José Steinsleger
Sólo le pegué una vez

El 14 de febrero de 1988, el ex campeón mundial de los pesos medios Carlos Monzón libró la peor de sus peleas: le aplicó un perfecto uno-dos a su mujer, la tomó por el cuello y la arrojó por la ventana. La condena a 11 años de prisión por asesinato acabó con el mito del latin-lover, invencible en el ring y en la cama. El drama de Alicia Muñiz fue uno más entre los cientos de agresiones contra la mujer que en Argentina ocurrieron aquel año, cuando por un hombre asesinado por su mujer murieron 30 mujeres asesinadas por maridos, novios, amantes, ex maridos y ex novios.

Ventilado en los medios de comunicación, el ``caso Monzón'' se transformó en bandera de las feministas y mujeres golpeadas, y la psicóloga Graciela Ferreira se apuró a ponerle punto final a su libro La mujer maltratada (Sudamericana, 1990), precursor de otro más voluminoso: Hombres violentos; mujeres maltratadas (Idem, 1992).

En Buenos Aires, la doctora Ferreira nos dijo que empezó a investigar el tema ``cuando me dí cuenta que yo encajaba en el cuadro de la mujer golpeada''. Explica: ``...durante muchos años conviví con una persona que me denigró constantemente, que me humilló y me insultó delante de nuestros hijos. Tardé mucho en desligarme de esta situación. Hice lo imposible por salvar la familia, el matrimonio. No me entraba en la cabeza el divorcio, la separación. Tuve un hijo detrás del otro, siempre esperanzada en el cambio''.

¿Qué la decidió? ``--A mí me costó un gran esfuerzo personal --dice--, pedí ayuda, terapia individual, terapia matrimonial, terapia religiosa. No dejé puerta sin tocar para ver si podían resolver mi problema. Cuando tomé la decisión y estaba embarazada del tercero descubrí la raíz del problema: el hombre que maltrata no quiere separarse y la mujer maltratada no desea transformarse ella misma en maltratadora''.

Graciela sostiene que en los sectores medios y altos de Argentina suele haber más violencia contra la mujer que en los sectores pobres. Y es común que a sus talleres lleguen mujeres de los barrios humildes y villas-miserias que terminan compadeciendo a las mujeres de otras clases sociales, con mayores ingresos.

Pero el libreto se repite independientemente del grado de educación, nivel económico o geografía. En Canadá, país superdesarrollado, la espiral creciente de violencia doméstica ha llevado al gobierno a duplicar año tras año el presupuesto del Estado y a tener un gabinete interministerial para ocuparse específicamente del tema. En Australia, el Estado subsidia a la mujer que se va de la casa. Además, si hay lesiones la indemniza y subsidia sus gastos hasta que sale el juicio por alimentos.

La doctora Ferreira enfatiza: ``...el hombre no es violento las 24 horas del día. Después de todo, ella se enamoró de algunas cualidades de este hombre. El hombre golpeador tampoco responde al estereotipo del matón de película, sino que ejerce una conducta que está apoyada en una ideología: la creencia de que el hombre es superior a la mujer y que por tanto tiene derecho a controlar su vida, a dominarla''.

Otro detalle característico del hombre violento es que golpea única y exclusivamente a su esposa o a la mujer con la que tiene una relación estable. No es violento con el resto de la gente y esté o no alcoholizado distingue perfectamente quién es el destinatario de la violencia.

``Al Estado y el gobierno corresponden desarrollar una política integral de prevención, y a los maestros enseñar algo más que la lectura y la escritura. Lo fundamental es el respeto al cuerpo, los sentimientos del otro y los propios para saber defenderlos y protegerlos. El problema es social y así debe ser reconocido'', concluye.