La Jornada domingo 1 de febrero de 1998

LA MADRE DE TODAS LAS GUERRAS ABSURDAS

Si la guerra del Golfo Pérsico fue ``la madre de todas las batallas'' -según Saddam Hussein, presidente de Irak-, el ataque que prepara el gobierno estadunidense contra ese país de Medio Oriente es la madre de todas las guerras absurdas y sin justificación.

Al bloqueo que ha causado ya miles de muertos por falta de medicinas y comida entre los iraquíes más desvalidos, el gobierno de Clinton se dispone a agregar nuevos bombardeos ``quirúrgicos'' contra blancos seleccionados que, como en los ataques anteriores, podrían golpear también a la población civil. El pretexto para tal agresión es endeble y esconde, en realidad, otras motivaciones mucho más sólidas pero inconfesables.

En primer lugar figura el deseo de aplastar definitivamente al único gobierno árabe petrolero que mantiene una oposición a Washington y que permanece, en cierto modo, como un contrapeso tanto al fundamentalismo islámico como a los principales aliados y apoyos de Estados Unidos en el cercano oriente, Israel y Turquía. En segundo lugar está la voluntad de evitar que el ingreso de petróleo iraquí al deprimido mercado mundial de carburantes agrave la caída de los precios del crudo, situación inconveniente para las Siete Hermanas -las compañías petroleras más importantes- y los principales aliados de Estados Unidos en la zona. Cabe añadir el desacuerdo de Washington con la intervención europea -francesa, alemana, italiana y rusa- en la reconstrucción de Irak. Un ataque a Bagdad podría ser una señal que dejaría en claro la actitud de Estados Unidos hacia el régimen de Saddam Hussein y su rechazo a cualquier intento de asistir a los iraquíes, así sea por razones puramente humanitarias.

Por si fuera poco, ante el grave escándalo producido por el supuesto acoso sexual ejercido por Clinton contra varias mujeres, un ataque a Irak podría darle a la opinión pública estadunidense un nuevo foco de atención e, incluso, revitalizar la popularidad del presidente con un éxito militar y la consiguiente exaltación del sentimiento de supremacía mundial de la población de Estados Unidos.

Por estas razones sicológicas, sociológicas, económicas y políticas, y sobre todo por consideraciones internas, el gobierno de Estados Unidos está dispuesto a desencadenar una nueva guerra injustificada en contra del derecho internacional y a pesar de la oposición de sus principales aliados. Además de violar el derecho de auodeterminación de los pueblos y el funcionamiento mismo de Naciones Unidas, el gobierno estadunidense se arroga así la inadmisible facultad de hacer la guerra según las necesidades políticas del momento -aunque sean éstas tan burdas como las motivadas por el escándalo sexual de Clinton- y se dispone a atacar a un país asiático que no amenaza en nada su seguridad.

Así como el mundo ha repudiado la ley Helms-Burton, el rechazo internacional al bloqueo a Irak y a la idea de una nueva agresión unilateral contra un país pobre que no ha alcanzado aún a restañar sus heridas, debe impedir un nuevo atentado al derecho internacional y a la idea misma de la sumisión de los actos de los Estados al imperio de la lógica y de la ley.