Carlos Martínez García
¿Laicismo perseguidor?

El órgano informativo semanal, Desde la Fe, del Arzobispado de México, refleja el estilo personal de pastorear del cardenal Norberto Rivera Carrera. Un estilo que en su apología de la Iglesia católica adjetiva y descalifica sin miramientos a quienes identifica como contrarios a la líneas marcadas desde el Vaticano. Ahora la gaceta clerical se suma a la campaña contra el ``laicismo ateo'' promovido por el gobierno en las escuelas públicas.

De acuerdo con el editorial del hebdomadario, el laicismo es discriminatorio de los derechos que tienen los padres y madres mexicanos de elegir qué tipo de educación desean para sus hijo(a)s. Además, según la publicación confesional, las bases de la educación oficial quedaron sentadas por Plutarco Elías Calles, quien impulsó ``la educación socialista-antirreligiosa''. Por esto, el proceso educativo impulsado por el Estado ``no es de origen mexicano, ni va con la identidad ni con la idiosincrasia del pueblo''. Como defensor de la fe (católica), el periódico concluye que los infantes del país ``no merecen una educación de esta calaña''. El razonamiento de que como en las escuelas públicas está ausente la educación religiosa, entonces no existe libertad de enseñanza en México, es el centro de la argumentación de los clérigos católicos. Desde su óptica el Estado debe facilitar, e incluso implementar, las particulares nociones de la religión mayoritaria acerca de múltiples asuntos públicos. Por otra parte, los que se creen representantes de los deseos y pensamientos de los mexicanos, han escogido presentarse como víctimas de un régimen cuasi totalitario y perseguidor de la Iglesia católica.

Como en otras materias, en la educativa la jerarquía católica romana busca que otros le hagan bien la tarea que ella ha hecho mal. La institución religiosa tiene toda la libertad que quiera para convencer a los padres de que envíen a sus hijos a recibir el catecismo y otras lecciones que contengan la cosmovisión católica. Incluso tiene la misma libertad para hacer un llamado, o reconvenir, a los papás y las mamás católicos para que sean consecuentes con la fe que dicen tener y cumplan su papel de instructores religiosos de sus hijos e hijas. Pero si en ambos casos la Iglesia católica no recibe mucha atención, el problema es de la institución que dice representar las preferencias espirituales de la mayoría de mexicano(a)s.

Editoriales como el de Desde la Fe quisieran desaparecer por decreto toda la complejidad de una sociedad plural, en el campo religioso. Pareciera que la única manera de representar y concebir la realidad es la sancionada por la Iglesia católica. Porque eso de que la educación laica no es mexicana ``ni va con la identidad y la idiosincrasia del pueblo mexicano'', es un argumento que se le podría revertir a la propia confesión religiosa que encabeza Juan Pablo II. La identidad y la idiosincrasia mayoritariamente católica que tanto defiende la publicación del Arzobispado fue y es una realidad social e históricamente construida. En lo que hoy es México no existía el catolicismo, éste fue traído e injertado en un momento de nuestra historia. Por eso acusar a otras propuestas de ajenidad al país es un ejercicio hipócrita y que encierra una intolerancia agresiva propia de quienes consideran menores de edad crónicos a los ciudadanos. Si en el libre espacio de la oferta y demanda de bienes simbólicos de salvación la Iglesia católica está viendo mermada su capacidad de convocatoria y atracción entre los mexicanos, pues ése es un problema que no tiene por qué convertirse en asunto de alarma general.

Finalmente, los jerarcas del Episcopado convenientemente olvidan que si bien es cierto que la mayoría de la población se dice católica (89 por ciento según el Censo de 1990), esto para nada significa que los católicos coincidan plenamente con las ideas de los dirigentes eclesiales. Esto ha quedado plenamente probado en varios estudios de opinión pública (revista Este país, junio de 1991 y mayo de 1994, por citar dos ejemplos). Con base en tales estudios, y uno más reciente del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, es posible concluir que mientras los funcionarios de la Iglesia católica ven multitudes demandando se reinstalé el rosario como fundamental herramienta pedagógica, millones de feligreses nominales piensan que la opción educativa laica hace más justicia a sus aspiraciones y demandas en la formación de su hijo(a)s.