradición para elegir a su reemplazo o, por la ferocidad de la oposición, al menos al abanderado del PRI.

Anclado a una trayectoria de hombre público controvertido, Bartlett, y sus movimientos recientes, han tenido de su lado la buena ventura y el auxilio de la torpeza de sus rivales de dentro y fuera de su partido. En ésta ya prolongada sequía de alternativas atrayentes, el ahora gobernador ha sobresalido. Con el golpe de conejo asestado con su ley para distribuir las aportaciones de la federación a los municipios, le ha hecho un favor múltiple al país. En primera instancia porque rompió con el monopolio informativo del hasta ahora inapresable e irresoluto problema chiapaneco que es, en efecto, fundamental para definir el rostro de la actualidad nacional, pero que no puede absorber toda la energía de la colectividad. Al darle una tregua momentánea tanto a la disputa de las partes en conflicto como a los desesperados ciudadanos, se podrán introducir los correctivos y restañar las perspectivas ya nubladas por los trámites burocráticos (Segob), las coadyuvancias medianas y timoratas (Cocopa) y el vocinglerío de la multitud agraviada.

En segundo lugar porque hizo salir a flote las torcidas componendas entre el PAN y el gobierno de la tecnocracia hacendaria que, en su afán por sacar avante su modelo económico, no dudaron en firmar actas de defunción al priísmo en ciertas ciudades y estados. Es muy posible que los hacendarios no hubieran sido del todo conscientes de lo que aceptaban a cambio del endoso panista al presupuesto del 98, pero las consecuencias hubieran sido desastrosas para un PRI que requiere de enormes apoyos para sobrevivir a la competencia. Sólo en Puebla la talega bajo disputa es del orden de los 800 millones de pesos. Cantidades que, usadas con gran margen de discrecionalidad, pueden aceitar cualquier músculo electoral por más fláccido que ahora se encuentre. La súbita aparición del otrora famoso ``jefe'' Diego ha sido la tardía e impertinente puesta en escena de una figura fallida del ``líder moral'' partidista. Después del ya célebre botellazo de cantina (elecciones del 94) que le asestó a un Cárdenas inmovilizado y el ninguneo condescendiente a un Zedillo indefenso, Diego F. de Cevallos comenzó un largo pero consistente declive. Pero sobre todo lo ha perjudicado el veloz cambio de la sociedad mexicana afectada por la derrota que el PAN y sus abanderados (la dupla Diego-Castillo y sus concertacesiones) sufrieron en el DF.

La ruta futura de Manuel Bartlett es, sin duda, azarosa. Su responsabilidad como un operador de Miguel de la Madrid y su incapacidad para digerir el cambio que dio origen a la Corriente Democrática está documentada y con fecha precisa. Las ligazones, debidas o injustas, con el crimen organizado (narco) y el caso Buendía lastran su ruta. La caída del sistema por él signada, ya ha sido mundialmente reconocida como toda una tecnología mexicana. Su cariz público de dureza y uso patrimonial y sectario de los haberes colectivos, son rasgos de su figura que debilitan la claridad de su decidida e inteligente asunción de posturas en el ámbito público. Veremos cómo reaccionan los priístas a este influjo que los atrae y cómo la sociedad procesa o rechaza las responsabilidades mal cumplimentadas.