La Jornada Semanal, 23 de noviembre de 1997
ENTREVISTA A RICARDO ROCHA
Ciro Gómez Leyva es director editorial del Canal 40. Sus reportajes y entrevistas televisivas han abierto los márgenes de lo que se puede hacer en ese medio. En esta ocasión, entrevista a Ricardo Rocha, coductor y director general del noticiero más avanzado y plural de Televisa, Detrás de la noticia. En esta charla, Gómez Leyva y Rocha abordan un tema fundamental: el papel de los medios masivos en nuestra transición.
Un espectáculo pornográfico
Ingleses y estadunidenses debaten sobre el Comprehensive reporting in TV, una polémica alrededor de lo que es la verdad informativa y lo que no lo es. Para relajarse, producen un talk show sobre los genitales de Bill Clinton. Los sudamericanos critican el llamado "máximo efecto psicológico", con la idea de reducir la ventaja del camarógrafo sobre el entrevistado, o de la sala de edición sobre un Parlamento o un gobierno. En México, en cambio, seguimos reflexionando sobre la censura, lo que puede molestar a los poderosos de la política, los negocios, la Iglesia.
Nada hay de extraño, entonces, en que, más allá de inobjetables avances en la segunda mitad de la década, la omnipotente televisión llegue tarde, fuera de forma, desubicada, culposa, mal preparada y plagada de maleantes a la hora de nuestra transición.
El problema de la televisión mexicana es "la inercia profunda", definió Olivier-René Veillon, director de TV France. "Si no cambia, tendrá el problema de los dinosaurios: ser tan potentes, tan gordos, que tienen el riesgo de dejar pasar una evolución profunda que no han visto venir."
Ricardo Rocha, un administrador de empresas con 25 años de experiencia en periodismo televisivo y radiofónico, hoy conductor de programas, entrevistador y presidente de la División Radio de Televisa, coincide en lo sustancial con Veillon: "La televisión dejó de ser uno de los pilares que sostenían al sistema. Una sociedad mucho más exigente nos está pidiendo cosas nuevas. Más nos vale cambiar."
-¿Podemos hablar de una nueva televisión informativa, una nueva televisión "política y social" en México?
-No, la televisión tiene todavía muchas facturas por pagar. Además, no basta abrir los medios, tenemos que obligarnos a buscar fórmulas, ¿a ver a ti qué fórmula de debate se te ocurre, qué forma de comunicación?
-Las propuestas han estado ahí durante muchos años, el problema ha sido no poder incluirlas.
-Diversos medios están haciendo un esfuerzo, pero no es todavía suficiente. Insisto, no basta con abrirlos, ya no es gracia, ya no tiene chiste ser abierto y ser plural, tampoco con eso vamos a pagar nuestras facturas pendientes. Tenemos que ser más imaginativos y desarrollar fórmulas de comunicación propias.
-La televisión es hoy un poco más abierta, también es omnipotente, soberbia, autoritaria, escucha poco.
-En un sentido, sí, por sus propias dimensiones. Pero, por lo menos, vería dos facetas para cuestionar este autoritarismo del que hablas. Primero, insistir en la evolución de la sociedad misma. Nunca ha sido fácil manipular a la sociedad, y menos ahora. Segundo, el crecimiento de opciones de televisión está provocando un fenómeno muy curioso: los medios están propendiendo -contra esa visión masiva, macluhiana- a ser medios de comunicación selectiva. Una persona de clase media o media alta, por desgracia todavía no de otros grupos sociales, tiene 40 o 50, ¡o 200 canales de televisión! ¿Qué es lo que pasa? El peso de los medios sobre el individuo se pulveriza. Un televidente de hoy dice: "Me encanta el futbol, lo veo a las 12; en la noche veo el noticiero, un programa del Canal 40 y al terminar le cambio y veo una película."
-¿Cómo sintetizas todo esto?
-Casi casi vamos a tener una programación individualizada, porque hay una gran oferta de medios de comunicación. Eso va a a traer una cierta democratización, a querer o no. Los medios van a ser cada vez menos contundentes. Estamos aprendiendo, además, que las minorías son cada vez más importantes, porque las minorías son las que suman mayorías. Canal 40 o Canal 11 son dos ejemplos. Sus programas van dirigidos a ciertos segmentos de la población que no son inmensamente grandes, pero que tienen un peso específico muy importante en la toma de decisiones. Vivimos el momento de la especialización de medios.
-¿Cómo te imaginas la pantalla en los próximos diez años? ¿La televisión "hiperespecializada" subordinará a la "masiva"?
-Van a convivir. Lo importante es que estas grandes cadenas ya no van a dominar todo el tiempo, por lo menos en el ánimo de la gente: van a estar ahí y van a seguir siendo importantes: es el futbol los domingos, las telenovelas, ciertos programas cómicos. Pero, aparte, en vez de o además de, vas a requerir de otro tipo de satisfactores.
-¿Y todos van a sobrevivir?
-Yo creo que sí.
-¿No ves a tres, cuatro empresas apropiándose de todos los canales? ¿O te imaginas 15 ofertas distintas de producción nacional?
-Ahí entrará otro factor: el talento y la habilidad con que se vayan desarrollando las empresas. No creo que por el simple hecho de tener un medio vayas a alcanzar un posicionamiento determinado.
-¿Ves, entonces, una suerte de darwinismo televisivo?
-Sí. Sobrevivirán los que tengan talento, los que apuesten por la verdad, en el caso de los noticieros; los que busquen, rescaten u obtengan credibilidad en el plano informativo, y, por supuesto, los que tengan la habilidad para hacerse llegar auditorios en el plano del entretenimiento.
-¿Ya está ahí la generación de empresarios de televisión que coinciden con los puntos de vista que ha venido expresando Ricardo Rocha?
-Sí, sí. Y más nos vale. A todos. Y más nos vale que sea por convicción. Yo estoy teniendo pruebas de que, por lo menos en Azcárraga Jean, hay una disposición clara de apertura. Y también creo que hay otros empresarios que tienen la misma convicción.
-¿Si no fuera por convicción?
-Será por conveniencia.
-¿Crees? ¿No pasaremos de la dictadura del silencio, de "seguir la línea", a la dictadura del mercado, del rating?
-¿Crees?
-Sí, veo una pantalla pervertida por el rating.
-¿Por qué pervertida?
-Salvo excepciones, no veo una televisión con proyectos definidos. Veo una televisión reactiva, que reacciona cada vez con mayor velocidad a los dictados del "gran auditorio".
-Mira, cuando hacía Para gente grande hubo un banco, para mi enorme alegría, que se interesó en el patrocinio del programa. A todo dar. Para mi desgracia, al octavo o noveno programa se me ocurrió entrevistar, y te hablo de hace 19 años, a un homosexual que, además, tenía un celebérrimo apellido de fundador de partido político, que se asumió con gran seriedad como homosexual. Fue una entrevista seria, de nivel. El lunes me cayó la noticia de que el banco había retirado el patrocinio, diciendo que estaban para patrocinar un programa cultural y no un programa de degenerados sexuales. Fui a ver al señor Azcárraga muy alarmado y le dije: "Pues pasó esto." Me dijo: "¿Tú qué haces, viejito? ¿Haces programas o vendes programas? Cuando te dediques a vender programas, me traes resultados. Si te dedicas a hacerlos, mientras a mí me gusten, siguen, aunque no tengan patrocinador." Y Para gente grande estuvo mucho tiempo subsidiado por la empresa. Don Alejandro Sada me pidió una vez que no me burlara del programa Juan Pirulero, porque, dijo: "Una parte de la lana que mete Juan Pirulero subsidia tus cosas muy elevadas." Este desgarramiento entre el rating y "tu" propuesta, siempre es así de peligroso.
-¿De qué otra forma garantizas la continuidad de "tu" proyecto si no es con patrocinadores?
-Pues mira, si tu competencia pone muñecos, ¿qué haces? ¿Pones marionetas al otro día? Y luego un día ellos se encueran, ¿y qué haces? ¿Enseñas la pompa?
-La televisión reactiva.
-Aquí sí te doy toda la razón. Esta reactividad es muy peligrosa, pudiese poner en riesgo tus proyectos de comunicación. Y sí, vienen con los ratings y te dicen: "¡Qué pasó, carajo, ya nos volvimos a caer! A ver qué hacemos."
-¿No te aterra vivir durante los próximos años bajo la tiranía despiadada del rating?
-Tenemos que ser lo suficientemente hábiles para alcanzar ciertos resultados y no cejar en las propuestas. Empujar ciertos proyectos y hacer cierta trivia para mantener los números negros y demostrar que esos proyectos son viables en todos sentidos. ¡No va a ser fácil! Es un reto del cocol. ¿Si no? ¿Nos dedicamos a hacer puros programas de rating? No, hay que asumir también una obligación social de informar, de conformar opinión pública.
-¿Los empresarios de la televisión coinciden con eso?
-Te repito que sí. Primero por convicción, y también por conveniencia.
-¿Conveniencia de qué?
-Hay una tendencia, una corriente del rescate de los valores, que viene de Europa: la lealtad, la amistad, el amor a la patria, etcétera. Eso ha hecho que se le dé mucha importancia a la imagen que tienen las empresas. Es decir, que las empresas asuman determinados compromisos con la ecología, con los niños, con las investigaciones. Y, finalmente, aunque esto no tiene una repercusión inmediata, hay desde luego algún tipo de beneficio para las empresas. Eso lo tenemos que entender. Sí, vamos a tener que seguir haciendo programas muy comerciales, peleándonos por las transmisiones del Mundial, porque nos deja mucha lana. Pero también tenemos la obligación de seguir haciendo esos otros programas.
-Estás muy optimista.
-Sí, y a lo mejor muy eufórico porque me están resultando las cosas en radio. La gente está muy abierta. Ahora, riesgos los hay, y más vale que los midamos dos veces. Si creemos que nada más tenemos que ir por la lana, estamos absolutamente equivocados. Quizás el tren que nos esté pasando enfrente a los medios mexicanos no sea la locomotora sino el cabús, y quizá después de eso ya no venga otro y ya no nos alcancemos a subir. Yo creo que se nos va el tren si no le entramos al compromiso informativo, si no aprendemos nuestras lecciones, si seguimos siendo más presidencialistas que el presidente, más priístas que el PRI. Hay que abrir, proponer y desarrollar fórmulas nuevas.
-De acuerdo, ya no tiene chiste ser plural en lo político. Pero en lo social, en lo cultural, ¿qué tan lejos estamos de tu ilustre homosexual de hace 19 años? Trata de hablar de algunas figuras religiosas...
-Lo que les pasó a ustedes en el Canal 40 con el padre Maciel.
-Por ejemplo. Mayo de 1997. Y nadie en televisión dijo nada en defensa. Y vinieron las presiones publicitarias. ¿Optimismo?
-Hay muchas formas de coacción, evidentes algunas, otras muy sofisticadas: "Tu comunicador no me gusta nada, me haría más feliz que pudieras prescindir de sus servicios." O, "¿te acuerdas de la concesión?" O que a ti y a mí nos metan un sobre con cocaína y nos agarren a los tres pasos.
-No hay censura más eficaz que la de la libertad: el publicista está en todo su derecho de retirar su inversión; en México, claro.
-En efecto, la censura existe y sigue siendo el espectáculo más pornográfico del mundo. La censura es pornográfica por naturaleza. Está buscando qué es lo que dijiste. A ti y a mí nos graba la Secretaría de Gobernación, ¿no? Y eso es un cuate que se dedica a buscar una frase para decir: "Híjoles, atacó al gobierno, se burló del secretario." Eso es pornográfico.
-¿Quién se va a terminar imponiendo?
-¡Nosotros! ¡Los que pensamos como tú y como yo! ¡Tenemos que ganar!
-¿Sí?
-¡Sí! Ya no se puede actuar con las viejas premisas. Hablo del promedio, no de los periodistas que han sacado la cabeza, que se han jugado el pellejo y han marcado derroteros. Esas viejas premisas no son buenas para nadie. Ya no se puede seguir inventando un país que no existe, ¡por amor de Dios! Lo acabamos de ver con los huracanes: el problema no son los huracanes, es la pobreza. Lo que en La Costera son "molestias", cinco kilómetros arriba es muerte y desolación. Pero voy a hacer un reportaje a Tijuana y Cancún sobre eso y el gobernador dice que soy un mentiroso y que fui con mala leche, que fui a atacar un centro turístico que atrae divisas para el país. ¡Por el amor de Dios! Entonces no informo del huracán, sino de que llegó el lobo feroz y empezó a soplar y tiró las casas de la gente pobre.
-¿Qué es la credibilidad en televisión, México, 1997?
-Lo fundamental. No puedes expresar absolutamente nada sin una credibilidad que te permita tener condición moral. La credibilidad es también la calle. Es el vínculo, el fundamento, el basamento, el todo en los comunicadores. Sin credibilidad, simple y sencillamente no existes.
-Bien, todo esto en el plano de las ideas. Vamos al plano operativo, ¿existe una generación de periodistas de televisión, o de productores, para llevar adelante estas ideas, para responder a estos nuevos tiempos? Yo pienso que no, y que, comparativamente, la prensa escrita mexicana le lleva muchos años de ventaja al periodismo televisivo mexicano.
-De acuerdo, en términos generales. Tenemos un rezago importante que no nos ha permitido hilvanar con estas nuevas propuestas. Y sí, veo a muchos jóvenes periodistas que siguen estando muertos de entrada porque se asustan con los fenómenos de represión y censura, y les encanta el trabajo cómodo y el "para qué me meto en broncas". Chavos que se acalambran con cualquier oficialillo mayor. De acuerdo, no hay una generación plenamente dada. Vamos a hacerle entender a estas nuevas generaciones que te tienes que jugar el pellejo de vez en cuando.
-Pero más allá de las convicciones y la valentía, ¿cuántos periodistas de televisión saben hacer un reportaje, contar una historia?
-¡Ahí sí le diste al clavo! Yo estoy tratando de formar gente en radio que pueda contar historias, que pueda hacer el género que es papá y mamá y demás de todos: el reportaje. Investigar, reportear y luego contar una historia. Hay una desvinculación entre el periodista de televisión, que ya no hay muchos, por desgracia, y el compromiso de salir a la calle y buscar qué es lo que le importa a la gente.
-Cuando la censura sea cosa del pasado, el grueso de la televisión mexicana no sabrá qué hacer con la información; no se ha preparado para la información, no ha entrenado. Yo no veo un problema de censura, veo un problema de know how. Hablo de periodismo, no de entrevistas en estudio, no del talk show. ¿Cuánto tiempo toma formar una generación?
-Nosotros estamos actuando en varias vertientes, haciendo talleres. Podríamos acelerar el proceso, en la medida que en este trance trabajemos con jóvenes que tengan vocación, no de salir en la tele, yo ya me harté de esos chavos a los que le preguntas qué quieren hacer y te dicen que salir en la tele; no, hablo de convocar a jóvenes con ideas, y a gente como Carlos Fuentes y Carlos Monsiváis, que elevan el nivel del lenguaje y de comunicación.
-Hablo de una generación de periodistas de televisión.
-También, jóvenes a los que les diga que vamos a procurar ponerles la menor cantidad de notas posibles para que tengan espacio para investigar y contar una historia. ¡Contar una historia! ¡Cuéntamela! Creo que es formación de jóvenes, más incorporación de esa gente de la que hablaba.
-Cinco buenos periodistas hacen una generación.
-¡Por supuesto!
-¿Quién nos va a controlar? ¿Quién va a frenar nuestros excesos?
-¿De los medios?
-¿Estás de acuerdo en que hemos incurrido en cualquier cantidad de excesos?
-Por supuesto. Como dice la filosofía yucateca: "Todo exceso es mucho." Tenemos que jugárnosla con análisis, propuestas, debates, reflexiones, profundidad en el lenguaje, nuevas fórmulas de comunicación, a riesgo de que nos digan que estamos fuera. Ni modo. Y cada quien tiene que hacer su chamba: los señores dueños, los señores concesionarios, nosotros.
-Menguada la censura, ¿quién va a marcar los límites?
-Nosotros mismos.
-Eso implicaría una ética profesional que hoy no existe.
-Vamos a sentarnos a buscar consensos, a dialogar, a decirte: "Maestro, tu programa es muy amarillista, y el tuyo es muy aburrido, y vamos a hacer un programa juntos." No podemos brincar. Caminemos, intercambiemos experiencias, analicemos. Y a partir de ahí, pongámonos de acuerdo para proponer vías de acción. ¿Quién tiene la verdad? Todavía podemos alcanzar el tren, aunque sea el cabús. Tenemos la obligación moral de hacerlo. Más nos vale.