La Jornada sábado 1 de noviembre de 1997

EL TONTO DEL PUEBLO Ť Jaime Avilés
Historias de banqueros y soldados

1

A la vuelta de un espléndido reportaje sobre nuestro nunca suficientemente bienamado Mijaíl Bulgákov --de quien algún día el tonto del pueblo espera adaptar para teatro El maestro y Margarita--, La Jornada Semanal del domingo pasado publicó una entrevista de Ciro Gómez Leyva con Felipe Calderón Hinojosa, en la que el número uno del PAN desnuda un perfil sorprendente.

El joven líder adopta, si bien con timidez, una postura a favor del condón y quizá del aborto; rechaza la adhesión de grupos fanáticos como Pro Vida; se aleja de Diego Fernández y de Carlos Castillo; condena la ``exacerbación de los radicalismos, incluidos los de nosotros'' (``se refiere a los del PAN'', le aclaro al tonto del pueblo); observa que el país vive un momento ``de machismo político, de ver quién es el más perro para atacar al gobierno'', y concluye que ésta es la hora en que todas las fuerzas deben pactar una tregua, definir consensos y ``establecer una serie de políticas públicas'' que sean los cimientos de un nuevo régimen.

--Muy bonito --dice el tonto del pueblo--. El problema es que no le creo.

--Ay --suspira Emma Thomas--, pero, ¿a poco no sería padre tener una derecha así?

2

Sólo nos queda lo que falta de 1997 y el año que entra, opina Felipe Calderón, para construir el consenso amplio sobre el cual descansará el ``nuevo régimen''. Diciembre de 1998, precisa, ``es la fecha límite'', porque a partir de 99 los actores se verán obligados a moverse ``conforme a ventajas de táctica electoral''.

--Muy bien --dice el tonto del pueblo--, pero, a ver, ¿qué papel, según Felipe, es el que podrían tener en este esquema los ``actores'', como él los llama, que no participan en el juego electoral.

--¿Como quiénes? ¿Como el Ejército Zapatista?

--No --dice el tonto--, como el Ejército Mexicano, como los banqueros o como las televisoras.

--¿Las televisoras no están en el juego electoral?

--Claro que están, pero frente a los candidatos. Así como los banqueros también están, pero detrás de los candidatos. ¿Qué propone, qué les pide, qué les exige Felipe Calderón a esos actores disfrazados de tramoyistas?

--No te entiendo --anuncio con sinceridad.

--¿Por qué no pedirle, por ejemplo, una tregua a los banqueros?

--Bueno --me arriesgo a suponer--, porque los banqueros son como aviones que permanentemente están en vuelo. Dejar de chuparnos el dinero todos los días, para ellos sería como apagar las turbinas de un jet en el aire.

--¿Viste? --dice el tonto--. Eso significa que no podemos darle tregua a los bancos.

--Ah, sí --respinga Emma Thomas--, y eso los debe tener preocupadísimos...

--Pero, a ver --digo--, para seguir con tu razonamiento, ¿cuál es la tregua que habría que pedirle a la televisión mexicana?

--¡Esa es más fácil! --exclama el tonto--. Que paren su maldito monólogo, que nos dejen hablar. ¿Por qué el único punto de vista que nos da Televisión Manteca es el de los asesores financieros de su dueño? ¿Por qué un señor puede llegar a 97 por ciento de los televisores del país, únicamente para decirnos, día y noche, que quiere ser más y más rico, y que además lo está logrando?

--Mira...

--No, mi buen. ¿En qué se parece Televisión Manteca a Bancomer o a Banamex?

--En que los tres --dice Emma Thomas--, hicieron colectas para los damnificados de Paulina.

--En eso se parecen a la Madre Teresa --digo.

--No, manito, no. Se parecen en que, esencialmente, ninguno de los tres cumple funciones de utilidad pública. Y eso que, según esto, son ``instituciones de servicio''. Sí, pero de sus propietarios. Así que vuelvo a repetir. ¿A los bancos y a las televisoras les vamos a conceder una tregua?

--Oyeme --Emma Thomas rompe el silencio retórico de su novio--, espérate, pues. ¿Cómo les vamos a dar tregua si no las estamos atacando?

--Lo que Felipe Calderón quiso decir --atajo a los dos, previendo que la discusión puede volverse delirante--, es que la tregua la tienen que pactar, sobre todo, el PAN y el PRD para profundizar su alianza en el Congreso. No está pensando en los zapatistas, es más, los detesta; no está pensando en la banca o en los medios. Está pensando en plata, y a corto plazo por cierto: de aquí a diciembre de 1998.

--¿Y no está pensando en el PRI? --me dice el tonto.

--Ay, nanita, Dios te oyera --dice Emma.

3

En un artículo publicado el martes en este diario, Luis Hernández Navarro escribe: ``Las oposiciones dentro de la Cámara de Diputados alcanzaron un acuerdo para la gobernabilidad y una distribución de las comisiones en la que el PRI salió derrotado. Lograron también contestar el Informe presidencial. Invirtieron sus energías en modificar las reglas del juego al interior de la Cámara. Pero, más allá --resume--, no han conseguido nada importante''. Y entonces pregunta:

En materia de reforma política, ``más allá de generalidades como desmantelar el presidencialismo, las oposiciones no han dicho qué es lo que está pendiente ni cómo lo van a lograr. ¿El plebiscito, el referéndum, las candidaturas ciudadanas y las coaliciones electorales? ¿El estatus de las ONG y de las asociaciones políticas, el registro de los nuevos partidos y el reconocimiento de los derechos indígenas? ¿Están dispuestos los partidos a renunciar al monopolio de la participación electoral? ¿De verdad creen que la transición hacia la democracia arranca de la Cámara de Diputados?''

--Sería padrísimo --dice, una vez más, Emma Thomas.

4

El tonto insiste en llevar la discusión hacia las fuerzas armadas, los banqueros y las televisoras, porque éstos, dice, son los únicos tres pilares que sostienen la fortaleza del presidencialismo.

--Quiero volver sobre un viejo rollo --dice.

En los últimos 15 años, México experimentó una serie de transformaciones políticas y económicas que liquidó la fuerza social del Estado. Este vendió, privatizó, malbarató y transfirió a los amigos del régimen el patrimonio nacional, y conservó el control del Ejército, su partido y los medios: el aparato militar, el aparato político y el aparato ideológico. Nada más. Pero nada menos.

La fuerza social que el Estado perdió paulatina y visiblemente a lo largo de este proceso, ha terminado por volverse, no en contra del Estado, sino del régimen que éste tutela y administra. Y ése régimen, que se ostenta como el representante de los intereses nacionales, en realidad no es sino el instrumento de una minoría cada vez más pequeña, más compacta y más rica --unas cuantas familias-- que se está quedando sola frente a casi 100 millones de personas insatisfechas, exasperadas, tristes y, en su gran mayoría, hambrientas.

Qué asustados deben sentirse quienes nos gobiernan frente a ese gentío de desharrapados, que se oculta detrás de quienes todavía, en la ropa y en los hábitos, guardan las apariencias de lo que alguna vez se llamó la clase media, ese amplio colchón social que separaba a los pobres de los muy ricos. Hoy, cuando tal barrera ha sido roída por las termitas gigantes del neoliberalismo, los muy ricos no atinan sino a desplegar al Ejército en todos los campos y en las ciudades más peligrosas y conflictivas. Y allí se les agota la imaginación.

5

No se había apagado el escándalo de las ONG en París y de Aministía Internacional en la antesala de Los Pinos, cuando estalló el escándalo de los descuartizados de la Buenos Aires en el Ajusco. Y no habían acabado de hacerse bolas los generales de la policía del Distrito Federal, en su afán por desmentir sus muy probables culpas en ese crimen, cuando ahora, desde Washington, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), dependiente de la OEA, destapa de nuevo el expediente de los tres indígenas zapatistas que el 7 de enero de 1994 fueron detenidos por una columna del Ejército en el ejido Morelia y torturados y asesinados poco después.

De acuerdo con una nota de David Brooks y Jim Cason, corresponsales de La Jornada en Estados Unidos, la CIDH ha fijado un plazo perentorio a la administración de Zedillo para que ésta castigue a los responsables. En el primer instante, el gobierno se irrita y, a través de la Secretaría de Relaciones Exteriores, niega la información y luego la desvirtúa. Pero al día siguiente, con renovada serenidad, responde por boca de un funcionario menor que ``la investigación prosigue'', aunque ``no existen evidencias de que en los hechos interviniera personal del Estado --omite decir Ejército--, tal como se desprende del dictamen emitido por la Procuraduría de Justicia Militar''. México, se agrega en el comunicado, responderá ante la CIDH cuando culmine la investigación que realiza la Procuraduría de Chiapas.

En su conmovedora debilidad, estas argucias confirman que, con el caso del ejido Morelia, el gobiernoombudsman en el Ejército.

6

Una semana antes del efecto dragón, el Banco de México avisó que las reservas federales ascendían a la suma récord de 25 mil millones de dólares. Sin embargo, el crack de Hong Kong (y no olvidemos que el crack es también una droga de efectos instantáneos que estimula reacciones imprevistas) resolvió una aparente pugna dentro del gabinete económico de Zedillo, que hacía meses debatía sobre la conveniencia y necesidad de devaluar el peso.

A la brava, sin haber zanjado la polémica, más bien aprovechando el viaje del efecto dominó en todas las bolsas de la Tierra, el Banco de México modificó la paridad de nuestra moneda, cediendo a las presiones de los exportadores que llevaban rato pidiendo una leve devaluación porque sus ganancias en dólares ya no les resultaban atractivas. Ahora deben estar jubilosos por este nuevo triunfo, obtenido a costa de todo el país.

Sin embargo, cuando la maniobra estaba en marcha, a la Secretaría de Hacienda se le escapó el banquero Jorge Lankenau, y la integridad física de ese delincuente presunto, así como su tranquilidad personal, se convirtieron de golpe en pliego petitorio de todos los hombres de la banca, a los cuales el gobierno tuvo que complacer en el acto para que el chantaje de los dueños del dinero no fuese una variante incontrolable en el marco del ``operativo devaluación''.

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