Contrasentido, reducir subsidios si hay más pobres: estudio del Senado
Andrea Becerril Ť Es imprescindible aumentar el gasto social destinado a apoyar a los grupos más vulnerables de la población, toda vez que, mientras el número de personas en condiciones de pobreza extrema se ha ido incrementando y llega ya a 23 millones, se han reducido en términos reales los subsidios y beneficiarios de los programas de abasto popular de leche y tortilla, se advierte en un estudio del Senado de la República.
En el caso del lácteo, en los últimos tres años la distribución de leche a niños de familias pobres bajó de 6.6 millones a 5.2 millones de dotaciones, y el padrón de beneficiarios del programa de distribución de tortilla para familias de menos de dos salarios mínimos tuvo una reducción de 3.9 por ciento.
Ello ``es un contrasentido preocupante, sobre todo cuando se trata de programas sociales para atender la desigualdad que se reproduce en México'', señala un documento de trabajo de la Comisión de Distribución y Manejo de Bienes de Consumo y Servicios Básicos de la Cámara de Senadores, que encabeza Porfirio Camarena Castro.
En dicho análisis se considera que es indispensable la modernización del sector comercio del país, ya que ``las tendencias monopólicas, los vicios y desviaciones del proceso comercial y la anarquía existente en los precios lesionan a los mexicanos, fundamentalmente a los sectores marginados''.
En el documento se detalla que el programa de abasto social de leche no sólo es insuficiente para atender a la población infantil, cuyas familias perciben ingresos menores a dos salarios mínimos, sino que ha disminuido su cobertura y margina a los sectores rurales. En el trienio 1991-1993 se dotaba del lácteo a 6.6 millones de niños menores de 12 años, y en los últimos tres años disminuyó a 5.2 millones en promedio.
Entre 1991 y 1997, el programa experimentó una clara regresión en los rubros de distribución diaria del lácteo y valor real del subsidio. ``No obstante, resulta por demás alarmante el descenso proporcionalmente mayor al número de beneficiarios que el de los volúmenes y monto de los recursos asignados, situación que ha permitido mantener prácticamente la distribución per cápita en el periodo 1991-1997''.
A lo anterior se suma la excesiva concentración geográfica del subsidio de la leche. En 1995, aproximadamente 60 por ciento de la leche Liconsa se repartió en el valle de México.
Además, ante la reducción de los subsidios, se ha optado por una política tendente a impedir un aumento en el padrón de beneficiarios en el Distrito Federal y en el resto de las áreas urbanas del país, con el fin de canalizar recursos liberados a las zonas rurales de atención prioritaria.
En resumen, señala el documento de esa comisión senatorial, la menor distribución de leche con subsidios cada vez más reducidos se traduce, a lo largo de los últimos siete años, en un menor consumo por parte de los niños de familias con mayor pobreza y en una manifiesta discriminación del medio rural.
Por lo que se refiere al Programa de Subsidio al Consumo de Tortilla, dirigido a las familias de zonas urbanas con ingresos hasta de dos salarios mínimos, su objetivo central no se ha cumplido tampoco en los últimos siete años, ya que no proporcionó un kilo diario de ese producto a cada beneficiario.
Por si fuera poco, ``la operación del programa manifiesta una elevada incertidumbre en sus resultados. Por ejemplo, mientras en 1996 la distribución diaria por familia fue de 930 gramos, para 1997 se estima en sólo 880 gramos''.
La menor asignación por familia radica en que el total del subsidio en 1997 -563 millones de pesos a precios de 1994- es insuficiente para mantener al menos la distribución diaria de tortilla realizada en 1996, que fue de 2 mil 46 toneladas. Hecho que, además, conlleva a estimar una reducción de 3.9 por ciento en el padrón de beneficiarios entre 1996 y 1997.
La distribución de productos básicos que lleva a cabo Diconsa se caracteriza también por una ``evidente regresión'' en el valor real del volumen distribuido en lo que va de la década. Así, mientras en 1991 el valor del volumen distribuido por persona se situó en 104 pesos, para 1997 ese mismo indicador registra 844 pesos, lo que representa una contracción de 19 por ciento.
``La causa reside en el atraso de los presupuestos comprometidos en ese programa de distribución, respecto de la creciente población que supuestamente recibe sus sus beneficios.''
Como conclusión, la comisión senatorial advierte que los programas sociales de abasto adolecen de serios retrocesos en sus objetivos y presupuestos. El fortalecimiento alimentario y nutricional de los grupos sociales más vulnerables y con menor capacidad de compra queda aún pendiente.
``Se requiere, en consecuencia, elevar sensiblemente el valor real de los subsidios y la cobertura de ese tipo de programas en las zonas rurales y urbanas marginadas'', se indica.
El documento de la Comisión de Distribución y Manejo de Bienes de Consumo y Servicios Básicos resalta, asimismo, que es preocupante que en general la población mexicana dependa del comercio tradicional que opera con elevados precios, baja calidad y tecnologías atrasadas.
Hasta agosto de 1997, precisó, la variación anual acumulada de precios fue de 20.8 por ciento en los artículos no incluidos en la canasta básica, aumento inferior en cuatro puntos al registrado por los bienes y servicios de consumo generalizado, que fue de 24.8 por ciento.
Por productos y a nivel nacional, los incrementos más notables este año correspondieron a las tortillas de maíz, de 16 por ciento; atún de lata, 28 por ciento; leche sin envasar, 14 por ciento; leche evaporada, 16 por ciento; naranja, 25 por ciento; tomate verde, 89 por ciento; azúcar, 16 por ciento; café, 33 por ciento, y sal, en 20 por ciento.
Son aumentos que ``mayormente lesionan a la población que menos percibe, y la que en un 66 por ciento está sujeta a ingresos no mayores a los dos salarios mínimos''.