La escritura me volvió exiliado y no al revés, expuso el escritor
Francisco Vidargas, especial para La Jornada, Guatemala, 1o. de diciembre Ť Augusto Monterroso se encuentra desde el sábado pasado en la capital guatemalteca y hoy recibirá, en el salón de banquetes del Palacio Nacional, el Premio Nacional de Literatura de Guatemala 1997, a propuesta del Consejo Asesor para las Letras del Ministerio de Cultura y Deportes.
Lo anteceden en la distinción escritores, dramaturgos y poetas como Carlos Solórzano, Otto Raúl González, Luz Méndez de la Vega, Margarita Carrera y Mario Monteforte Toledo.
Dicho galardón fue creado en 1987 a instancias de personajes culturales como el escritor Max Araujo, y consiste en una medalla de oro, diploma y una cantidad variable de quetzales.
Monterroso ha recibido, con este último, cinco reconocimientos en su país: el Premio Nacional de Cuento Saker ti (1952), el ingreso a la Academia Guatemalteca de la Lengua (1993), el doctorado honoris causa por la Universidad de San Carlos y la Orden Miguel Angel Asturias (1996).
Actualmente es releído aquí gracias, principalmente, a las ediciones de Los buscadores de oro y Cuentos, fábulas y lo demás es silencio (Alfaguara, 1983 y 1986), además del volumen Animales y hombres, preparado por Bárbara Jacobs (Educa, 1994).
Charlamos con el escritor el domingo pasado antes de que visitara, junto con Bárbara, la Antigua Guatemala.
--Este es su quinto reconocimiento en Guatemala, ¿qué le significa que sea el Premio Nacional de Literatura?
--Significa que esto va muy bien. Estoy muy contento porque el premio me ha permitido estar aquí una vez más.
Subsistir, primera preocupación
--Este reconocimiento, ¿llegó muy temprano o tarde?
--Le respondo con una frase hecha: ``los premios llegan cuando tienen que llegar'', pero para mí llegó en muy buen tiempo. Nunca pensé que me lo dieran antes, aunque ya me habían hecho algunas insinuaciones, pero las condiciones no eran las adecuadas para que lo aceptara.
--Pero el exilio le proporcionó tiempo para escribir.
--No sé si la condición de exiliado le permita a uno dedicarse plenamente a la literatura. Más bien la primera preocupación es la subsistencia.
``Afortunadamente llegué a México, país donde el exilio no lo es tanto por las condiciones tan parecidas con Guatemala. Los amigos mexicanos lo fueron tanto como los que dejé acá.''
--¿La mejor literatura guatemalteca se ha escrito en el exilio?
--Se podría decir que sí. Me refiero, desde luego, a autores como Rafael Landívar, uno de los más grandes poetas compartidos por México y Guatemala, así como a Enrique Gómez Carrillo, exiliado voluntariamente en París.
``La mejor producción guatemalteca de nuestro siglo se ha escrito afuera, con autores como Luis Cardoza y Aragón, Mario Monteforte Toledo, Otto Raúl González y Carlos Illescas. Ahora, claro, hay buenos escritores contemporáneos que están escribiendo aquí.''
--¿Existe alguna época del año en la que extrañe Guatemala?
--La Semana Santa, por los olores, los sabores y las sensaciones. Siempre la recuerdo en esas fechas.
--¿Su cercanía con escritores como Juan José Arreola y Juan Rulfo le facilitó de alguna manera su primera estancia en México?
--Desde que llegué a México me incorporé a un ambiente cultural muy activo, que era el de la Escuela de Filosofía y Letras en Mascarones.
``Ahí tuve grandes maestros y amigos, entre ellos, desde luego, Juan Rulfo y Juan José Arreola.''
--Ellos lo llevaron al Fondo de Cultura Económica.
--No, en realidad fue el hambre, porque necesitaba ganarme la vida. Pero desde luego ahí me recibieron grandes amigos, como Alí Chumacero y Joaquín Diez Canedo. Lo mismo sucedió en la Universidad Nacional. Todo eso fue en mi segundo exilio mexicano, de 1956 para acá. Haber estado antes en el país me ayudó mucho a integrarme nuevamente.
Senderos largos y tortuosos
--¿Por qué decidió publicar sus primeros libros en México, cuando usted estaba viviendo en Chile?
--Ya había dejado con anterioridad los materiales para que fueran publicados. El primero, El concierto y el eclipse, apareció en 1952, en una colección muy humilde llamada Los epígrafes que era publicada por Salvador Reyes Nevares. Ese mi primer libro y tenía cuatro páginas e ilustración de Elvira Gascón.
--El segundo ya fue de ocho.
--¡Sí!, fue publicado en la colección Los Presentes, de Juan José Arreola, e incluyó los cuentos Uno de cada tres y El Centenario (1953).
--¿Qué recuerdos le trae de vida aquí en los años veinte y treinta?
--Ninguna de las veces que he venido he podido rencontrarme con los lugares de mi infancia.
``Más bien me han quedado los recuerdos de este mismo hotel, por que no he tenido tiempo de hacer muchas cosas.
``Otras veces he sido invitado a diversos actos y no pude rencontrarme tampoco con mis viejos lugares, las casas donde viví, los parques donde jugué.
``Salvo el Cerrito del Carmen, no he podido disfrutar algo más de la ciudad. En cambio, sí he vuelto a ver a mis amigos de aquella época, los de la llamada Generación del 40. Los encontré el año pasado, cuando vine por el doctorado y fueron muy afectuosos conmigo. En ese aspecto sí he recuperado mucho el contacto con mis compañeros.''
--¿Este rencuentro lo registrará en algún próximo libro de memorias?
--Quién sabe, supongo que sí. Estoy preparando la segunda parte de Los buscadores de oro, donde aparecerán estos lugares de los que hablamos, las calles en que luchamos contra la dictadura, los sitios de reunión donde discutíamos nuestras cosas.
``Pero hasta ahora, como le digo, es poco lo que he podido recuperar.''
--Como escribió José Vasconcelos, ¿sus caminos literarios han sido ``cortos y directos o largos y tortuosos''?
--Más bien largos y tortuosos; en primer lugar, porque mi vida ya va siendo bastante larga; y después, porque las condiciones familiares en mi infancia no permitieron tener una vida tranquila, por lo que mi forma de escribir nunca pudo ser muy directa, siempre luchando contra cambios de casas y de país.
``Ha sido principalmente, por cambios políticos que me llevaron a los exilios en Chile y México.''
--Pero esta inestabilidad nunca se ha visto reflejada en su obra.
--No sé cómo la haya afectado, pero nunca me ha interesado incluir las circunstancias de mi vida en mis textos. Nunca he sido protagonista en mi literatura.
``Nada de lo que he hecho tiene ese carácter, porque la escritura es, ante todo, un arte. Mejor me dediqué a estudiar las letras, a los clásicos, además del lenguaje y la gramática.''
Reflejar lo humano
--Si sus letras fueran música, ¿qué escucharíamos?
--A veces improntus y sonatas, pero nunca sinfonías. Meros movimientos.
--Pero todo ese ``movimiento perpetuo'' ha conformado una gran sinfonía.
--Forzando las cosas, podría decirse que todo el conjunto sí la formaría.
--¿El exilio le dio la pauta para dedicarse plenamente a la literatura?
--No, a ella me dediqué desde muy joven, publicando en periódicos y revistas literarias guatemaltecas, como Acento, de la cual fui cofundador.
``De manera que no me volví escritor por el exilio sino que la escritura me convirtió en exiliado.''
--Con una viñeta de Ricardo Martínez y cuidada la edición --entre otros-- por Ernesto Mejía Sánchez y el propio Arreola.
--Así es. Lo primero que sentía al ver publicados esos textos fue temor y mucha vergüenza, y aunque estuvieron muy bien editados, me daba pena mostrarlos.
--Sus obras no tienen ninguna influencia de la literatura regional.
--Sí, he hecho lo que he podido sin pensar mucho en dónde deben situarse o qué deben reflejar externamente.
``Más bien me he ocupado del interior de las personas, y como todos somos iguales, resulta que lo hecho no tiene mucho color local, además de que no describo exteriores. Pero creo que mis personajes son tan válidos en Guatemala y México, como en cualquier otra parte del mundo.
``A la hora de escribir, hago literatura que refleje lo humano y no otra cosa. Eso es lo que me interesa.''
--Por último, una pregunta personal: ¿qué tan importante ha sido la presencia de Bárbara en su vida?
--Es importante y decisiva en mi vida. Me rescató de muchos desórdenes mentales y existenciales.
``Como decía el poeta guatemalteco, creo que `cosió botones en mi vida'. Bárbara fue buena alumna y ahora es mejor maestra.''