La Jornada Semanal, 23 de noviembre de 1997



Rosa Beltrán



Diálogos de la transición

Vivía sembrado en el crucero de la IMAN y periférico y dirigía por su cuenta el tránsito. Todos los días, a todas horas, lloviera o tronara. El cuello rígido y el gesto abismal de los que viven eternamente chemos o eternamente medicados. Movía el brazo derecho en círculos: de lejos, parecía el aspa de un ventilador inservible. La mano izquierda, en cambio, sostenía, quieta, una jarra azul de plástico. De vez en cuando algunos frenaban y le echaban una moneda. Frente a él, en un muro, habían escrito un graffitti junto al nombre de Elba Esther Gordillo:

"Si las mujeres fueran buenas, Dios tendría una."

-¡Pinches viejas! -se rió el chofer de un microbús, señalando el letrero y dándole un trago a su Titán. Y él contestó, como entendiendo:

-No, pos si de por sí.

A su modo, era un hombre de convicciones. Sólo que éstas dependían de la opinión de los demás. Cuando ocurrió el asesinato de Colosio alguien aprovechó el alto para contarle un chiste. "A ver, mi buen, ¿en qué se parecen Aburto y Hermosillo?" Se quedó impávido, como si no entendiera o como si oyera llover. "Pues en que los dos son buenos para los remates de cabeza." Vio al hombre reír y rió él también. Luego, negando feliz con la cabeza, añadió: "No, pos si de por sí..."

Un día apareció la foto de Roque Villanueva en actitud de haberse cogido a alguien. De haberse cogido a los mexicanos. Era el periódico que otro le estaba enseñando desde la ventanilla del coche. "Nos planchó con lo del IVA, carnal, el PRI nos chingó otra vez."

-¡Si de por sí...! -respondió él gritando.

Pero el 6 de julio de 1997, ocurrió el milagro.

-¿A ver hijo, por quién vas a votar? -bromeó el taxista al detenerse en el cruce.

Sin dejar de reír, él extendió su mano como un niño de la escuela primaria "Zeferino Chávez" y enseñó la palma.

-Vientos...

La mujer que venía en el Nissan lo miró con la mano extendida, el sol del progreso, y abrió la suya también. La primera sonrisa del día, un girasol, la sonrisa abierta de una mujer para él: claro que no estaba empadronado.

Meses después, el día que cambiaron el horario se acercó a comprar un café negro y su torta de tamal. "Dos varos más, todo sube", oyó. Había comenzado la invasión de ambulantes con la mercancía navideña, alguien dijo que los permisos los había dado el PRD. "Ejecutaron judiciales a dos jóvenes en la Buenos Aires." "Robaron equipo de alumbrado público frente a Los Pinos." A lo lejos, se oyó un cristalazo. Dos patrulleros miraban con ojos de camaleón. Como siempre, al acabarse el café se paró en medio del tránsito.

-Me lleva... ya nos fregó otra vez la manifestación -le dijo el padre de familia desde el Topaz.

"¿Y los policías, qué no van a hacer nada?", chilló alguien más, y echó en la jarra una moneda.

Había empezado la democracia.