La palabra florida es un hermoso nombre para esta revista, cuyo cuarto número presentamos, y tiene, como ustedes saben, mucho significado.
De manera directa, nos remite a la flor y al canto, a la palabra que florece en el canto. Pero flor y canto, palabras inocentes, ocultan mucho más de lo que muestran al ser dichas. Una concepción del mundo, profunda por su tragedia y su belleza está aquí para recordarnos cómo hay que vivir: floreciendo, aun en medio del dolor y de la fugacidad. No podemos secarnos, no podemos claudicar de la vida. Y desde esta conciencia, cantamos; y es un canto gozoso, florido, pues en él están la belleza y la sabiduría de lo que permanece y seguirá allí aun cuando nosotros nos hayamos ido.
Que existe esa permanencia lo demuestra el hecho de estar aquí reunidos. Contra lo que se pensó y se dijo, las tradiciones antiguas no desaparecieron, las culturas y las lenguas madres de las etnias increíblemente ricas que pueblan esta nación, no desaparecieron. ¿Por qué? De una gran verdad y sabiduría, y también de una gran belleza debían estar hechas, para sobrevivir a la persecución y la destrucción de los hombres y a la erosión del tiempo.
Y sin embargo, verlas reaparecer, verlas florecer de nuevo después del largo tiempo en que estuvieron, como semillas, bajo tierra, es algo que a mí, en lo personal, no sólo me causa asombro sino una emoción y una alegría muy profundas.
Recuerdo que en la primaria --que yo estudié hace ya muchísimos años-- se nos hablaba de los pueblos antiguos de México; pero como si fueran una cosa del pasado: algo que había existido una vez y había sido muy importante hace muchos siglos. No había entonces --ojalá la haya ahora-- una perspectiva viva de estas culturas. De ahí la importancia que tiene presenciar este resurgimiento y convivir con él.
Una de las mayores virtudes que yo encuentro, y veo reflejada en esta Asociación de Escritores en Lenguas Indígenas, es su vitalidad, su dinamismo. Estas palabras son tan generales que pueden decir casi cualquier cosa; pero no me refiero aquí sólo a la gran actividad que han desplegado esta asociación y este centro, con ciclos de lecturas, congresos, con enseñanzas de lenguas, y la publicación de esta hermosa revista, sino en un sentido más interno: el dinamismo que muestra una vitalidad y un compromiso no sólo hacia las tradiciones respectivas sino hacia el momento presente.
El tiempo es irreversible. Aunque las culturas antiguas tuvieran, de modo parecido a la hindú, la idea de un tiempo que no es lineal sino circular, puesto que regresa, y a una edad del mundo, que surge y se destruye, sigue después otra, lo que regresa es siempre diferente y siempre nuevo.
En este sentido, es sumamente valiosa la actitud que se refleja en La palabra florida hacia la tradición y hacia el presente. Revivir una tradición ya ida, sería como desenterrar un muerto. Una tradición no se revive; se vive, se interactúa con ella, se la vuelve una parte vital del presente, sujeta también a la transformación y al enriquecimiento.
Esto es lo que veo en La palabra florida, y siento que mientras más se recuperen las lenguas antiguas en este presente mismo y para él, más se revitalizarán sus tradiciones y su cultura. Imitarlas o tratar de conservarlas artificialmente, sería eso, una labor de conservación y eso está bien en los museos. Pero no es lo que ocurre aquí, porque vemos que son culturas vivas y están generando el talento, la creatividad, el cultivo de nuevas forma literarias --y todo lo que hay detrás de esto en términos de experiencia vital-- que uno descubre al leer esta revista.
El cuarto número de La palabra florida, que cumple ya un año es, como ustedes saben también, muy significativo: viene a completar el ciclo de las estaciones. Y quiero desear que sean muchos ciclos más los que complete y que cada número enriquezca más su ya rico contenido, y tenga un alcance cada vez mayor hacia los cuatro rumbos del país. Ojalá que esta tarea fructifique de muchas maneras más para devolvernos a todos el sentido de esta sabiduría que tanto necesita esta tierra.
* Palabras pronunciadas por la autora durante la presentación del cuarto número de la revista La palabra florida, publicada por la Asociación de Escritores en Lenguas Indígenas.