Carlos Bonfil
Gente peligrosa

En Miami, un comerciante de vinos, Alex Gates (Jack Nicholson), se asocia con un personaje siniestro, el inglés Víctor Spansky (Michael Caine) para robar un collar de diamantes valuado en un millón de dólares. Luego de una disputa, Suzanne (Judy Davies), su esposa, lo abandona, parte con su hijo Jason (Stephen Dorff) y se lleva, por inadvertencia, de collar en el interior de una maleta.

Con la estructura de un thriller rutinario de teleserie, y con el motivo clásico del collar de diamantes cuya posesión despierta la codicia y los impulsos criminales, Gente peligrosa (Blood and wine), el más reciente largometraje del realizador estadunidense Bobo Rafaelson (Mi vida es mi vida -Five easy pieces-, 1970; El cartero siempre llama dos veces, 1981; La viuda negra, 1987) es simple pretexto para el lucimiento de Jack Nicholson, actor fetiche de Rafaelson que no deja a lo largo de la cinta de ensayar sus ya características muecas diabólicas (al estilo de El resplandor -Shining-, de Kubrick). Sin embargo, el trabajo histriónico de mayor calibre es el de Michael Caine, gángster despiadado y racista, con el cabello y los bigotes teñidos de negro sobre una tez cerúlea de sexagenario condenado por el asma o por un enfisema pulmonar. Un hombre a punto de morir que en todo momento exhibe su rencor y su desprecio por la vida, con la tos que lo avasalla y la sangre que inopinadamente escupe en cada rabieta. Nicholson y Caine son aquí dos veteranos del crimen, y aunque Alex Gates sea en el fondo un sentimiental, y Victor, un fascista irredimible, ambos son la gente peligrosa a que hace alusión el título, dos figuras siniestras.

Este doble retrato es el aspecto más interesante de una cinta que no presenta mayor elaboración ni en su guión ni en su fotografia, a pesar de ser su camarógrafo, Newton Thomas Sigel (el mismo de Sospechosos comunes). Aparece también en la película la muy atractiva Jennifer López (Selena), como amante a la vez de Alex y de su hijastro Jason, y como centro obligado de todos los clichés en torno del corazón de oro de las jóvenes latinas involucradas con la mafía. Finalmente, Judy Davis (Maridos y esposas, Woody Allen; Almuerzo desnudo, Cronenberg) le saca muy buen partido a un papel difícil, con una imprecación de desprecio lanzada en la agonía y una intensa complicidad con su hijo. Por fortuna, Rafelson evita desarrollar la oposición del padrastro cruel y el hijo desprotegido, y confiere a Alex y a Jason personalidades muy vigorosas en su enfrentamiento continuo. Tampoco hay -a pesar del título en español- distinción tajante entre los villanos y el resto de la gente en una ciudad como Miami, en un lugar como Key Largo, que aquí se vuelven emblemas de corrupción y negocios sucios. Ningún personaje se ve aquí ajeno a la tentación de mezquindad y codicia, aunque a medida que avanza la cinta, el director matiza los tonos de lo que pudo ser una excelente película negra.

La relación sentimental de la joven cubana con Alex queda apenas esbozada, y su involucramiento con Jason tampoco gana mucho relieve. Algunas escenas remiten a los mejores momentos del cine de Rafelson, los de Mi vida es mi vida, por ejemplo, donde el joven Nicholson revelaba un temperamento anárquico e iconoclasta. Casi tres décadas más tarde, el mismo actor, acompañado de un energúmeno formidable, repite los desplantes de furia, avienta los platos en un restaurante ante la mirada estupefacta de la gente, manifiesta su rechazo de las convenciones sociales. Resulta difícil definir su carácter, pues su contacto afectivo con la esposa, el hijastro, y el odioso cómplice de fechorías, es muy ambiguo y, en ocasiones, inesperadamente tierno. Esta calidad en la observación sicológica de sus personajes, hace que Gente peligrosa, sea, si no el thriller vigoroso que cabría esperar de Refelson, al menos sí una ocasión para apreciar un conjunto de actuación estupendas