La llegada de Cuauhtémoc Cárdenas a la jefatura del Distrito Federal este 5 de diciembre de 1997 es un acontecimiento histórico para la capital, que por vez primera tendrá un gobierno electo, pero no constituye en sí, de ninguna manera, como se ha pretendido, la confirmación de un proceso de transición ``a la democracia''.
1. La paradoja del 6 de julio es que Cuauhtémoc Cárdenas fue electo para gobernar una ciudad que no tiene instancias de vida democrática y sin tener en su cargo plenas atribuciones legales. En el marco constitucional actual, a) el Distrito Federal no es una entidad autónoma sino sometida en buena medida al gobierno federal, y en la que b) los ciudadanos carecen del más elemental de los derechos políticos, que es el de poder elegir a un gobierno municipal, y no tienen forma institucional alguna de participar en la toma de decisiones, como acontece en la mayor parte de las grandes urbes en esta parte final del siglo XX.
2. Los mexicanos votaron por el cambio en 1997, pero en la euforia de lo acontecido nadie ha subrayado algo fundamental en el caso de una transición política: que no basta elegir al mejor de los candidatos si no se impulsa al mismo tiempo un cambio en las estructuras del poder: que la transición no es un mero problema de hombres -de quienes ocupan los cargos públicos- sino de garantizar y ampliar la participación política de las mayorías.
3. En el Distrito Federal, como se sabe, no existen estructuras democráticas, ya que no existe un marco legal ni siquiera equiparable al de las demás entidades de la República, por lo que la primera tarea del gobierno que encabeza Cuauhtémoc Cárdenas tiene que ser por necesidad la de impulsar una profunda reforma política en la entidad para que se convierta en el estado 32, se restablezca el Municipio Libre y se instauren -como instrumentos de la ciudadanía y no de los funcionarios- otras formas de participación democrática que existen en ciudades europeas y norteamericanas: la asamblea de barrio, el plebiscito, el referéndum, la revocación del mandato, la acción popular, la iniciativa popular, la rendición de cuentas.
4. La ausencia de vida democrática en el Distrito Federal fue el factor fundamental que condujo al escenario desastroso de hoy en día, en el que la ciudad ha sido el botín de mafias, de especuladores y de traficantes, hasta llegar a un gobierno de corte hamponcesco como es el de Oscar Espinosa, y por eso darle la posibilidad de una vida participativa resulta una prioridad.
5. La I Legislatura de la ahora llamada Asamblea Legislativa del Distrito Federal, que cuenta con una mayoría perredista, podría impulsar ese cambio -aun teniendo en cuenta la composición de las cámaras federales-, pero hasta ahora no lo ha hecho pues el nuevo Estatuto de Gobierno (Diario Oficial, 5 de diciembre) no hace más que ampliar las atribuciones del Jefe del Distrito Federal y establecer el plebiscito y la iniciativa popular como formas de consulta del poder y no como mecanismos de decisión en manos de los ciudadanos.
6. Los obstáculos que Cuauhtémoc Cárdenas tendrá para impulsar un gobierno democrático en la capital, no son sin embargo únicamente legales sino también de facto. Deberá hacer frente a lo que resta del aparato del PRI que buscará generarle todo tipo de conflictos (como el que ya anuncia el sindicato por motivos salariales), al clásico doble juego de Zedillo que se presenta como ``demócrata'' pero no deja de ser el ``jefe nato'' del Partido de Estado (y que hará desde luego todo lo posible para evitar el éxito de su gobierno), pero ante todo deberá enfrentar al verdadero poder real en la ciudad y en el país, que sigue siendo el salinismo, y que lo tiene en la mira ante la coyuntura del 2000, como ya lo está mostrando el boicot panista a la toma de posesión.
7. El nuevo gobierno, si aspira a tener éxito, deberá por lo mismo proceder al desmantelamiento del viejo ``sistema'': terminando con las redes de complicidades y de intereses creados en las concesiones y servicios, impulsando el derecho a la libre sindicalización, defendiendo los derechos de ejidatarios y comuneros, acabando con la especulación inmobiliaria, aplicando la ley a los funcionarios de la administración de Espinosa y abriendo espacios democráticos reales: afectando, en suma, los intereses que se resumen en lo que sigue siendo el salinismo.
8. Las cosas, por lo mismo, son muy claras. No hay solución posible a los problemas del Distrito Federal si no es mediante la participación democrática de todos, pero la solución a esos problemas implica enfrentar al viejo ``sistema'' y a quienes son ahora sus usufructuarios.
9. Los habitantes de la capital vieron el 6 de julio a Cuauhtémoc Cárdenas como una alternativa para el cambio y él sabe que tiene un compromiso ineludible con ellos. El nuevo gobierno no tiene por lo mismo alternativa, pues si en su interior hay quienes pretendan privilegiar la recomposición de alianzas para hacer las mismas políticas, los capitalinos estarán ahí para impedirlo.
10. El gobierno de Cuauhtémoc Cárdenas llegará en todo caso hasta donde lo decidan los habitantes de la capital. Y si éstos están decididos a recuperar a su ciudad, la posibilidad del cambio para México será mayor en el futuro inmediato.