La Jornada 30 de diciembre de 1997

Jamás atendió la policía estatal los llamados de auxilio: testigos

Jesús Ramírez Cuevas, Especial para La Jornada, Acteal, Chiapas Ť Tres vecinos de Acteal, Cornelio Pérez y dos mujeres más, comisionados por la asamblea de la comunidad, alertaron al comandante de una patrulla de Seguridad Pública, Ricardo García Rivas, a las 11:30 horas del 22 de diciembre, de que hacía aproximadamente una hora había iniciado una fuerte balacera hacia el rumbo de la ermita donde se refugiaba un grupo de desplazados.

En lugar de actuar, el grupo policiaco retuvo a los denunciantes. Los uniformados habían arribado al pueblo temprano en la mañana, y sus vehículos pasaron por donde estaban estacionadas otras camionetas donde presuntamente viajaron los agresores. Otros elementos del Agrupamiento Fuerza y Reacción, élite de la propia seguridad pública, llegaron a reforzar a la primera patrulla.

De estos, algunos elementos se apostaron en una escuela distante no más de 500 metros de la ermita del paraje Los Naranjos, que fue atacada, y ahí permanecieron sin avanzar a pesar del fuego grandeado que se escuchaba, según el testimonio de otro vecino del lugar, Manuel Pérez, de Quextic. ``Desde donde estaban los policías se escuchaban los disparos, yo sí los oía y estaba junto a ellos. Incluso dispararon al aire pero no intervinieron''. Así transcurrieron entre seis y siete horas.

Testigos de la actitud de estas dos patrullas policiacas relataron a La Jornada la forma como se vivieron los hechos desde la entrada de la comunidad de Acteal ese día.

De acuerdo con otros testimonios de indígenas de diversas comunidades vecinas, antes de la matanza elementos de seguridad pública destacados en los alrededores se cruzaron y necesariamente vieron el movimiento de los grupos armados que circulaban por esos caminos vestidos de negro y portando armas de grueso calibre. La presencia de estos grupos fue numerosa y notoria, sobre todo en Pechiquil y Los Chorros.

Durante la balacera de Acteal los vecinos, y por lo tanto también los policías de Seguridad Pública desplegados en lugares cercanos como Chimix (distante a tres kilómetros), Pechiquil (a cuatro kilómetros) y el crucero hacia Los Chorros (a un kilómetro) oyeron los disparos.

Según el testimonio de Cornelio Pérez, habitante de Acteal, el comandante García Rivas, al frente de los policías de Seguridad Pública, dio parte a la base de Chenalhó diciendo que había una balacera en esa comunidad. Eran las 11:30 horas. Ese solo dato hace ver que mandos policiacos tenían información de lo que estaba pasando en el lugar.

La cronología, según los relatos hechos a este diario, es la siguiente: Seguridad Pública llegó en varios vehículos a Acteal poco antes de las 11:30 de la mañana (el ataque comenzó a las 10:30). Tomaron posición en la escuela -misma que se encuentra a unos 500 metros de la ermita donde masacraron a los 45 tzotziles- y dispararon al aire durante cinco horas aproximadamente.

``La primera camioneta llena de policías arribó a Acteal procedente de Pantelhó, al frente venía el comandante García Rivas. Pasaron enfrente de los vehículos de los paramilitares que atacaron, a unos 50 metros del sitio donde estaban disparando sobre nuestros compañeros. Ellos venían acompañados de otra camioneta donde había un grupo de priístas de Los Chorros, relata Cornelio Pérez.

``Minutos después llegaron otros camiones con policías vestidos de negro'' (integrantes del Agrupamiento Fuerza y Reacción, grupo élite de Seguridad Pública, policía militarizada y entrenada en contrainsurgencia). ``Se bajaron y echaron disparos al aire, después tomaron posición en la escuela (a menos de 500 metros del sitio que era atacado)'', dice Cornelio.

``Nombramos una comisión de los habitantes de Acteal para hablar con el comandante, éramos tres, dos mujeres y yo. Le avisamos al comandante que los priístas estaban atacando a refugiados en el paraje Los Naranjos de Acteal''.

Manuel Pérez Pérez, integrante de la comisión fue detenido ahí mismo. Los uniformados siguieron disparando al aire, pero no se movieron del lugar.

``Pasó un momento. Se ve que los paramilitares escucharon que los tiros venían de la escuela y se bajaron en la ermita, justo a un lado de donde cometieron su crimen. Una hora después se reanudó la balacera y los de Seguridad Pública volvieron a disparar'', cuenta Cornelio Pérez.

Los primeros que habían escapado por el monte aparecieron al mediodía

Casi al mediodía aparecieron los primeros indígenas que habían escapado del ataque huyendo por el monte. Se juntaron en la escuela donde estaban los de Seguridad Pública. Le contaron al comandante García Rivas lo que pasó y le dijeron que había mucha gente herida y muerta. ``El oficial no hizo nada, se retiró a reportarlo por su radio. Aquí Relámpago quiero comunicarme con Trueno'', nombre clave de su superior, ``y le dio su reporte'', comenta a su vez Manuel.

Al ver que los elementos policiacos no actuaban, ``hablamos como a las 12 del día a oficinas de derechos humanos de San Cristóbal y les dijimos que los priístas estaban atacando a la gente, que hicieran algo'', menciona José Hernández, encargado en ese momento en el teléfono. Minutos después, Gonzalo Ituarte, vicario de la Diócesis de San Cristóbal, se comunicó con Homero Tovilla Cristiani, secretario general del gobierno estatal. Ituarte cuenta que le dijo ``recibí una llamada de Acteal y me informaron que un grupo de gente armada estaba atacando el lugar, que se oían disparos por todas partes''. Tovilla Cristiani me informó que se comunicaría con el general Jorge Gamboa Solís, coordinador de la policía de Seguridad Pública del estado para que tomara cartas en el asunto y se informara de la situación ahí.

Media hora después de estas llamadas -a las 12:30 del día-, en la caseta telefónica de Acteal se recibe una llamada, al parecer desde la capital del estado. José Hernández tomó el teléfono y oyó una voz que le dijo: ``Soy comandante de Seguridad Pública. Queremos que vayan y le digan al comandante que está al frente de los policías ahí apostados, que los acompañe a ver qué pasa en el lugar donde se escuchan los disparos''. Se despidió del indígena y quedó de hablar 10 minutos después para ver qué sucedía, ``pero no volvió a llamar''.

Como continuaron los disparos, los habitantes de la otra sección de Acteal ya no se movieron, tampoco los policías.

A las 17 horas, un grupo de mujeres que había escapado del ataque ``nos avisó que había mucha gente herida y muerta'' , afirma Cornelio Pérez.

``Pedimos permiso para ver si podíamos ir con nuestros compañeros''

``Formamos otra comisión de tres mujeres y yo para ir a ver. Fuimos con el comandante y le preguntamos si nos daba permiso de ir a ver a nuestros compañeros atacados y recoger a los heridos. El comandante nos dijo que estaba bien, que fuéramos para allá. Entonces le pedimos apoyo de su personal para que nos protegiera y ayudara a sacar a la gente, pero el capitán se negó. Nos dijo `no podemos ir, qué tal si ahí están y nos dan un balazo en la cabeza', explica con detalle Cornelio.

``Entonces, para evitar que nos dispararan los de seguridad pública, me dio una clave para poder pasar. `Cóndor' era la palabra que tenía que gritar. Así lo hacía y me respondían los policías `¡Adelante!' y ya pasaba con los heridos.

``Cuando saqué al primer herido también llegaron como 50 personas a la escuela que habían estado en el lugar. Todos estaban muy espantados. Le dijimos al Comandante que había como cien muertos y heridos, pero no nos creyó y no hizo nada. Estaba oscureciendo cuando llegamos al claro donde mataron a los compañeros, apenas se veía, pero había muchos cuerpos tendidos, y mucha ropa y zapatos tirados. Como pudimos sacamos a los demás heridos. La mayoría estaban en una barranca más abajo de donde fue el ataque. De ahí sacamos a 17 heridos.

``Los policías no se metieron, se quedaron en la escuela mirando. Cuando juntamos a los heridos el Comandante mandó a traer una camioneta para sacarlos a San Cristóbal. El mismo capitán tomó nota de los nombres de las víctimas'', narra el joven Cornelio.