La Jornada 23 de octubre de 1997

La encabezó un oficial superior presuntamente militar

Alberto Nájar y Bertha Teresa Ramírez Ť Una semana antes del 8 de septiembre se planeó un operativo especial en la colonia Buenos Aires, en el que no participarían policías uniformados y que sería encabezado por un grupo de militares vestidos de civil.

Sin embargo, al desatarse una balacera, estos elementos --que viajaban en un autobús de la desaparecida Ruta-100-- capturaron a los seis jóvenes que posteriormente aparecieron ejecutados en Tláhuac y el Ajusco; antes, tres de ellos fueron torturados en las instalaciones del Grupo Especial de Disuasión Jaguares, en Balbuena, donde uno perdió la vida a causa de los golpes recibidos, según revelan las investigaciones de la Procuraduría General de Justicia del DF.

De acuerdo con estas fuentes, los elementos que participaron en las torturas recibieron la orden de llevarse a Juan Carlos Romero Peralta, Daniel Colín Enciso y Oscar Iván Mora Lecea.

Los tres salieron del agrupamiento a bordo del Golf blanco de Romero Peralta, escoltados por una patrulla Cutlass del sector 3 Sur de Cuauhtémoc, con rumbo a las minas de Tláhuac; se desconoce la identidad de los oficiales que emitieron estas órdenes.

Casi una hora después, fueron ejecutados. Existe un testigo que vio llegar el auto compacto y se percató de la presencia de la patrulla, pero no identificó su número. Simplemente dijo que se trataba de una unidad modelo Cutlass.

Las fuentes de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal señalan que a bordo del camión de la desaparecida Ruta- 100 que se presentó a la colonia Buenos Aires durante la balacera, viajaba un oficial superior que no se ha identificado, pero que también era militar, y quien al parecer se encontraba al mando del operativo establecido en esa zona.

En el camión, por lo menos tres jóvenes

De acuerdo con las pesquisas, se sabe que al menos los tres jóvenes encontrados en Tláhuac llegaron al agrupamiento a bordo del camión antes mencionado, y que al menos dos de ellos --Mora Lecea y Romero Peralta-- los obligaron a golpes a subir al transporte en algún lugar cercano a la Buenos Aires.

Testigos presenciales indicaron que durante el viaje fueron golpeados y que al menos uno llegó inconsciente. No se ha confirmado si es el mismo que murió después tras la tortura aplicada.

``Le pusieron una bolsa en la cabeza y lo golpearon, pero se les pasó la mano a esos cabrones y se les murió'', señaló una de las fuentes. De hecho, al día siguiente en Tláhuac el cuerpo de Romero Peralta tenía una franela oscura en la cabeza amarrada con un trozo de alambre; sus asesinos, al parecer, le dispararon al cráneo para tratar de ocultar la muerte por asfixia.

El plan de operativo

El operativo en la Buenos Aires empezó a planearse desde el 1 de septiembre, cuando los Jaguares pasaban lista en sus instalaciones. En ese momento, el jefe jaguar, Moctezuma Ilhuicamina Zepeda Rodríguez, y el director de Motopatrullas, Jesús Alonso Alvarez, cuya clave es Sagitario, les informaron que esa semana se realizaría un operativo especial, en el que intervendría un cuerpo de militares vestidos de civil.

La orden fue terminante: bajo ninguna circunstancia los jaguares debían acercarse a la zona o prestar alguna clase de apoyo. Estas instrucciones se repitieron la mañana del lunes 8 de septiembre.

Un mes después, al disolverse el GED, a los integrantes se les informó que con su traslado a otros agrupamientos tomarían un curso de vialidad en Balbuena, pero, sorpresivamente, ayer supieron que debían concentrarse en las instalaciones del Instituto de Formación Policial, ubicado en el camino al Desierto de los Leones, donde permanecerán acuartelados durante dos meses.

Esta medida, al parecer, tiene la intención de evitar el contacto de los uniformados con medios de comunicación, al menos durante el tiempo que resta a la actual administración. Los jaguares no se presentaron ayer a lo que fue su centro de operaciones; tampoco se sabe nada de su jefe, Moctezuma Ilhuicamina Zepeda.

Los pocos elementos que lograron tener contacto con reporteros se mostraron asustados, pues afirmaron que sus familiares recibieron amenazas de muerte. Relatan como ejemplo el homicidio de su compañero Ricardo Lerín Barragán, quien aparentemente fue víctima de un asalto, hecho que generó serias dudas y temor al interior del Grupo Especial de Disuasión.

Y es que el policía asesinado, dijeron, estuvo en la esquina de Doctor Andrade y Barajas Lozano la tarde del 8 de septiembre.