En el PRI, ¿podemos aprender a hacer política en minoría? Esta pregunta se responderá en la Cámara de Diputados en el transcurso de la discusión sobre el presupuesto y la política económica para 1998. Sacar adelante el proyecto de presupuesto apostando a un divorcio del llamado bloque opositor y a una eventual y frágil alianza con el PAN, es confiar en el azar y los estados de ánimo del blanquiazul y no en los oficios de la política. Esta no es una crítica a las alianzas en sí mismas, que son un medio legítimo en que fuerzas políticas distintas acuerdan alcanzar un determinado objetivo, sino a la forma en que se han llevado a cabo en el pasado, en el que sucedía que los últimos, y no los más contentos, en enterarse de una alianza PRI-PAN éramos los priístas. No debemos permitir que estos métodos se apliquen de nuevo.
Normalmente, cada año llegaba a la Cámara de Diputados el paquete económico del siguiente periodo fiscal. En general, esto suscitaba un interés menor en la opinión pública y los medios. Hacienda lo enviaba y se aprobaba sin cambios. En pocos asuntos como en este se redujo el papel de la Cámara baja al de oficialía de partes, a pesar de que en más de una ocasión los diputados priístas presentamos, en tiempo y forma, observaciones de método y de número.
Los tiempos han cambiado. El proyecto de presupuesto está en el centro de interés de analistas, sectores económicos, funcionarios públicos y desde luego de los partidos políticos. Por su carácter de instrumento del desarrollo, el presupuesto es algo muy importante para dejarlo en manos sólo de un grupo de técnicos que puede ser brillante o no, pero que desconoce la realidad concreta del país. Esto último admitido por los propios funcionarios de Hacienda. La negociación del proyecto de presupuesto y de la política económica probará, del lado del PRI, cuánto hemos aprendido de las derrotas (la más reciente, que no la última, la de Veracruz) y de las desgracias (huracán Paulina). Con este antecedente, se deben acordar cuáles son los cambios impostergables. Del lado de la oposición, demostrará hasta qué punto hicieron ofertas fáciles de campaña que no pueden o no saben cómo cumplir. En ambos casos, la ciudadanía espera.
En este contexto, la fracción priísta de la Cámara de Diputados ha presentado sus consideraciones sobre la política económica para 1998. Siendo impecable lo que a futuro se busca, hace falta, sin embargo, una evaluación realista de lo que se ha dejado de alcanzar en estos años. ¿Cómo convocar a que se brinden apoyos cuando los resultados han sido tan insuficientes? La oposición debe reconocer lo que se ha logrado, es cierto, pero en el PRI no podemos soslayar lo que no se ha conseguido. Decirle a la población, después de más de 15 años de cambio económico y crisis recurrentes, que todavía faltan por lo menos otros 20 años, no sólo es grave en la forma, sino que en el fondo nos obliga a reflexionar si estamos en el camino correcto. Se dice que las políticas instrumentadas han logrado recuperar los niveles que la sociedad requiere en términos de empleo y tasas de crecimiento, pero las deudas pendientes se han acumulado. Los ciudadanos y los propios priístas hemos oído estas mismas palabras jubilosas en otras ocasiones, por lo que debemos ser cautos y preguntarnos si ahora sí estamos ante una estabilidad duradera o sólo es otra isla temporal que promovemos y que en dos años se deshará en nuestras manos (y en nuestros votos).
Para el PRI, la prioridad para 1998 es que los beneficios de la economía ``bajen'' a la población. Esto significa abandonar esa suerte de esquizofrenia en que se anunciaban grandes propósitos sociales, pero en los hechos los más beneficiados eran los banqueros, que no los bancos, y los concesionarios de las carreteras.
Se dice que en la elaboración de la política económica para 1998 se deben dejar atrás intereses particulares en beneficio del interés general de la sociedad. No hay, en este momento, un interés propiamente general ni nadie que lo represente. La sociedad es heterogénea y cada parte tiene diferentes intereses: empresarios, comerciantes, partidos, indígenas, etcétera. El planteamiento, además de falso es tramposo, porque en nombre de una entelequia propone que todos se corten las uñas y los dientes y se porten bien y dejen todo en manos de, adivine usted, los guardianes del sanctasantórum. Lo que se debe plantear, como en otras transiciones democráticas, es que a partir de los intereses particulares seamos capaces de diseñar una serie de acuerdos básicos en materia de política económica que aseguren crecimiento, inserción a la aldea global y, sobre todo, una mejor distribución del ingreso. De poco sirve planear una gran política económica a 20 años, si se pierde el poder en tres.
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