Perón solía decir que ``para un peronista, no hay nada mejor que otro peronista''. Sin embargo, los elogios de Menem al modelo de Margaret Thatcher (no se le ocurrió otro ejemplo), demostraban que para el presidente no había nada mejor que un norteamericano o un inglés. ``En política siempre hay `exitosos'', comentaba al justificar los planes de ajuste. Los magnates que se quedaron con las empresas del Estado eran para Menem hombres de ``éxito''. Los dos millones y medio de desocupados, ``perdedores''.
Luego de conocerse el primero de los cinco planes de ajuste, los sectores más concientes del peronismo sugirieron con ironía erigirle un monumento al ex embajador norteamericano, Spruille Branden, para pedirle perdón. En 1945, ante el incontenible avance del peronismo, Branden había lanzado la consigna ``O Branden o Perón''. Estos mismos sectores aseguran que, probablemente, los menemistas fueron quienes años atrás amputaron las manos del cadáver del general para evitar que su fantasma acogote al presidente.
Detenido el día del golpe (24/3/76) en La Rioja, donde desempeñaba el cargo de gobernador, Menem fue trasladado a un barco de la Armada anclado en el puerto de Buenos Aires. Presos políticos que estaban con él dijeron que pese al buen trato que le daban, lloraba todo el día, y poco le faltó para besar los pies ensangrentados de los carceleros. Menem demandó por difamación al periodista que publico tales testimonios. Horacio Verbitsky le ganó el juicio.
En abril de 1973, el actual presidente de los argentinos leía la realidad desde la izquierda: ``Los guerrilleros son ciudadanos que luchan por la liberación... la reacción no se va a quedar quieta hasta que logremos derrotarla definitivamente''. Y en noviembre de 1994, la leía como su apellido capicúa, igual pero al revés: ``...gracias a los militares triunfamos en la guerra sucia''. En otra ocasión congeló el espinazo social al enaltecer públicamente la memoria del comisario Villar, uno de los jefes de la tenebrosa Alianza Anticomunista Argentina (AAA, 1974-76), advirtiendo sobre la posibilidad de una nueva tragedia con ``futuras Madres de Plaza de Mayo''.
El almirante Isaac Rojas, el más represor de los golpistas que en 1955 derrocaron a Perón opinó: ``Para mí, el presidente no es peronista''. Cuando Rojas falleció (1993), Menem asistió al funeral, y allí, frente a los asesinos condenados a cadena perpetua durante el gobierno de Alfonsín y luego indultados por su gobierno, envió un mensaje inequívoco a los presentes y besó la frente de quien fue símbolo del odio antiperonista.
``Que Menem presida. Nosotros gobernamos''. Las palabras del contador Domingo Cavallo, otrora poderoso ministro de Economía y antiguo funcionario de la dictadura al frente del Banco Nación, confirmaban que la política económica del menemismo no era más que la continuación de la aplicada por los militares de 1976 y 1983. Política que entonces exigió treinta mil asesinados y desaparecidos para disuadir a los remisos, y que a partir de 1989 retornó con la fuerza de las urnas.
Es cierto que los grupos económicos eligieron a este hombre que, al decir del escritor Osvaldo Soriano ``no le importa nada ni nadie, salvo si es útil para su proyecto de regencia sin límite ni ley''. No obstante, al margen de sus variadas tinturas para el cabello, estiramientos de la piel, Ferraris y padrinos de la mafia que en sus veladas de juerga y poker dominguero lo acompañarían desde el primer día de gobierno, Menem fue el elegido por sus víctimas: los ``pobres estructurales'', y tuvo el insólito privilegio de conducir el retorno de Argentina a la Estabilidad económica.
En 1989, Menem obtuvo el 46 por ciento de los votos, y en 1995 poco más del 50 por ciento, acumulando un poder interno como el que no tuvieron ni Clinton, ni Bush, ni Reagan: 23 de los 24 distritos electorales, quórum propio en la Cámara de Diputados, mayoría en el Senado, un Poder Judicial sumiso y un establishment económico internacional que lo avaló unánimemente.
El juego de pinzas de ambas fuerzas, las de muy arriba y las de muy abajo, trituró a una clase media que durante el primer peronismo había crecido apoyándose en el mercado interno, y que de Argentina hizo la sociedad más igualitaria del continente.
La alianza opositora UCR-Frepaso fue creada para frenar a Menem y al menemismo, pero también para crear conciencia en torno a la extremada gravedad en la que se encuentra el país, de cara a los comicios presidenciales del 2000.
El primer paso ya se dio. Falta todo lo demás que hoy por hoy, ni Mandrake podría vaticinar.