Emilio Krieger
Los comensales y los objetivos de Davo

Una organización de dimensiones internacionales tan ilimitadas como la globalización estructural que, al final del segundo milenio de la era cristiana, se extiende por gran parte del planeta, no puede dejar de celebrar, aun de vez en cuando, reuniones en donde se planteen los problemas insolutos y las perspectivas amenazantes, así como posibles soluciones que el sistema decadente del capitalismo aún cree tener, no obstante los obstáculos cada día mayores, más frecuentes y menos solucionables.

Por supuesto, esas reuniones periódicas son de dos géneros y se integran con dos clases de asistentes: las dotadas de facultades reales de decisión y se rodean de discreción y bien controlada publicidad, y a la cual concurren pocas personalidades de voluntad enérgica. Y las que están llenas de publicidad y escándalo, plagadas de personas de segunda fila provenientes de los centros hegemónicos y de ``gobernantes'' sumisos de los países dominados. Este segundo grupo de reuniones no tiene facultad de decisión de ninguna especie, sólo examina los problemas, vericuetos y barrancos que aparecen en el final del camino capitalista y que otorgan oportunidades a los gobernantes de las semicolonias para tratar de convencer a sus pueblos de que son la expresión escuchada y atendida por las cumbres de las necesidades populacheras de sus poblaciones.

Desde hace años, Davos, Suiza, es sede de reuniones periódicas de este último tipo a la cual no asisten los verdaderos magnates financieros y políticos del sistema de la globalización, pero mandan a subordinados de modesto nivel a cambiar impresiones con gobernantes de colonias o semicolonias para escudriñar los problemas que agobian a millones de seres humanos, invadidos por las populistas aspiraciones de comer, beber agua potable, contar con una vivienda o ropa para cobijarse.

Los grandes magnates del neoliberalismo, del tipo Menem o Zedillo, se sienten orgullosos de ser invitados para expresar sus mejores deseos de salvar a sus pueblos de la miseria, la corrupción y la indignidad por el noble sendero neoliberal que tantos bienes ha prodigado en la segunda mitad del siglo XX.

Escoger un pueblecillo nevado de las montañas suizas para plantear los problema de América Latina, Asia, Sudafrica o del centro de Africa no es sólo una muestra de mala ubicación geográfica, sino clara expresión de insensibilidad política al buscar combatir la penuria latinoamericana con las inversiones extranjeras movidas por el noble espíritu cristiano de ganancia mercantil, y hasta llegan a imaginar que la solución para Chiapas reside en incitar a las trasnacionales, con representantes de segunda en Davos, a venir a correr riesgos de inversión en un país tropical y aún inocultablemente primitivo, como pone de manifiesto el genocidio de Acteal, que se acerca a su segundo mes de cometido, y que ha brindado la coraza de impunidad a muchos responsables, aún de nivel gubernamental, militar o de asesinos paramilitares, amparados por su simpatía con las instituciones nacionales.

Valdría la pena pensar en una gran campaña ciudadana que niege permiso a Zedillo para cualquier ausencia o viaje al extranjero, en tanto no cumpla con su grave responsabilidad de aceptar la plena obligatoriedad de los Acuerdos de San Andrés y ponga en movimiento el proceso constitucional de aprobación de las reformas acordadas.

Con toda franqueza, pienso que el primer responsable de la supervivencia del movimiento indígena y campesino de Chiapas no debe tener derecho, no tiene autoridad moral para ausentarse del país que tan mal gobierna. ¡Ni a Davos, ni a Washington, ni a Dublín, ni a Berlín, ni a Tokio! Es a San Cristóbal de las Casas a donde debe ir y sentarse ahí hasta que haya resuelto el conflicto!

Para respaldar esta proposición habría que invocar la muy deleznable tesis gubernamental de que el problema es sólo de México y para ser resuelto sólo por los mexicanos. Ante esta concepción tan pueblerina y limitada, ¿qué tiene que hacer en el extranjero el Jefe de la Nación, antes de encontrar solución al enfrentamiento chiapaneco?

Valdría la pena sugerir al Congreso de la Unión --sobre todo a los priístas que quedan-- que antes de votar la autorización de un nuevo viaje presidencial, consideren la crisis económica y política y el conflicto armado de Chiapas, cuya superación no se encontrará en Davos, ni en Washington, ni en Dublín siquiera.