M. Vázquez Montalbán
Chiapas
``El PRI tiene una deuda muy grande que pagarle a este país'', declaró en su día el subcomandante Marcos, y esa deuda acaba de incrementarse. Los desesperados intentos del PRI para disfrazar la última matanza de Chiapas como un pleito entre indígenas pretendían desacreditar a la
revolución zapatista y justificar cualquier intervención militar futura para restablecer el orden. La palabra orden es una de las más devaluadas de la jerga política, y cada vez que la oigan, por favor, una mano a la cartera y la otra al cerebro, porque la una o la otra peligran.
Los caciques locales están exasperados por la estabilización del Frente Zapatista y sus posibilidades como movimiento político regenerador. En toda América Latina, el fracaso del final feliz neocapitalista da paso a la búsqueda de un modelo de intervención política construido de abajo arriba, a partir de un balance de las necesidades reales, prescindiendo de teorías emancipatorias demasiado totales que pretendían cambiar la realidad entre tertulianos radiofónicos --uno de ellos dijo que el Frente Zapatista le parecía utópico--. La llamada de un oyente conocedor de la realidad de Chiapas puso las cosas en su sitio al recordar que las reivindicaciones indígenas eran tan elementales y a la vez tan fundamentales que sólo desde el prejuicio y la desinformación podían ser calificadas de utópicas.
Afortunadamente, todavía los zapatistas disponen de un sistema de información alternativo y global, basado en un voluntariado solidario, que en pocos minutos puede oponer una verdad de artesanía a la mentira de las poderosas maquinarias de información. Tema de estu- dio obligatorio para toda Facultad de Ciencias de la Comunicación todavía no vampirizada por el pensamiento único. ¿Cómo es posible oponer a la Opulencia de la mentira la verdad de la Miseria?