Hoy compartiré mis reflexiones acerca de un libro que me causó un gran agrado leer, porque me gusta la polémica y el debate, y porque dice de otro libro muchas cosas que me hubiera gustado decir a mí. Me refiero a Las grandes mentiras de Krauze, de Manuel López Gallo, que desde su título es un desafío por su contundencia y su franqueza. ``Hasta un tiro se ennoblece si se dispara en un duelo'', dijo alguna vez Chesterton. Mucho mejor si el tiro es certero como en este caso.
Soy abogado, pero mi afición a la historia y en especial a la historia de nuestro país, data ya de muchos años, desde que coleccione el álbum Larínde Historia Patria, cuando los niños no coleccionábamos monstruos imaginarios ni horrores impresos, sino estampillas de correo, monedas, cromos de los clásicos en las cajitas de cerillos, que nos ponían en un primer contacto con las obras de arte y los álbumes: escudos y bandera, ciencias naturales y el que mencioné antes de historia de México.
Recuerdo todavía algunas de las estampas y sus breves leyendas: ``Va mi espada en prenda, voy por ella'', decía Guadalupe Victoria y su sable de caballería volaba por los aires por encima de un río; ``A las doce almorzamos en Tixtla'', arengaba Morelos a sus huestes y señalaba allá abajo un caserío de tejados rojos alrededor de unas torres de iglesia. Bella y amena manera de enseñar e interesar.
En la escuela redondeábamos los conocimientos; en primaria, una materia, de las más esperadas era precisamente Historia Patria, y en secundaria, en la Uno (Regina 111), mi maestro fue nada menos que Carlos Madrazo, joven profesor que nos despertó el interés en la guerra de Independencia, y por los personajes de la Reforma, que nos inducía a hablar en público los lunes en el acto cívico con el que se iniciaba la semana de estudios. Luego sabría que además de profesor fue un político inquieto, apasionado y convencido de sus ideas y principios hasta la muerte.
Pero viene todo esto a cuenta, porque me lo recordó el libro polémico, ingenioso y bien informado con el que Manuel López Gallo desenmascara, por decirlo así, al historiador --podemos decirle así también-- Enrique Krauze.
Encuentra López Gallo tantas perlas, imprecisiones y francos y garrafales errores en los escritos de Krauze, especialmente en la Presidencia Imperial, que no se puede menos que reconocer que el historiador ``cuasi'' oficial del neoliberalismo escribe sus libros con mucho desenfado y sin gran cuidado. ``La celeridad compromete la seguridad'', rezaba un letrerito en la sala de espera de la notaría de Don Luis Corral y de Teresa, dirigido a sus clientes que querían escrituras a la carrera.
López Gallo da una clara lección de historia al historiador: no se pueden escribir los libros por pedido, para cumplir un contrato con el editor o para mantener un ritmo de ventas y por tanto de ganancias.
Quien quiere escribir de historia debe ser escrupuloso y verificar datos, fechas y nombres, épocas y circunstancias.
Pero no es tan sólo encontrar gazapos y pescar perlas lo que hace López Gallo; señala que detrás de los errores y los anacronismos está una intención, una especie de menosprecio a la historia de México y a los lectores de historia, una interpretación errónea de los hechos y un método equivocado al sacar conclusiones.
Krauze, a lo Carlyle, atribuye lo que sucede a los personajes destacados, a los ``héroes'', y hace a un lado las causas profundas de los acontecimientos, las inquietudes populares, las injusticias que engendran revoluciones, las corrientes subterráneas que son causas de los hechos concretos y de las acciones singulares.
Mentira es una afirmación que no coincide con la verdad; es culpable y moralmente reprobable cuando se dice a sabiendas, es imperdonable en alguien que se dice profesional de la historia. El maestro López Gallo, profesor universitario de Historia Económica de México, da una lección a Krauze, a quien habrá que recordar un viejo dicho popular, síntesis de sabiduría, como casi todos ellos: ``Para mentir y comer pescado, hay que tener cuidado''.