Para Jesús Blancornelas, por una pronta recuperación; para los periodistas agredidos en nuestro país.
Desde la administración estatal anterior los signos eran evidentes. Una y otra vez, analistas, medios de comunicación, representantes de organizaciones económicas y sociales, agrupaciones de derechos humanos y ciudadanos de Baja California señalamos que la violencia y la inseguridad estaban desbordando a las instituciones.
Reiteradamente, solicitamos y exigimos acciones gubernamentales definitivas que combinaran la reestructuración de los cuerpos policiacos, la instrumentación de mejores estrategias de combate al crimen organizado y una mejor coordinación entre los tres niveles de gobierno.
También se dijo que hacían falta mucho más que tácticas policiacas, que había que destinar recursos para impulsar amplios y decididos programas sociales que llevaran esperanza a los que no la tienen, para dar alternativas a aquéllos que ahora sólo las ven en el dinero fácil del crimen. En especial, a los jóvenes.
De igual manera, se propuso que la energía social se canalizara en favor de una campaña decidida contra el crimen. Se propuso un frente común por la seguridad pública de Tijuana.
La violencia no estaba tocando a nuestra puerta, sino que ya estaba adentro de la casa, exigiendo que aprendiéramos a vivir con ella, a comer con ella, a trabajar con ella.
En este concierto de voces, el semanario Zeta fue una de las principales. Hace unas semanas publicó que en poco más de 700 días de gobierno teranista se había cometido un asesinato por día.
¿Qué se respondió a esto?
El programa de seguridad pública del gobierno estatal se dio a conocer con 600 días de retraso. En él se asegura que los delitos comunes que se cometen en el estado tienen un promedio menor al nacional. La violencia e inseguridad tienen su origen en asuntos delictivos del fuero federal.
Esta fue la respuesta.
Ahora, en el más reciente hecho de violencia, que para nuestra desgracia es poco probable que sea el último, el director del semanario Zeta sufrió un atentado que lo tiene en un estado crítico y que segó la vida de su acompañante. Con este suceso se incrementan las estadísticas que, según la Sociedad Interamericana de Prensa, hacen a nuestro país el lugar del Hemisferio Occidental donde más se agrede a los periodistas. Triste distinción.
Se relaciona la agresión contra Blancornelas con los hermanos Arellano Félix, capos de un grupo de narcotraficantes. Resulta significativo el que a unos días después de que se le retiró la escolta asignada al periodista por el gobierno estatal, se haya cometido el atentado. Da una idea del nivel de la penetración del hampa en las estructuras policiacas. Más aún, uno de los directivos de Zeta, aseguró que los autores materiales son en realidad policías judiciales del estado al servicio de narcotraficantes.
Puede o no gustar el tipo de periodismo que practica Zeta; se puede o no estar de acuerdo con lo que en él se dice; pero no se puede dejar de reconocer su entrega a una línea de Trabajo que ha demostrado ser necesaria.
Es intolerable esta nueva agresión contra un periodista. El atentado debe aclararse a satisfacción.
La PGR tiene ahora en sus manos la investigación. Nosotros en Tijuana, en medio de una guerra que vamos perdiendo, reiteramos la pregunta que hacen los bajacalifornianos al gobernador: ¿Quién sigue?.
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