Jorge Schiaffino asumió el mando del sector popular priísta en el DF
Daniela Pastrana Ť El griterío reventó en el auditorio de la sede priísta. ``Schiaffino, Schiaffino'', clamaron las huestes de Silvia Sánchez Rico, heredera del imperio de los comerciantes ambulantes de La Merced, y de Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre, príncipe de los pepenadores de Iztapalapa. Agitaban con ganas su globos verdes.
Las minorías reaccionaron. De pie, a pleno pulmón, respondieron en la esquina de globos azules: ``¡Dedazo, dedazo!''. Y de los blancos: `¡Fuera, esto no es democracia!''. Y desde arriba apoyaron los rosas: ``¡No queremos línea!''.
Eran las 11:50. Jorge Schiaffino Isunza, el tercero de los siete candidatos a dirigir la Confederación Nacional de Organizaciones Populares (CNOP) del PRI pasó del gesto triunfal a la ira contenida.
``Esta es la fiesta de la democracia'', tronó al micrófono, empequeñecidos los ojos, ``el candidato de Aguilera''.
Bajo el estrado, los ambulantes de Mogún, uniformados con su chamarra negra, le espetaban su coraje por el proceso de selección.
``¿Qué vas a avanzar si ya está todo arreglado?, así se ve el pinche respeto'', gritó desde su lugar en la segunda fila una mujer con vestido floreado.
Cinco horas después, Schiaffino asumió el mando del sector popular priísta en el DF al imponerse con 470 votos, de los mil 764 delegados acreditados, sobre los otros seis competidores.
``Qué democracia ni que nada, esto es una farsa, mejor debiéramos irnos al PRD'', repitió una y otra vez la misma mujer.
Los seguidores de la planilla verde de Schiaffino se desbordaron, se desgañitaron: ``Que sí, que no, que como chingados no''; ``quieren llorar, quieren llorar''; ``nosotros sí sabemos ganar... a huevo''. Incansable, en su traje verde limón y sus altas zapatillas, Sánchez Rico dirigía las consignas.
El último intento por romper la hegemonía había fracasado, vencido por la confusión. Durante la votación, Joaquín Mendizábal sorprendió con el anuncio de que su gente y la de Salomón Aguilar votarían por Jorge García, de la planilla azul.
``Todos contra la línea'', argumentó el viejo militante.
Tras bambalinas, Schiaffino enfureció. ``No se vale, no había acuerdo para alianzas'', dijo.
Aguilar también se confundió. No estaba preparado para el anuncio, ``pero no podía subir a desmentirlo, así que sólo le dije a los que me preguntaron''.
El conteo dio a Schiaffino 61 votos más que García y coalición. Por separado, Aguilar tuvo 60 y Mendizábal 32. El primero recibió el apoyo absoluto de la dirigencia priísta, en boca de la máxima líder del sector popular, Elba Esther Gordillo, quien olvidó la cortesía en el fervor de la democracia. ``En este sector tenemos que aprender a ser civilizados'', dijo a los priístas chifladores.
El llamado de su líder fue tajante: ``No más expresiones de corruptelas y simulaciones en este sector''. Y la entendieron. En su experimento democrático, los ceneopistas gritaron, se rebelaron, intercambiaron insultos, se aliaron contra la línea, pero al final se alinearon.
Manuel Aguilera, dirigente del PRI capitalino, tomó protesta a un Schiaffino ``apoyado por un proceso democrático sin precedentes'', ante un auditorio con la mitad de las sillas vacías.
El nuevo líder de la CNOP remató la jornada: ``Somos priístas y estaremos todos prestos y disciplinados a sus políticas para enfrentar el reto que tenemos para el año 2000''.