La Jornada Semanal, 26 de octubre de 1997
ENTREVISTA A FELIPE CALDERON
En esta segunda de diez conversaciones, Ciro Gómez Leyva, autor de Ya vamos llegando a México, se reúne con el presidente del Partido Acción Nacional para imaginar el mapa futuro de nuestra política y el lugar que en él ocupará el partido que en este momento gobierna seis estados de la república y numerosas presidencias municipales.
A la hora de tirar el penalty
Los hombres de la transición española recuperaron una frase cargada de entusiasmo: ``No hay que tener miedo a nada, el único miedo racional que nos debe asaltar es el miedo al miedo mismo.'' ¿A qué le teme el PAN en estos días? Jean Baudrillard decía que el escándalo contemporáneo no consiste en atentar contra los valores morales, sino contra el principio de realidad. Tal vez sin haber leído esas frases, Felipe Calderón, hombre de la transición por partida doble (tiene menos de 40 años y es presidente del PAN), coincide con los españoles y con Baudrillard. Cree en el realismo, incluso cuando echa mano de las metáforas deportivas para explicarse mejor. Imagina un país a once pasos de una nueva fase de su historia, con un tirador que no bajará la vista ni mandará la pelota a las plateas exacerbadas.
No hay miedo racional en las palabras de Calderón. La transición, asegura, comenzó en 1986, no en 1988. La transición, por tanto, tiene una deuda con el PAN, un PAN al que, según palabras de su presidente, le molestan los tabúes y no quiere ser cómplice de la mojigatería que puede llevar a México a una catástrofe demográfica. Nada de eso. Los de hoy son tiempos para definir, generar consensos; momentos para reconciliar, no para romper; días para usar la cabeza más que el corazón.
-Además de cabeza, supongo que la transición necesita boca, lenguaje. Si revisamos otras transiciones, encontraremos un lenguaje de concordia y moderación, no así en la mexicana.
-Ubiquémonos. Transición es el estado agudo que separa dos periodos históricos, distintos el uno del otro. Ubico el principio en la segunda mitad de los ochenta. Para unos es el '88, para mí es claramente el '86, es Chihuahua. La transición no comenzó con las elecciones del '97.
-¿Qué son las elecciones del '97?
-La última etapa, la de las definiciones, la de la pregunta ¿cuál va a ser la construcción nueva? Pero volviendo a la pregunta original, yo estimo que el impulso de la transición estuvo desafortunadamente a cargo de muy pocos actores. Concretamente, el PAN pagó el costo de impulsar esa transición que, además, es el costo más alto en cualquier transición. Lo más difícil es arrancar un vehículo. Ya con el vuelo, cualquiera se sube y lo maneja. El PAN pagó un costo muy alto. Cualquier signo que buscara gestos de reconciliación fue, y sigue siendo, terriblemente satanizado. No se valora que se hayan dado acuerdos que posibilitaron que hoy celebremos elecciones más o menos democráticas, únicamente se recuerda el signo ominoso e incriminatorio de la concertacesión, cuando en realidad lo que hubo fueron acuerdos políticos en circunstancias terriblemente difíciles, que permitieron pasar de un Estado plenamente antidemocrático a uno cada vez menos antidemocrático, y nos han permitido llegar al umbral de un régimen que, creemos, puede ser democrático. El '97 no puede entenderse sin las reformas políticas de '89, '93 y '94. Alguien tenía que pagar los costos y, desafortunadamente, el único que los pagó fue el PAN.
-¿No quedaba de otra?
-Pienso que si desde el '88, el Frente Democrático Nacional, en lugar de apostar a la caída del régimen, en lugar de actuar como en la fábula de Los tres cochinitos, tratando de soplar hasta derribar la casa de concreto, hubiera trabajado sobre la base de un acuerdo de transición profunda, México llevaría, por lo menos, un lustro adentrado en el nuevo régimen.
-¿El FDN, luego PRD, le quitó cinco años de democracia al país?
-Es una hipótesis que creo válida. El PRI estaba en la posición más débil, de mayor urgencia de viabilidad política. Un esfuerzo concurrente hubiera generado transición en ese momento, y tal vez México estaría hoy como Chile, que en esos mismos años tuvo su plebiscito. Estaríamos pensando en cómo incrementar los niveles de éxito en el combate a la marginación y demás temas. Tal vez, también, el costo es que no se hable de conciliación en la transición mexicana, sino de ruptura, de odio.
-¿Si con alguien debe estar agradecida la transición mexicana es con el PAN?
-Hay una gran tentación en la política mexicana: la de convertirse en padre de la patria. Eso lo dejo para líderes parlamentarios de otros grupos, no para el PAN. El PAN echó a andar el motor de la transición. Y eso, tal vez, no ha sido debidamente valorado.
-¿En dónde estamos?
-Es el momento de la definición, de los consensos amplios, el momento de establecer una serie de políticas públicas, que son las de definición del nuevo régimen, que a su vez tiene que darse sobre los cimientos firmes de un consenso muy amplio.
-La construcción de consensos a la que aludes puede tomar años. Cualquier conflicto regional la puede romper. Más que la definición de la transición, vivimos el momento de la fragilidad.
-Hay razones para ser escépticos, pero creo que tiene que pensarse ese paso con toda frialdad. Creo que el margen es estrecho, porque si no lo hacemos ahora, la elección del 2000 va a absorber toda la energía de los actores políticos. Falta un trecho largo por recorrer, pero creo que el país ya no puede esperar más allá del 2000. Esa construcción del consenso amplio sobre el nuevo régimen tiene que darse en lo que queda de este año y en el próximo. Esa es la fecha límite que tengo pensada. Porque en el '99 ya el ambiente electoral va a obligar a los actores políticos a actuar conforme a ventajas de táctica electoral.
-¿Cómo se va a materializar ese consenso?
-Con una gran disposición a la tregua. El PAN está dispuesto, aunque me preocupa la exacerbación de los radicalismos, incluidos los de nosotros. No es lo mejor para el país, pero obedece a una necesidad de seducir a la opinión pública, del combate por la primera plana y la foto, más que a la visión de estadistas que, creo, debe prevalecer en estos momentos.
-El problema político, tal como lo planteas, es en buena medida un problema de élites. Ustedes están mucho más concentrados en la disputa del poder, y quizás en la grilla. Ustedes están más preocupados en la discusión de los rezagos que en la imaginación, en el futuro. Dirimen con pasión un conflicto municipal, se pelean apasionadamente con el PRD, pero al hablar del futuro no veo la misma pasión.
-Tienes toda la razón. Ese es, además, un problema del país: no hay quien vea al futuro. Peor aún: quien ve al futuro no tiene el suficiente valor para enfrentarlo. Es decir, en un momento de polarización, de machismo político, de ver quién es el más perro para atacar al gobierno o para pegar más duro, pregunto: ¿quién está pensando en la posibilidad de conciliar? Hablar de conciliación suena a verdadera herejía, a claudicación, a rajarse en términos de machismo. Es muy peligroso, sobre todo ahora que estamos más cerca que nunca de culminar esta transición. Nos hace falta esa visión de interés nacional sobre los intereses partidistas y de corto plazo. No sólo a nosotros. El gobierno, los otros partidos, la academia, tenemos un cierto embeleso por la coyuntura, dejamos que las preferencias electorales dominen el análisis. Yendo a metáforas menos filosóficas, tenemos el mismo problema que la selección nacional de futbol: hacemos jugadas elaboradísimas desde la defensa, pero nunca definimos frente a la portería contraria. No estamos siendo capaces de articular, de llevar a la práctica esa definición de nuevo régimen. Hay un momento en que el mediocampista o el delantero tienen que tirar a la portería. Hay que hacerlo, sabiendo que existe la posibilidad de llevarse la insondable rechifla, porque está exacerbado el ánimo en las plateas. Pero hay que tirar, hay que definir.
-Quizás una de las muchas razones de ese miedo sea la pobreza de nuestra literatura política. En las universidades se siguen leyendo libros viejos: La Democracia en México es un texto de 1965. ¿Dónde están los Gómez Morín? ¿En dónde están los pensadores de la derecha, entre comillas?
-Sumidos en la coyuntura.
-Entonces es cierto que somos un país de corto plazo.
-Tal vez haya una correlación entre los plazos promedio de vencimiento de la deuda y los plazos de la visión política.
-Somos un país a 28 días.
-A 28 días. Creo que hay otro tema a analizar: ¿dejan de producirse ensayos de largo plazo o dejan de leerse? Este momento es terriblemente existencial y televisivo. Vivimos la sociedad del espectáculo, en donde el que manda es el que hace sonar más fuerte la pantalla. Es una dictadura. Y en política está rifando también eso. En una sociedad del espectáculo, un día manda el enmascarado de estambre y otro día el que asesina a Colosio, y otro el que hace ruido. Falta quien pueda dar visión de profundidad, el que pueda dar el pase largo. Los partidos tenemos esa responsabilidad.
-¿Dónde están sus pasadores largos, los filósofos cercanos al PAN, dónde están sus teóricos? ¿Existen? ¿Quiénes son?
-¿Nuestros linceos, nuestros hombres con capacidad para ver más allá del horizonte? Creo que, más que de personas, debiera ser una responsabilidad de quienes estamos en las posiciones de responsabilidad y liderazgo en el partido. Estamos en el momento de definir nuestras propias agendas, nuestros propios objetivos, nuestras propias visiones que puedan orientar, primero, la vida del partido, para que luego el partido pueda responder a ese liderazgo nacional. Es decir, en términos muy de González Luna: debemos subordinar el episodio al destino, escapar de la neurosis, de la escaramuza.
-¿Los personajes? ¿A quién ves? No hablo de Bobbio ni de Sartori, ¿pero van a seguir leyendo a Christlieb Ibarrola con el mismo sentido de modernidad con que se leyó hace décadas?
-A lo mejor estamos en otra circunstancia de vida política. Entre otras cosas, porque tal vez los pensadores se metieron a la trinchera, o a la campaña electoral, o a la tarea gubernamental, a la escaramuza. Es el caso de Efraín González Morfín, que está en Educación en el gobierno de Jalisco, en la riña cotidiana con el sindicato. O el de Carlos Castillo Peraza. Por eso digo que, a la hora del recuento, ya no es un asunto de determinadas personas o de mentes profundas, poderosas, de cerebros articulados y fuertes: es la hora de la reflexión estratégica que pueda conjuntar ideas de fondo con una realidad exigentísima. Es una tarea difícil.
-Adolfo Suárez decía que el primer deber en una transición tiene que ser el realismo. ¿De acuerdo?
-Sí.
-En ese sentido, ¿qué tanto le pesan a una sociedad en tránsito a la modernidad los llamados valores de la derecha? ¿Qué tanto pesan en el campo demográfico? ¿No crees que llegó la hora de readecuar los axiomas de la derecha?
-Si te refieres específicamente al PAN, por supuesto.
-Y al pensamiento de grupos cercanos, afines al PAN.
-Vivimos el paso de una sociedad secularizada a una sociedad incluso agnóstica, donde cambian una serie de parámetros y referentes dominantes, en términos culturales. Debe haber, por tanto, una actualización de la manera de pensar y de sentir. Yo he afirmado, por ejemplo, que la validez de los principios de Acción Nacional se sostiene y se reafirma, pero la forma de hacerlos válidos y convincentes es en la medida en que tengan capacidad de proyectarse a una realidad cambiante. El principio no cambia, las circunstancias evidentemente sí.
-¿En términos de política demográfica?
-Desde luego que tiene que plantearse este problema a la luz de las dos cosas: los principios y las nuevas circunstancias. El principio, por ejemplo, de respeto a la vida y la dignidad humana prevalece y hay que hacerlo prevalecer. Pero eso no implica ignorar circunstancias nuevas que no había en 1939, como es la explosión demográfica. Son situaciones que deben ser actualizadas a toda velocidad y profundidad. Para mí es un dilema suicida pensar que las ideas y los valores en que creemos sólo pueden subsistir tratando de cambiar las circunstancias hacia atrás. Ese regreso es imposible. Tiene que haber una adecuación y una proyección. Sí, nos va a implicar un costo importante en términos de la percepción de mucha gente.
-¿Qué quieres decir?
-Que tiene que haber una reflexión de mediano plazo. El problema es que lo urgente reclama respuestas inmediatas. Temas como el de las políticas demográficas, por ejemplo.
-El control de la natalidad.
-Requiere respuestas inmediatas. Y para mí las respuestas son cada vez más claras: ni el país ni el mundo pueden ir irresponsablemente a una catástrofe que nada tiene que ver con los principios en los que creemos.
-¿Y por qué no lo expresan así?
-Tal vez porque no hemos tenido la habilidad para hacerlo, o porque lo hemos querido hacer sobre la base de ir moldeando, modulando, midiendo, o peor aún, por estar metidos en el tira-tira diario que no permite pensar en la necesidad de equilibrar los niveles de población hacia mediados del próximo siglo, distinguir perfectamente lo que es la dignidad humana y la vida de lo que es, si se me permite la expresión, la calentura cotidiana del macho mexicano. Son cosas totalmente diferentes. No se justifica empalmar una con otra. Las exigencias de responsabilidad familiar, de educación e información sexual son contundentes.
-¿Qué hay de los tabúes?
-Hay de todo. Por ejemplo, los ridículos de Pro-Vida lo único que hacen es exacerbar ánimos poco propicios para la reflexión. Y si los señores dicen en su desesperación que tienen ciertas afinidades con el PAN, lo complican absolutamente todo.
-¿Cómo imaginas las posiciones del PAN sobre estos temas, digamos en el año 2010?
-No digo en el PAN: en el país mismo no hay ninguna posibilidad de que prevalezcan posiciones primitivas o rupestres sobre estos temas. Desde luego que me gustaría ver en el PAN de entonces una posición muy clara sobre política demográfica, sin que eso implique una renuncia a lo que es el valor de la vida y el ideal que tenemos de fortalecimiento de la institución familiar. Pero debemos reconocer formas familiares que no son las de la familia nuclear típica: madres solteras, hijos, padres divorciados, segundos o terceros matrimonios, respeto a otras formas de pensar y de sentir, sin que eso implique dejar de ver al hombre, a la sociedad, a la historia, bajo una percepción de origen y destino, sin dejar de pensar que el hombre tiene una trayectoria de perfeccionamiento que puede realizar, que hay un marco ético, pero que esa ética nada tiene que ver con una serie de tabúes lejanos a los principios serios.
-¿Imaginas un futuro de alianzas políticas? ¿Cómo ves a los visionarios del PAN frente a este tema?
-Los militantes más preocupados sobre estos asuntos son precisamente los más reacios a las alianzas. Es el caso de Diego Fernández o de Carlos Castillo. Además, su posición es muy compartida por la militancia regular del PAN, y ese es un dato evidentemente atendible. En lo personal, mi preocupación es más sobre la identidad y el perfil del PAN que sobre los elementos de colaboración o de alianza. Pero, evidentemente, no podemos ir a remolque del PRD; ¡y del PRI, menos!
-¿Alianzas sólo con el PAN como vanguardia?
-Si te digo que como vanguardia o fuerza hegemónica, te estaría dando la respuesta que no te quiero dar. El objetivo es que el PAN tenga la fuerza suficiente para hacerse valer por sí mismo, en primer lugar en términos de definición política y, en segundo, en el eventual esquema de colaboración, para que no vaya a remolque de otra fuerza política.
-¿Cómo ves el futuro de México en eso que los científicos sociales llaman la mundialización: interdependencia económica creciente y difusión generalizada de tecnología?
-Siguiendo con la metáfora futbolista, me gustaría verlo campeón mundial.
-¿Tiene jugadores para ser campeón mundial?
-Tiene todo.
-¿Semilleros, suficientes canchas de pasto?
-Todo. Y lo que no tiene puede tenerlo si se aprovecha el momento. A mí me cansa ver a un país perdedor: en política, en economía, en el futbol mismo. En el momento en que se articulen las potencialidades nacionales, creo que México será un país totalmente diferente. Por eso estamos luchando. Nos han fallado los elementos articuladores y organizadores. Ahí es donde está el gran crimen del régimen político: este enorme desperdicio de recursos, de tierras, de mar, de gente, de cultura, de afectos. Es un desperdicio criminal. Teniéndolo todo, ir a la zaga es inaceptable.
-El drama, quizás, es que México no es perdedor, sino el rey del empate.
-No. Acabamos siendo perdedores. Seguimos en el ``jugamos como nunca, perdimos como siempre''. Hace falta un elemento detonador que nos dé seguridad y confianza en nosotros mismos. No sé si sea un problema de diván, pero hay que encontrar qué es lo que nos hace fallar. Este momento de transición es el momento del penalty. Si lo metemos, podemos ganar.