La Jornada jueves 23 de octubre de 1997

Rodolfo F. Peña
Madrazo impune

Lo que más asombra en las elecciones del pasado domingo en Tabasco es la desvergüenza y la impunidad. Como si fuera el dictador de una isla remota donde su voluntad es ley única, Roberto Madrazo Pintado cargó con 17 municipios y 18 diputaciones locales. ¿Es posible esto en teoría? Sí, es posible, pero en la práctica madracista es no sólo posible, sino forzoso. Madrazo no compite, no juega, no se expone: compra todos los billetes de la lotería electoral. Cuando quiso ser gobernador, invirtió 70 millones de dólares, por lo menos, sobre los que no se ha aclarado ni el origen. Ahora, cuando se trataba de reconcentrar todo el poder y todos los poderes en la Quinta Grijalva, la inversión debe haber sido cuantiosísima, pero siempre al alcance del erario, cuyo control pleno ostenta todavía a la mitad del sexenio, y de su impunidad.

Hombre previsor, comenzó la campaña antes de definir siquiera a sus candidatos, con un adelanto de muchos meses. Se habría dicho que los competidores políticos reales eran, nuevamente, Andrés Manuel López Obrador y él. Desde que en marzo de l996 el dirigente perredista salió de Tabasco para presidir el comité ejecutivo nacional de su partido, no había día en que la incomparable prensa tabasqueña dejara de publicar algún infundio en contra suya. Parece que en efecto Madrazo odia a Andrés Manuel, y con un odio tan obstinado que más parece una forma de arrepentimiento, como diría algún clásico. Además, todas las obras públicas del gobierno eran atribuidas, en el bombardeo de la propaganda, a la inspiración y benevolencia del PRI, y negociadas en relación con ese partido.

Ya en campaña, todo se hizo más directo, más descarado, más confirmatorio de la impunidad. El atraso y la miseria sociales, que son la condición de sobrevivencia del PRI, se pusieron en el mercado de los votos, con un solo comprador. Y el 19 de octubre estallaron todos los recursos estratégicos de la victoria, al tiempo que se hacía trizas la dignidad de los medios de comunicación. La consigna rectora era tan moderna como la informática medieval: pan o palo. Ya los interesados detallarán con rigor las variadas triquiñuelas del fraude, pero se sabe con certeza que hubo intentos de desarticular al PRD, que se repartieron despensas y dádivas, que una brigada de amedrentamiento, encabezada por un conocido golpeador, recorría los distritos para asegurar pistola en mano las convicciones madracistas de la gente, que hubo apagones a la hora del cómputo... Con eso y más, el PRD incrementó su votación general en Tabasco y se dice que ganó en las ciudades. No obstante, ¡la normalidad democrática no le concedió un solo municipio! Todos los recursos del fraude y toda la impunidad no le sirvieron a Madrazo más que para desprenderse apenas un poco de su rival en la votación general. Esto, en medio de las vanas celebraciones, debe ser para él algo molesto, perturbador. Que piensen detenidamente en tales resultados quienes creen que en la persona de Madrazo se está construyendo un líder nacional, para dirigir al PRI o para la gran elección del 2000.

Tabasco tiene el ingreso per capita más alto del país, lo que significa una gran disponibilidad presupuestaria: mucho dinero en pocas manos públicas y privadas y una vasta miseria social. Madrazo dispone del dinero a su antojo, y sus antojos son los de todos los gobernantes despóticos. Tabasco cuenta con un territorio pequeño, compacto y muy controlable desde un sillón de Villahermosa. Circunstancias similares, particularmente en lo relativo a la miseria, concurren en el resto del sureste, zona consecuentemente favorecida por el PRI como refugio (último) de sus insuperables hábitos caciquiles. En el centro y el norte del país las cosas son muy diferentes. También allí abunda la miseria, pero hay que distinguir entre el empobrecimiento debido a tres lustros de política económica neoliberal y la miseria histórica. Por eso, entre otras cosas, en las grandes zonas urbanas y en las anchas llanuras norteñas, Madrazo no llega a ser ni un pellizco. Así que, fuera de la relativa seguridad de que concluirá la gubernatura por decreto presidencial, hacer pronósticos sobre el porvenir político de Madrazo más allá del año 2000, es tan difícil como intrascendente.