Los días que corren son testigos de un debate sin precedente sobre el monto y la orientación del Presupuesto de Egresos del gobierno federal. Acostumbrados por décadas a que el presupuesto fuera aprobado en forma casi automática por la Cámara de Diputados, hoy debemos celebrar la intensa discusión que este asunto ha generado. Sin embargo, es indispensable que la negociación se oriente hacia el logro del mayor bienestar posible para la población. Por encima de los intereses partidistas debe prevalecer la búsqueda compartida de mejores políticas sociales que, como señalaba en mi entrega anterior, son el motor para una mejor política económica. Esta búsqueda debe estar orientada por la capacidad para escuchar la voz de los ciudadanos, sus preferencias, reclamos y expectativas. ¿Qué desea la mayoría de los mexicanos en términos del gasto gubernamental?
Al menos en el rubro de la salud podemos contestar a esta pregunta mediante una encuesta que realizó la Fundación Mexicana para la Salud en 1994. La información se recogió mediante entrevista personal a una muestra de mil 419 personas mayores de 18 años, estadísticamente representativa de la población total en ese grupo de edad. Este tipo de encuesta tiene la enorme virtud de que permite dar voz a la población, contribuyendo así al ejercicio efectivo de su papel de protagonista del sistema de salud.
Al preguntar en qué áreas debería gastar más dinero el gobierno, los servicios de salud ocupan el primer lugar, seguidos de cerca por la educación. Por cierto, esta prioridad que los ciudadanos otorgan a la inversión pública en salud también ha sido documentada en encuestas comparables que se han realizado en España, Gran Bretaña, Canadá y Estados Unidos.
Este reconocimiento, sin embargo, no significa que la solución a los problemas consista simplemente en gastar más. Abundan los ejemplos de países donde el gasto en salud se ha disparado, sin que se hayan obtenido beneficios correspondientes para la población. El caso más dramático es Estados Unidos, donde el gasto total en salud absorbe cerca de 15 por ciento del PIB, lo que representa alrededor de 900 mil millones de dólares anuales. Diversos estudios calculan que de ese total se desperdicia alrededor de la tercera parte, entre servicios innecesarios y gastos administrativos y legales excesivos. Pues bien, esa tercera parte del gasto en salud estadunidense equivale aproximadamente a todo el producto interno bruto de México. Ello significa que, cada año, el sistema de salud estadunidense se da el lujo de desperdiciar un monto equivalente a todo el valor de la economía mexicana. La lección es clara: no basta con gastar más en salud; lo importante es gastar mejor.
De hecho, la mayoría de los ciudadanos coincide con este punto de vista. Así, 58 por ciento opina que el mejoramiento de los servicios depende más de su reorganización que del simple hecho de gastar más dinero. Esta es la misma conclusión que se desprende de los estudios técnicos. La reforma del sistema de salud es una demanda que proviene no sólo de los expertos o los profesionistas. La mayoría de los ciudadanos mexicanos desea un cambio real. Al solicitar a los encuestados su evaluación global de los servicios de salud, resulta que apenas 13 por ciento opina que los servicios funcionan bien, por lo que sólo requerirían ajustes pequeños. En el otro extremo, 24 por ciento considera que los servicios funcionan tan mal que deben rehacerse por completo. La mayoría de los ciudadanos, 59 por ciento, opina que los servicios tienen aspectos positivos, pero que se necesitan cambios fundamentales. Así pues, existe un amplio consenso, apoyado por ocho de cada diez ciudadanos, en el sentido de transformar el sistema de salud.
Las razones para esta opinión mayoritaria tienen que ver con la evaluación que la población hace de los servicios de salud. Más de la mitad los considera como regulares o malos. El problema que se menciona con mayor frecuencia es la mala calidad, la cual no se limita a los aspectos técnicos de la atención, sino que también afecta al trato que reciben los usuarios. Es notable que 40 por ciento de los entrevistados opinen que las instituciones de salud no los tratan como se merecen y que 61 por ciento las califiquen de burocráticas.
Hay un hecho de enorme significado en las opiniones de los ciudadanos sobre su sistema de salud: en todas las clases sociales prevalece la opinión mayoritaria a favor del cambio. Esta convergencia de opiniones refleja una conclusión fundamental de los estudios técnicos: el actual sistema de salud no funcionaba bien ni para los pobres ni para las clases medias. Tampoco contribuye todo lo que podria al funcionamiento general de la economía ni al bienestar social. De ahí el amplio consenso para emprender la reforma del sistema de salud. Esperemos que el presupuesto que finalmente se apruebe refleje este anhelo de los mexicanos. El reto no es sólo lograr más dinero para la salud sino, sobre todo, más salud por el dinero.