La Jornada 23 de noviembre de 1997

TRISTE FIN DE UN MODELO

Corea del Sur no solamente fue presentada durante muchos años a todos los países del llamado Tercer Mundo como modelo a seguir, sino que también fue plasmada en la inmediata posguerra por Estados Unidos, el cual impuso una profunda reforma agraria y un régimen dictatorial que subvencionó constantemente a las grandes empresas y puso al Estado al servicio de la planeación de sus exportaciones y de la contención a toda costa de los salarios.

Ahora esa fórmula entró en crisis. Surgieron primero fuertes movimientos estudiantiles y civiles que lucharon por la democratización; les siguieron enormes acciones sociales y huelgas obreras, y los salarios comenzaron a aumentar mientras mejoraban las condiciones de trabajo y los escándalos continuos y la corrupción terminaban por debilitar al poder ``fuerte''. La gran industria automotriz entró entonces en crisis y con ella los bancos y, así, una crisis económica coincidió con una crisis política y con otra social; el resultado está a la vista, pues el gobierno de Seúl ha tenido que someterse a las condiciones que le exigía el Fondo Monetario Internacional para conseguir nada menos que 60 mil millones de dólares -la mayor suma jamás prestada por ese organismo-, 20 mil de los cuales le serán entregados de inmediato. Este derrumbe del modelo surcoreano sigue de cerca a la caída estrepitosa de la economía tailandesa -otra también alabada como ejemplo de crecimiento- y va de la mano con las enormes dificultades del sistema bancario japonés y con la quiebra de la cuarta empresa bursátil japonesa, que deja un déficit de más de 24 mil millones de dólares.

Si las recomendaciones anteriores del FMI fracasaron de este modo y las esperanzas en el dinamismo financiero y en los excedentes de capital japoneses se hundieron de la misma manera que las recetas mágicas para el éxito seguro basadas en la exportación, no es posible exigir una fe ciega en las nuevas recomendaciones y remedios de esa organización. A esta amarga comprobación en el plano de la teoría económica se suma la preocupación que nace del posible agotamiento de la fuente japonesa de grandes excedentes de capital, hasta ahora disponibles para su inversión en Europa y, sobre todo, en Estados Unidos. La crisis financiera y económica en Oriente, en efecto, trastorna todo el mercado de capitales, con seguros efectos en los otros dos miembros de

la Tríada -EU y la Unión Europea- pero también en los países, como el nuestro, llamados emergentes y cuya estabilidad depende de un flujo continuo de nuevas inversiones.

La mundialización muestra así una gran inestabilidad de fondo que afecta a todos, grandes potencias incluidas, y prepara en todas partes tensiones sociales inéditas por más de un cuarto de siglo, desde los años 60 hasta finales de los 80. Es indispensable, por lo tanto, a la hora de los cálculos y las previsiones, tener en cuenta que el barco planetario del cual somos pasajeros de segunda clase está surcando aguas agitadas por una larga y furiosa tempestad.