Recibió la colombiana Laura Restrepo en la FIL el Premio Sor Juana En mi país las mujeres custodian la guarida contra los embates de la guerra
César Güemes, enviado, Guadalajara, Jal., 4 de diciembre Ť La noche de ayer fue de Laura Restrepo. Es decir, fue de las mujeres que escriben. Esto es, de las que no guardan silencio ni cuando callan. La escritora colombiana recibió de manos de Isabel Allende, al lado de Marcela Serrano, el quinto premio Sor Juana Inés de la Cruz para obra de mujeres publicada. La réplica de agradecimiento por parte de Restrepo no fue, sin embargo, meramente miel. Supo ser severa cuando hubo que serlo. Lo fue, pues, con su propio país, con su propia casa, con su mundo.
Lejos del feminismo, cerca de las mujeres, fue para ellas el inicio de sus palabras: ``Pienso que el lugar de encuentro más acogedor y propicio para la gran diversidad de mujeres escritoras es el intenso y dulce jardín de Emily Dickinson. Secreto como su alma y abierto en vuelo sobre el cosmos. Sin desconocer las potentes y resonantes voces que provienen del mundo femenino, creo que es en susurros como hablan entre ellas cuando se juntan, bajando la voz para que pueda escucharse el rumor de la vida que tan poco sabe expresarse a gritos. Suelen hacer las mujeres como ciertos místicos que cuando a sus hijos les ponen nombres familiares, casi invisibles, como gato o grillo, grano de arena o brizna de pasto, lo hacen para no atraer sobre ellos la atención de dioses crueles. Así también, cuando el tono femenino es sosegado e interior, busca formar un nicho en donde se puedan proteger y hacer posibles las grandes, las definitivas cosas, tan relegadas y vapuleadas en el mundo del poder, de la fuerza, del dinero y de la gloria. Me encuentro aquí para hablar de la vida que busca refugio y razón de ser en las páginas de muchas mujeres latinoamericanas''.
``Vengo de un país donde la muerte campea, reina y señora, haciendo que la gente olvide la verdad primera, cimiento de toda civilización que merezca llevar ese nombre: que es mejor estar vivo que estar muerto. El olvido de esta premisa elemental y desnuda nos ha llevado a erigir altares en nombre de un paraíso grotesco, borracho y vestido de feria que va repartiendo entre sus adeptos automóviles último modelo, metralletas, cuentas bancarias en dólares, ropa de marca, tierras y propiedades, al inconcebible precio de la vida ajena y de la propia''.
Laura Restrepo encontró lo que no justifica, sino explica apenas el misterio: ``Hemos olvidado qué es la felicidad y por eso ni siquiera la buscamos, me decía un día un habitante de las zonas más violentas e inclementes de mi patria. Y proponía: el que haya tenido el privilegio de conocer alguna vez la felicidad, porque tuvo una infancia grata, porque ha sido amado, porque gozó jugando o leyó un buen libro, que se la enseñe a otro que nunca la haya visto; que le diga: mire, hermano, oiga, esta es la felicidad, tiene tal cara, así huele, aprenda a reconocerla, porque bien vale la pena estar vivo para ir a buscarla''.
Y el agradecimiento, que cuenta sobre todo lo demás, desde luego, más un voto en favor sencillamente de la vida: ``Recibo con alegría y gratitud este premio que nos llega de parte de Sor Juana. Recia y aguda Sor Juana. Hermosa, dual y múltiple. Dolida Juana Inés de la Cruz en pie de guerra contra un mundo que la persigue, y se interesa en ver manchas y pecados en las llagas fructíferas de su bastardía, de su sólida cultura, de la intensidad de sus anhelos. Un premio en el cual no hay ganadoras ni perdedoras, porque la voz de la mujer puede ser una sola, tan liviana de vanidad y vanagloria como la conversación que nos llega del cuarto de al lado. Porque no es cierto que existan las victorias ni las derrotas, que son invento de promotores comerciales y estrategas militares. Y porque hemos visto demasiados mundos que de triunfo en triunfo pierden el alma. Recibo este premio como lo que es, como lo que quienes lo otorgan y entregan han querido que sea, una palmada solidaria en el hombro, una voz amiga que brinda entusiasmo y compañía a lo largo del camino. No existen las victorias ni las derrotas, decía, y sólo es real la vida misma cuando se vive con dignidad, con entusiasmo y con afecto. Porque como afirma un entrañable escritor, tan colombiano como mexicano, todo lo que no hagas con amor, pertenece a la muerte''.
Desde luego, la noche fue de ella, por méritos propios.