El presidente peruano, Alberto Fujimori, se perpetuó en el poder mediante un autogolpe en 1992 y desde entonces tiene una deuda con los militares que en diversas otras ocasiones hicieron demostraciones públicas de fuerza para arrancarles decisiones a las instituciones civiles. Si bien, formalmente, Fujimori quitó a los cuerpos militares la elección del Comandante en Jefe, la cual pasó a ser privilegio del presidente, ello fue posible precisamente porque el país ha estado virtualmente dirigido hasta ahora por un triunvirato formado por el presidente, por el Comandante en Jefe, el general retirado Nicolás de Bari Hermoza, y por el Fouché peruano, el capitán, también retirado, Vladimiro Montesinos, hombre de los servicios de inteligencia nacionales (y estadunidenses) acusado de tener buenas conexiones con el narcotráfico. Hasta ahora, en el trío, Hermoza era el golpeador y, Fujimori, por su función misma, el político, de modo que surgieron ya problemas entre ellos cuando el presidente prefirió negociar con Ecuador en vez de ir al enfrentamiento.
Pero el triángulo comenzó a romperse cuando el presidente comprendió que su alianza con el general podría resultarle un lastre electoral y el militar, por su cuenta, buscó crear un dúo con Montesinos y poner a Fujimori en segundo plano, desmintiendo en un libro las reiteradas declaraciones presidenciales de que la dirección de las operaciones en el caso de los rehenes en la residencia del embajador japonés había sido suya y, por el contrario, escribiendo que los que restablecieron el orden fueron el general en persona y Montesinos.
Además, bajo cuerda, organizó una semiasonada y todos los jefes de las tres armas fueron a Lima para ``desagraviar'' a Hermoza (e, indirectamente, demostrar a Fujimori que dependían de aquél y no del presidente, quien es formalmente Jefe de las Fuerzas Armadas).
Sin embargo, la alianza entre los lados Hermoza-Montesinos del triángulo en destrucción acelerada no funcionó y se hizo, en cambio, una alianza entre Montesinos-Fujimori, a costa del general, quien se vio obligado a rubricar la orden del presidente de hacer volver a todos los jefes a sus cuarteles. Es muy probable, dados los antecedentes del personaje, que detrás del apoyo de Montesinos estén los consejos de Washington, que no quiere un golpe militar en un proceso electoral, y la decisión de hacer de Montesinos, y no de Hermoza, el jefe real de las fuerzas armadas, que siempre seguirían como el poder detrás del trono.
El hecho es que el Parlamento (ya pisoteado por Fujimori y por Hermoza), con el apoyo incluso de la oposición de derecha o de izquierda, el clero y las instituciones civiles formaron ahora cuadro detrás de Fujimori contra la amenaza militar. Eso hace que las fuerzas armadas salgan debilitadas de esta prueba de fuerzas y que Hermoza mismo (quien ha sido hasta hoy continuamente reinstalado en su cargo por Fujimori) pueda ser reemplazado de un momento a otro por un general menos conflictivo y más manejable por Montesinos, por más protestas que esa situación pudiera provocar entre los militares ``duros'' y también entre los institucionales, hartos ya de la corrupción política y material introducida en las fuerzas armadas por el aliado de Fujimori.
Sea como fuere, las elecciones peruanas del año 2000 (en las cuales Fujimori parece plantear su reelección) se efectuarán en un ambiente político enrarecido y se podrían escuchar ruidos de sables. Fujimori, en efecto, todavía debe resolver un problema político y matemático: reducir un triángulo a dos lados y, para colmo, convertirse en el lado principal de una figura que no existe y que la sociedad no quiere que se construya.