La Jornada sábado 27 de diciembre de 1997

Adelfo Regino Montes
Acteal: genocidioy etnocidio

Matar intencionalmente a los miembros de un grupo, causarles graves daños corporales y mentales, así como infligir deliberadamente al grupo condiciones de vida calculadas para producir en todo

o en parte su destrucción física, son algunos de los elementos constitutivos del delito de genocidio, cuyo cometido fundamental es la destrucción, en todo o en parte, como tal, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso. (Artículo II de la Convención de Genocidio de la ONU.)

A la par en la Declaración de San José, Costa Rica, se establece que el etnocidio significa que a un pueblo o grupo étnico, colectiva o individualmente se le niega su derecho a disfrutar, desarrollar y transmitir su propia cultura y su propia lengua. Se trata de una forma extrema de violación masiva de los derechos humanos.

Las hipótesis anteriores confirman, lamentablemente, que la matanza de 45 tzotziles de Acteal constituyen genocidio y etnocidio punibles hoy día en el derecho nacional e internacional (México ratificó la Convención del Genocidio y está incorporado en el Código Penal Federal, artículo 149 bis). En cualquiera de los casos, las siguientes hipótesis se confirman:

1. Han corrido litros de tinta para argumentar que es clara la intención gubernamental de destruir a los pueblos indígenas de Chiapas que constituyen la base y la raíz del EZLN. El reflejo más claro de esta intencionalidad está conformado por:

a) La puesta en marcha e intensificación de la guerra de baja intensidad, cuyos propósitos fundamentales residen en dividir a las comunidades indígenas, intentando convencer a la opinión pública nacional e internacional de que el conflicto chiapaneco es entre las propias comunidades, y en donde nada tiene que ver el Ejército. Para hacer posible esta estrategia contrainsurgente se ha recurrido a los mercenarios de la guerra, comúnmente conocidos como guardias blancas, grupos paramilitares, escuadrones de la muerte, entre otros.

b) Para responder a las causas profundas que dieron origen al levantamiento armado y que son de índole nacional, de nueva cuenta el gobierno recurre a la vieja y trasnochada política del asistencialismo. El ejemplo más moderno de esta mentalidad es ``Progresa'' y las famosas despensas, distribuidas uno días antes de las elecciones en cualquier rincón de México. En este contexto, nuestra insistencia por cambiar sustancialmente la actual relación entre los pueblos indígenas y el Estado mexicano con base en la incorporación de los derechos indígenas en la Constitución, tal como lo ha planteado la Cocopa, ha quedado en el olvido y la indiferencia gubernamental. Su respuesta no ha ido más allá de la simple afirmación de que la propuesta de la Cocopa debe ser precisada técnicamente.

c) La matanza aludida, el daño corporal de los lesionados y los que han sido declarados como ``desaparecidos'', no son hechos aislados o fortuitos, están bien planea-dos y son consecuencia inmediata de la inercia gubernamental de las altas esferas. ¿Qué autoridad moral existe, entonces, para lamentarse y hacer un llamado retórico al diálogo? ¿Qué sentido tiene el diálogo cuando lo que corre en las comunidades son gotas de sangre y de dolor profundo? ¿Qué sentido tiene dialogar cuando no se cumplen acuerdos pactados?

d) El desplazamiento de miles de familias indígenas hacia las montañas, en condiciones de vida inhumanas, constituye otro hecho cuya finalidad básica es ir creando las condiciones necesarias que impidan a las comunidades resistir los embates de la guerra y sus trágicas consecuencias. En este caso hay una apuesta al cansancio, al desgaste y a la provocación abierta. ¿Cómo, en estas circunstancias, puede un pueblo plantearse su desarrollo y ser sujeto de su propio camino, si no tiene ni la más mínima seguridad y paz que le permitan aprovechar sus potencialidades?

La máquina gubernamental del etnocidio está en marcha. Las masacres cometidas en contra de los yanomamis (Brasil) y los asháninkas (Perú), son realmente minúsculas frente a la magnitud y gravedad de lo ocurrido en Chenalhó. En el México posrevolucionario, las formas de agresión gubernamental hacia los pueblos indígenas no habían llegado a los extremos de ahora. El Presidente que no quiso pasar a la historia como el ``quebrantador de la unidad nacional'', hoy es el Presidente durante cuya gestión se perpetró el etnocidio. Así, la Navidad se pinta de rojo y la paz parece un sueño cada vez más lejano.