La Jornada martes 30 de diciembre de 1997

Marco Rascón
Disparos y disparates

No nos habíamos acostumbrado a los disparates del gobierno y llegaron los disparos. Tan peligrosos unos como los otros, tanto que con una mano firmaron los acuerdos de paz y con la otra jalaron gatillos en Acteal.

La finalidad de la violencia en Chenalhó no es irracional. Su plan fue separar a la población civil de la base organizada zapatista aclarando los límites territoriales. Para el plan de contrainsurgencia en marcha, los desplazados son ``sociedad civil'' y los que se quedan son grupos armados. Militarmente, el objetivo de la matanza fue lograr la movilización de las comunidades, a fin de definir los territorios para lanzar la ofensiva contra la base de la insurrección indígena de 1994. La matanza fue sólo el primer paso de la estrategia que tiene en mente el Estado mexicano contra el EZLN, considerada la última rebelión del siglo, y que el Papa en julio vendrá a pacificar, pues ahora la Iglesia ya no es ``romana'' sino ``universal'', y reclama que esos indios, antes que mexicanos, son católicos y en eso gobierno e Iglesia están de acuerdo; para Zedillo y Salinas es mejor tratar con la Iglesia que con los indios.

El neoliberalismo es tan racista como el nazismo. Hitler y Heyek justificaron sus teorías sociales en el evolucionismo darwinista para sentenciar que las razas débiles tienden a desaparecer frente a las más fuertes. Ello ha justificado el salvajismo de la competencia capitalista en el neoliberalismo, y en Mi lucha Hitler justificó el derecho de los arios sobre el resto del mundo.

El neoliberalismo mexicano frente al problema de la integración de las nacionalidades indias refleja una actitud racista y llena de odio, que fue la que dio muerte a 45 mujeres, niños y hombres en Chenalhó. En las víctimas de Acteal se ven todas las comunidades indígenas de Chiapas y del país; el rumor seco es que la muerte llegó ahí porque eran indios. Ese es un verdadero acto terrorista, paramilitar, planeado y técnicamente diseñado como lo hacía Hitler, y ahora lo emulan los neoliberales decadentes de fin de siglo.

Los disparates de Emilio Chuayffet, José Angel Gurría, Mariano Palacios Alcocer y Julio César Ruiz Ferro fueron actos de gran cinismo frente a los mexicanos y el mundo: ``Agradecemos la solidaridad internacional'', dijo Gurría. ``Ni por omisión puede señalarse al gobierno'', afirmó Chuayffet. ``No politicen la matanza, exigimos respeto'', señaló Mariano Palacios del PRI. La Procuraduría General de la República, en uno más de sus actos de atracción como los de Colosio o Ruiz Massieu, siguió la versión que, sin investigación de por medio, dio Zedillo ante la televisión el 23 de diciembre: ``fueron problemas intercomunitarios''. Los disparates con cinismo son palabras de guerra.

La matanza en Chenalhó ha sido obra de quienes han decidido imponer su paz y su justicia con la fuerza; es el desencadenamiento de una estrategia específica que primero ha buscado el desgaste y división de las comunidades en las zonas más cohesionadas social y políticamente por el zapatismo. Para ello han servido lo mismo motivos municipales que religiosos o de recursos federales, vía Sedeso. Luego, la violencia de baja intensidad, hasta llegar al gran ejemplo: la masacre de los más indefensos.

Con ello, el Ejército Mexicano espera la definición del territorio y el acotamiento de comunidades y alimentos. Viene la ofensiva militar de disparos y de disparates para justificarla. El grupo paramilitar que actuó en Acteal estaba entrenado para realizar este tipo de actos, sólo semejantes a los crímenes de indígenas en Guatemala. Es una muerte especializada para crear terror entre la población.

La responsabilidad de Zedillo es central luego que decidió no respetar los acuerdos de San Andrés, argumentando que éstos significarían la división del territorio nacional, y envuelto en la bandera de su soberbia lanzó el gran disparate: ``Prefiero pasar a la historia como un represor''. En este cruce de caminos, Justo Mullor tenía su propia tarea en coordinación con Gobernación: fue a Chiapas no como apóstol de la paz, sino como indicador de Gobernación y del Centro de Investigaciones en Seguridad Nacional (Cisen), al cual rindió informe, pues ambos preparan coronar la pacificación con la bendición del Papa en julio, luego que hayan hablado debidamente las armas y terminado la amenaza de una insurrección indígena que ha puesto en crisis la dominación de siglos sobre los indios.