Después del 6 de julio, el presidente Zedillo con insistencia deliberada califica la situación política actual de ``normalidad democrática''; lo mismo hacen sus secretarios, los diputados y senadores del PRI y sus dirigentes. Sugieren así que ha concluido en lo fundamental el proceso de democratización; ocultan, de paso, su oposición a los progresos democráticos en los últimos lustros; reducen la democracia estrictamente a lo electoral, y pretenden minimizar las transformaciones políticas necesarias para implantar en México un régimen de amplia democracia. Además de rechazar los cambios económicos fundamentales que se han convertido en una necesidad.
La mayoría de las organizaciones sociales y políticas, sin embargo, consideran que el país apenas se encuentra en el proceso de transición democrática. Para el líder panista Felipe Calderón, ésta se inició en 1986; para dirigentes del PRD dio comienzo en 1988; algunos analistas fechan su inicio en 1968 y otros en el cercano 6 de julio último. Tal vez en el futuro los historiadores puedan llegar a alguna conclusión sobre el particular.
Hoy de lo único que podemos estar seguros es que la transición a un nuevo sistema de relaciones políticas y de compromisos económicos y sociales es completamente necesaria, y se ha iniciado. Con la votación mayoritaria en favor de los partidos de la oposición, el 6 de julio se abrieron las puertas o se dio impulso vigoroso a esa transición. Pero todavía no se tiene la agenda de este proceso, ni está clara la táctica; en España la transición, dicen, se realizó en diez años, en México no sabemos cuánto tardará, pero no tenemos mucho tiempo. Las elecciones del 2000 deben ser un momento decisivo.
Debiera admitirse también que la transición es una etapa de tensiones, de luchas políticas e ideológicas, de reacomodos y redefiniciones. No admitirlo puede ser ingenuidad. Los partidarios de los cambios, si los quieren llevar hasta el fin deberán luchar enérgicamente y con inteligencia, pues el viejo sistema va a combatir ferozmente por su sobrevivencia. Así lo indican hechos reveladores posteriores al 6 de julio: el complot contra la instalación de la Cámara; las acciones de Madrazo en Tabasco; las piedras sembradas en el camino de Cárdenas antes del 5 de diciembre; el vasto operativo ideológico para desvanecer el perfil del PRD como partido de izquierda, especialmente en sus planteamientos económicos, y otros hechos más.
Si no se pudo detener a la oposición, se intentará reducir los alcances de la transición a cambios legales en materias políticas, a una reforma del Estado que excluya a éste definitivamente de su intervención en la economía, y aceptar en la práctica el enfoque neoliberal que separa la política de la economía y de la problemática social. Esto es, dejar a medio camino la transición democrática. Sin embargo, ésta es imposible en México sin cambios en las estructuras y el modelo económico que mantienen en la pobreza y marginación a más de la mitad de la población.
La transición es también inimaginable sin alcanzar, cuando menos, los siguientes objetivos: satisfacer las exigencias del movimiento indígena y cumplir los acuerdos de San Andrés para avanzar a una paz justa y digna en Chiapas; la desmilitarización de varias regiones del país, pues no puede haber democracia con decenas de miles de soldados y oficiales realizando funciones ajenas a las constitucionales; encontrar los caminos para el inicio de una solución política con el EPR; liberar a todos los presos políticos existentes y ponerle fin a la nefasta institución de la prisión política, que ya se prolonga más de medio siglo. Además, desmantelar los mecanismos de control gubernamental sobre las organizaciones de los trabajadores; implantar la libertad sindical, acabar con la ``toma de nota'' que permite el control oficial de los sindicatos y sus dirigencias.
La transición democrática sólo será posible si recibe el impulso de una amplia convergencia de fuerzas políticas y sociales: desde los demócratas del PRI, si los hay, hasta el EZLN, pasando por el PAN y el PRD que pueden jugar un papel decisivo en este proceso. Pero todo ésto requiere desarrollo amplio.