Masiosare, domingo 21 de diciembre de 1997
EL UNICO LIMITE ES LA IMAGINACION
Le divierte la pregunta. Sonríe. Cavila mientras la repite: "¿Después de una cirugía estética una mujer puede recuperar a su marido? No. La regla es que no. Puede que con otro señor rehaga su vida, pero con su marido no".
En el Hospital Angeles, el consultorio de Fernando Ortiz Monasterio parece más una galería que un despacho médico -entre las firmas destacan los De Chirico, Siqueiros, Carrington-, lo que da buena cuenta de la pasión de coleccionista de quien, con sus manos, ha remodelado cientos de rostros.
Formador de varias generaciones, Ortiz Monasterio es el creador de una escuela que le ha dado fama a la especialidad en México. Es, sin duda, una de las figuras míticas en el mundo de la cirugía plástica. En los textos sobre el tema su trabajo es referencia obligada.
En los años cincuenta, la relación con un amigo que se entrenó en cirugía plástica en Estados Unidos lo llevó a ese campo. Se fue al vecino país, donde pasó por tres universidades, y regresó a México para comenzar sus extraordinarios trabajos en cirugía reconstructiva: lo mismo de mano que de labio y paladar hendido, o sorprendentes tratamientos de quemaduras. No se quedó ahí.
"Hace cuarenta años hablábamos ya de restiramientos faciales. Hacíamos correcciones de nariz. Las orejas prominentes las poníamos en su sitio y los daños que las leyes de gravedad producen en mamas y abdomen, los arreglábamos. Cuando detectábamos cáncer en la mejilla, lo quitábamos y poníamos un injerto que era un parche horroroso, de diferente textura y color. Era como una vulcanizada. A los niños de labio leporino los sometíamos a operaciones para cerrarlo. Considerábamos que estábamos haciéndolo bien, pero con el tiempo descubriríamos que podíamos hacerlo mucho, mucho mejor".
Desde entonces comenzó para el cirujano "la interminable búsqueda de la excelencia", que hoy lo lleva a remontarse a los griegos: "Arquímides, Euclides, hablaron desde entonces de la Regla de Oro de las Proporciones, y esa es válida para las estructuras arquitectónicas y para el cuerpo y el rostro humanos".
Sigue Ortiz Monasterio su recorrido: "Mire, en la cara hay dos elementos importantes, uno, la estructura de soporte que es el esqueleto, y otro, la cubierta, la piel. Igual que en la fachada de un edificio. Le Corbusier (arquitecto y teórico suizo) habló mucho de eso y encabezó en Marsella a un grupo de artistas y antropólogos que diseñaron la llamada "estela de las proporciones del hombre del siglo XX". El mismo escribió un libro precioso sobre la propuesta de las proporciones. Años más tarde se encontró con Einstein en una universidad norteamericana y discutieron el tema. Poco tiempo después Einstein le escribió una carta en la que le decía: 'Por supuesto que tiene razón señor Le Corbusier. Todo lo que está bien, es fácil. Todo lo que está mal, es difícil'.
"Parece muy simple, pero en realidad así es. Todo lo que está bien proporcionado es fácil para nuestros ojos, y lo que no, no nos entra con naturalidad y esto no es algo cultural, es límbico, lo tenemos en el cerebro. Fidias diseñó un compás de las proporciones y lo aplicó cuando decoró el Partenón".
En este punto, Ortiz Monasterio abre un cajoncito y saca un compás. Enseguida prueba la teoría de Fidias en uno de los lienzos que cuelgan en las paredes de su consultorio. Sus manos, largas, finas, hábilmente de las frentes a los mentones. "Me encantan las caras de Rodríguez Lozano, fíjese ¡qué perfección!"
LA SONRISA DE PAVAROTTI
La entrevista se celebra en tres tiempos. Dos conversaciones en su consultorio y una más en el quirófano, el sitio en el que mejor se maneja, el lugar donde todos le rinden pleitesía. No hay intervención quirúrgica que realice a la que no asistan al menos una decena de especialistas de distintos países.
En la del viernes 5 de diciembre estuvieron una doctora israelí, dos españoles y un canadiense, entre otros. El maestro operó con música de Credence de fondo. Chela es su única instrumentista desde hace 25 años. Una mirada del doctor basta para que ella lo provea de sierras, bisturís o tornillos de titanio.
Muy lejos del lenguaje del sabio, Ortiz Monasterio llena sus respuestas de anécdotas y agudezas. "¿Sonrisas perfectas? Ah sí, cómo no, la del gordo Pavarotti es estupenda. ¿Rostros? Hombre, Dolores del Río y María Félix, tenían unos esqueletos maravillosos. ¿Las concepciones estéticas que prevalecen? Bueno, todos quieren occidentalizarse. No sabe la de esfuerzos que han hecho los japoneses para lograrlo. La belleza étnica es un concepto que comienza también a ponerse de moda".
Cuenta que ahora está en boga la cirugía del esqueleto facial. "Producto de mi deformación profesional, a veces, cuando miro una cara estoy viendo el esqueleto, como si tuviera mirada de rayos X. Sé con exactitud cómo está la mandíbula, el maxilar superior, los pómulos. Todo lo veo desde afuera. En una cara larga, anticipo que al reírse va a enseñar una barbaridad la encía. Porque ¿sabía que también hay una estética de la sonrisa según la cual debe uno sólo enseñar cuando mucho dos milímetros del borde de la encía"?
-¿Para un cirujano plástico es esencial la formación estética?
-Sí, es importante, pero la cirugía no es una postura meramente artística. Es arte y ciencia. Se necesita la creación artística y la capacidad artesanal de ejecutarla, como en todos los oficios.
LA CIRUGIA NO HACE MILAGROS
-¿La cirugía estética es sólo para mujeres?
-No. Hay muchos hombres normales, inteligentes, lógicos, que me dicen: "Vivo en un mundo muy competitivo, me veo cansado, quítame estas bolsas de los párpados que dan la impresión de que estoy crudo, desvelado. La nariz no me va bien". En mi práctica yo le aseguraría que el 25 por ciento de mis pacientes son hombres.
"Por supuesto que cuando llega uno de 55 y me pide que lo deje como de 40 para enamorar a mujeres de 30, siempre les contesto: 'Estás loco, las mujeres son de una sabiduría ancestral y no las vas a engañar. Ellas saben si la haces o no la haces. Ellas sienten el brillo en los ojos al momento de enamorarse'. La cirugía no hace milagros y yo, le insisto, no aliento ese tipo de expectativas. En esos casos, no opero".
-¿La cirugía estética es sólo para ricos?
-No. En los hospitales del sistema de salud la practicamos.
(Ortiz Monasterio fue director del Hospital Manuel Gea González, donde se hicieron, bajo su conducción, memorables trabajos de cirugía reconstructiva y estética).
DIOS NO SE VA A ENOJAR
Ahora, dice el cirujano, "hemos avanzado mucho en la lucha contra el envejecimiento. Vivimos en una cultura en la que se pone énfasis en la juventud. Es más bonito el joven que el viejo. Se acabó la historia".
-¿Cúal es su sensación al detener el tiempo en los rostros?
-No, yo no detengo el tiempo, puedo engañarlo un poco, borrar las huellas que ha dejado. Sólo eso. Quien se somete a una intervención de cirugía plástica se va a sentir y se va a ver mejor, pero no va a ser ni un día más joven.
-Uno piensa que al cambiar de aspecto todo lo demás cambiará también, ¿no es así?
-Esa es una trampa en la que puede caer un especialista en estética sin experiencia. Muchos pacientes llegan al consultorio con cuadros depresivos graves y piensan que si se rejuvenecen o si modifican sus formas, el mundo cambiará. No es así.
-Bueno, pero si usted me quita las arrugas y me hace más joven -interrumpe Fabrizio León-, en efecto voy a ser más joven, ¿o no?
-Pero no le quito el cuadro depresivo. Le repito que esa es una de las grandes trampas. Hay pacientes que pueden caer, incluso, en un cuadro psicótico. Recuerde que la cirugía representa una pequeña agresión.
"En gente con estados emocionales normales, la cirugía funciona fantásticamente bien. En cambio, una mujer de edad media, con problemas familiares, que se somete a la cirugía plástica y que crea expectativas de que con eso todo se arreglará, se equivoca y el médico no puede hacerle el juego, porque ni los hijos van a dejar de darle desvelos ni el marido se va a volver más bueno".
-¡Uuuy! -otra vez Fabrizio-, la gente cree que sí, que si una mujer muestra, por ejemplo, mejores senos, pues le va a cambiar la vida con su marido...
-La regla es que no. Excepcionalmente eso ocurre... Puede que con otro señor -se ríe Ortiz Monasterio-, pero con su marido no.
-¿Cúales son los límites de la cirugía plástica?
-Muchísimos. No podemos evitar las cicatrices. Se han hecho muchas cosas para conseguirlo. Yo hice cirugía fetal, primero en ratas y luego en monos. Hace unos cuatro años operé a un niño de labio leporino en el útero. Creí que eso podía evitar la cicatriz partiendo de las informaciones que teníamos de que en un feto se borraban por regeneración. Salió bien pero fue muy riesgoso. No lo logramos. Ahora estoy convencido de que las intervenciones en el útero sólo se justifican cuando el feto tiene alguna deformación que pone en peligro su vida.
-Oiga, pero cambiar a un ser humano, ¿no es un desafío peligroso?, dicen que Dios se va a enojar.
-No, no se va a enojar nadie. Yo no soy religioso, pero creo que la inteligencia existe para hacer más vivible el mundo.
Los cambios de sexo... ¡una pesadilla!
Ortiz Monasterio pasó muchos atardeceres en Buenos Aires charlando con Jorge Luis Borges; fue amigo de David Alfaro Siqueiros y uno de sus cuadros fue pintado especialmente para él. Es un lector voraz, amigo de Gabriel García Márquez y de Carlos Fuentes. Todavía se estremece con Mahler. Participó como velerista en los Juegos Olímpicos de Tokio y a los 45 años descubrió que no había nada tan excitante como esquiar.
Aristócrata, exitoso, Ortiz Monasterio hace un rápido recuento de lo que ha sido y es su vida en los quirófanos, "esta aventura intelectual y científica que no tiene fin".
La crónica de esa, su aventura intelectual, está guardada para la historia en uno de los archivos más completos del mundo: un millón y medio de transparencias que enumeran sus casos más acabados, y también los fracasos, que para su buena suerte son pocos.
A los 74 años, resume así uno de sus mejores momentos:
"Hace un tiempo llegó a mi consultorio una niña con una espantosa hendidura en medio del rostro que le separaba de manera brutal los ojos. Entré por el cráneo, me metí a la fosa cerebral y moví las dos mitades de la cara hasta unirlas con todo y órbita. Volví a poner todo en su sitio".
El caso quedó para la posteridad en un lienzo de Arturo Rivera que ahora se expone en el Museo de Arte Moderno.
"Por eso yo sostengo que cada vez es más imperceptible el límite entre la cirugía estética y la reconstructiva".
Su peor experiencia:
"Hice unas 12 intervenciones de cambio de sexo. Eso fue hace más de 30 años. Fueron una pesadilla. Yo creí honestamente, y siguiendo las reglas de esa época, que si mis pacientes ya habían estado dos años en el psicoanálisis, si habían roto con su vida anterior y tenían una pareja, pues estaban preparados para lo que seguía.
"Creí realmente que eran una mujer dentro de un cuerpo de hombre, o viceversa. Mi serie de operaciones fue muy chiquita y los resultados finales fueron muy malos. Hice dos de mujer a hombre, que ahora técnicamente se ejecutan muy, muy bien, y diez de hombre a mujer.
"Los dos de mujer a hombre fueron bastante mejor que los otros diez. De éstos, sólo uno puede considerarse exitoso. Los demás siguieron con trastornos emocionales. Al rato ya querían tener hijos. Incluso algunos intentaron suicidarse.
"Entonces se corrió la voz de que yo estaba haciendo este tipo de operaciones en México y me empezaron a llegar pacientes de todo el mundo. ¡Me hubiera hecho millonario! Sin embargo, decidí suspenderlas porque realmente se convirtieron en una pesadilla. No estaba dispuesto a seguir asumiendo una responsabilidad de algo que no estaba saliendo bien".
-¿Fue un asunto de moral?
-Moralmente no creo que esté mal cambiar el cuerpo de un hombre por el de una mujer si eso va a servir y lo va a hacer feliz. Pero éticamente yo observaba que no era así. Fue lo que me obligó a suspenderlos. El caso que fue exitoso, sigue siendo motivo de orgullo para mí. Ella es hoy una mujer bellísima, única y tiene una pareja estable.
"Este tipo de operaciones constituyen todo un reto, pero yo no quería salir airoso sólo en lo físico, pretendía que esto ayudara a resolver sus problemas emocionales, y reconozco que no lo logré. Una de las grandes satisfacciones me las dan los pacientes felices, ¿no? Si esto no ocurre, uno tiene que aceptar que es un desastre".
-¿Y la tentación del dinero?
-El dinero es una cosa que viene de manera natural si uno trabaja bien y es respetuoso con sus pacientes. No funciona para quienes ven esto como una manera de hacerse ricos. Yo he tenido mucho éxito económico, pero eso me ha servido para tener los recursos necesarios para investigar en el Hospital General de la Secretaría de Salud, por ejemplo. Muchos creen que no ha sido una manera muy sensata de gastarlo.
-¿Cómo se siente al ver su nombre en las enciclopedias y en los tratados de la cirugía estética?
-No me quiero tomar muy en serio, porque puedo convertirme en un viejo rídiculo y pomposo. Si se tiene un poco de éxito, el antídoto para ello es burlarse un poco de uno mismo. b
Eliminar verrugas
Algunos cirujanos plásticos cobran únicamente la consulta, entre 400 y 650 pesos (el estudio histopatológico requerido se paga aparte). Otros piden mil 500 pesos.
Restiramientos faciales o ritidoplastías
Antes, para borrar las arrugas sólo se jalaba la piel. Muchas caras quedaban deformes: las bocas se agrandaban y la piel parecía de cera. Se han alcanzado técnicas como la consistente en poner la tensión en el "Smas". Esto es, "subir" los tejidos internos y la piel, incluso por abajo del periostio (tejido que reviste los huesos).
Lo último es la ritidoplastía endoscópica: cinco orificios en el cuero cabelludo, a través de los cuales se introduce el endoscopio (especie de cánula con una cámara de video ). Con esta técnica, ya no quedan cicatrices ni adelante ni atrás de las orejas. Estas últimas sólo se dejan en restiramientos de cuellos con piel "muy floja".
De 16 mil a 35 mil pesos.
Rinoplastía
Hace años se cortaba la nariz y se le hacía una puntita. Ahora no se busca achicar la nariz grande sino darle rectitud al dorso y que no se vea demasiado ancha.
De 17 mil a 29 mil pesos.
Corrección de labios
Se pueden engrosar o reducir. Para lo primero, se toma del tejido que cubre los músculos temporales, se enrolla y se mete para dar volumen. Cuando se usan, los materiales aloplásticos terminan saliendo por donde entraron. Para reducir se cortan tejidos.
De 5 mil a 12 mil pesos (engrosar labios).
Senos: implantes o reducción
Siempre han sido de silicón y se rellenan de gel. Su textura es la de una mama normal. Antes, a través de una válvula, se llenaban de suero fisiológico, poniendo la adecuada según el volumen deseado. Algunas válvulas salieron defectuosas y los senos se desinflaron, de ahí que este tipo de prótesis hayan caído en desuso.
Ahora se catalogan por número de copa. Además, para evitar las "contracturas musculares" (hacían ver los implantes como dos medias naranjas mal acomodadas sobre el tórax), las cubiertas son texturizadas, esto es, irregulares, de ésta forma las células no las encapsulan ni aislan, y su aspecto es más natural.
Esas prótesis son ahora blandas y muy agradables. Se colocan atrás no sólo de la glándula sino de los músculos. Las cicatrices que deja el bisturí son, cuando más, de cuatro centímetros y quedan por abajo de la mama. Hay otros "abordajes" por debajo de la axila o alrededor de la aureola, exactamente donde cambia de color la piel, para que la cicatriz no se note.
También para las reducciones mamarias, se corta alrededor de la aureola y se saca el volumen sobrante. En ocasiones es tal la cantidad a quitar que tiene que abrirse hacia abajo, del pezón al surco submamario, en forma
de ancla invertida.
Costo del implante (no incluye prótesis): 20 mil a 35 mil pesos.
Reducción de mamas: 18 mil a 35 mil pesos.
Las prótesis para mamas, glúteos, piernas o pectorales cuestan entre 650 y 2 mil dólares.
Liposucción o lipoplastía
Intervención quirúrgica en toda forma. No es una solución para la obesidad pero si para desaparecer "lonjas y chaparreras", esto es, para quitar la grasa mal colocada.
Para las jóvenes con "chaparreras" es la mejor solución. La grasa que se les extraiga, nunca se volverá a reproducir. Se aplica la técnica "tumesente", que consiste en inyectar solución fisiológica con anestésicos y vasopresores (para evitar sangrado) y se succiona a grandes vacíos.
Sin embargo, está entrando ya a México la lipoplastía ultrasónica -requiere un aparato que cuesta unos 40 mil dólares-, mediante la cual en lugar de sacar la grasa a base de succión, se mandan ondas ultrasónicas que van rompiendo las células grasas, mismas que licúa y extrae, con la ventaja de que no rompe los vasos sanguíneos.
La liposucción no resuelve los problemas de vívices, estrías o hendiduras de color violáceo que se forman en la piel, especialmente después del embarazo.
De 15 mil a 22 mil pesos.
Abdominoplastía
Para quitar la piel y la grasa y dejar un abdomen plano, se hacía una herida transversal, porque así lo exigían los bikinis de los sesenta. Ahora se abre desde el pubis pero adentro de las espinas iliacas, por el nuevo corte de los trajes de baño.
De 18 mil a 33 mil pesos.
Elongación y engrosamiento del pene
Intervención que comenzó a realizar un urólogo estadunidense -en México ningún cirujano plástico con certificado la practica-, y consiste en cortar el ligamento suspensorio del miembro para que parezca, sólo eso, más grande. Además, al pene le inyectan grasa sustraída de otra parte del cuerpo para darle grosor, cosa que, lamentablemente, termina atrofiando las funciones de ese órgano.
Costo desconocido.
Otros milagros
Se pueden desaparecer papadas, agrandar los ojos, borrar las arrugas y quitar las bolsas de grasa de los párpados (de 11 mil a 17 mil pesos); hacer grandes las orejas chicas o hacer que las grandes lo parezcan menos (lo que cuesta de 8 a 15 mil pesos). Entre otras muchas cosas.
La oferta es amplísima y el precio de un mismo tipo de intervención puede variar hasta en 20 mil pesos, según el cirujano, las técnicas empleadas, el hospital y el tiempo en quirófano (una hora cuesta de mil a 3 mil pesos). Todo, sin contar el costo de otros materiales.
(Con información, exceptuando lo relativo a precios, del doctor Nicolás Sastré Ortiz, presidente de la Academia Mexicana de Cirugía Plástica, Estética y Reconstructiva).
Para lograr la esbelta figura que impone la moda -las gorditas de los lienzos de Rubens pertenecen ya a la prehistoria-, las muchachas de hoy están dispuestas a todo, incluso... ¡a morir!
Para ello ingieren, generalmente sin control médico, anorexígenos que las llevan a depresiones, anemias, anorexias y hasta bulimias, un estado anímico-patológico que tiene como síntoma los vómitos espontáneos -pues el organismo rechaza cualquier alimento- o autoinducidos. El 95% de quienes las padecen son mujeres con temor a la obesidad, trastorno de su imagen corporal y pérdida de, al menos, 25% de su peso. La mayoría son adolescentes que consumen también laxantes o diuréticos.
El uso prolongado de anorexígenos provoca dependencia física y su suspensión es seguida del llamado síndrome de abstinencia.
El empleo de anorexígenos para controlar el peso -su mayor consumo se registraba hasta hace poco entre modelos y actrices- se ha extendido entre las jóvenes de las capas medias y altas de la sociedad. Así, productos como Esbelcaps, Tenuate Dospan, Biomeride, Diestet, Colloidine y Anselix -en total, hay 21 medicamentos de este tipo en el mercado en México- pueden conseguirse casi en cualquier farmacia sin receta médica, pese a la prohibición.
De acuerdo con el doctor José Díaz Estévez -con larga experiencia en tratamientos para este tipo de casos entre personajes del showbis-, las reacciones secundarias del uso de anorexígenos son: primero, resequedad de boca, taquicardia, nerviosismo, insomnio, excitabilidad; y luego, depresión.
Los anorexígenos libremente dosificados atacan al sistema nervioso central y alteran los neurotransmisores, que regulan las conductas relacionadas con el reloj biológico (sueño y vigilia), el apetito, la sed y la saciedad, entre otras funciones.
Incluso, al ocasionar bajas súbitas de peso pueden generar trastornos en el funcionamiento de la tiroides. Las mujeres que caen en esos estados tienen que ser nutridas a través de sueros o sondas, señala Díaz Estévez.
Hace un par de décadas los medicamentos para controlar el peso contenían anfetaminas, estimulantes del sistema nervioso que causaron adicción. Ahora los laboratorios médicos han suprimido las anfetaminas e incluso la mayor parte de ellos precisan en su propaganda: "Anorexígeno no anfetamínico", e informan que el consumo de éstos sólo es adecuado en el tratamiento de la obesidad exógena y en programas de reducción de peso "a corto plazo".
Aún así, las jóvenes los consumen para mantenerse tan esbeltas como dicta la moda.
En los hospitales de la Secretaría de Salud (principalmente en el Hospital General), IMSS e ISSSTE, se practica la cirugía estética, pero dando prioridad siempre a la reconstructiva, especialmente "la reparación" de traumatismos congénitos o los provocados por accidentes y quemaduras.
De acuerdo con la experiencia de algunos médicos que entrenan a estudiantes de la especialidad en esos nosocomios, se calcula que por ocho intervenciones reconstructivas se atienden a dos pacientes con problemas exclusivamente estéticos.